JAPÓN EN BICICLETA, RUTA CICLISTA SHIMANAMI KAIDO
Nelo | March 3, 2016Acabo mi primera jornada de pedaleo en una pensión de trabajadores de la vecina industria metalúrgica. Comparto mesa con tipos rudos de mono azul, y manos grandes y agrietadas, silenciosos sorbedores de sopa. En lo que tardo en comer mi cena con los dichosos palillos les da tiempo a comer a dos turnos completos de trabajadores. Se despiden y aún no he terminado.
En el sureste de Japón, la Shimanami Kaido es una espectacular ruta ciclista corta que une seis islas desparramadas por el Mar Interior de Seto a través seis puentes monumentales, fantásticos prodigios de la ingeniería.
Un Mar Interior, a trozos turbulento como un gran río, navegado por grandes buques, y salpicado de islas montañosas de espesos bosques de bambú y nísperos silvestres, pueblos tranquilos, gente sonriente, el profundo azul cobalto o turquesa del agua según dé el sol, templos, campos de cítricos, cooperativas agrícolas, industrias pesadas, astilleros, escuelas.
Los escritores a menudo han comparado los afloramientos rocosos del mar interior de Seto a las islas griegas. Las naranjas maduran, terrazas de oliva, hierbas de olor de lavanda y aromas de clavo de olor, la pureza de primavera de las pistas forestales, las velas de botes de pesca distantes, y pequeños santuarios en voladizo sobre las paredes rocosas, pueden evocar fácilmente al Mar Egeo.
Stephen Mansfield para The Japan Times.
Vida japonesa de provincias desde el sillín de una bicicleta. Un sueño.
Es muy fácil alquilarlas y bastante barato, se pueden alquilar de paseo, de montaña, tándems o eléctricas. Elegí la de paseo por su cesta, para meter a Garganta Profunda, mi mochila.
La dificultad de la ruta es tan baja como alto su atractivo. Además tiene la ventaja de que todas las islas disponen de un sistema de ferrys para el que decida no seguir pedaleando. La ruta principal y recomendada, de unos 80 kilómetros se puede ampliar en muchos más recorriendo otras partes de las islas, está todo perfectamente señalizado y existen muchas alternativas.
Lo que hicieron es tener presente a los viandantes y a los ciclistas antes de hacer la gran autopista llamada Nishi-seto Expressway, que une todas estas islas desde Onomichi, en la prefectura de Hiroshima, hasta Imabari, ciudad situada ya en la prefectura de Ehime.
80 kilómetros de un carril bici a lo largo de toda la ruta, con rampas de acceso a los puentes de la autovía para ir cruzando el océano en una vía propia, diferente de la de los coches y camiones. El resto del camino, sin grandes desniveles, fácil, transcurre por entre medio de la placidez de estas islas. Lo ideal sería hacerlo en dos días para ir tranquilo. En enero al menos, los vientos predominantes sugieren que es mejor hacerla en sentido Imabari-Onomichi.
No como yo, que la hago al revés, y el flequillo no deja de flagelarme las córneas.
A su vez, numerosas estaciones de servicio al ciclista salpican la ruta, en cualquiera se puede alquilar o devolver la bici, repararla, tomarse algo, información, baños y todo aquello que puedan necesitar los ciclistas.
Lo normal es alquilar una bicicleta en cualquiera de los dos extremos de la ruta. Su precio es de 1000 yenes por día, y 1000 yenes más para poder devolverla en cualquier punto de la ruta o en su final, para así no tener que volver a su inicio.
El gasto total por dos días y el derecho de devolverla en otra parte es de unos 24 euros. Más caro que alquilar una bici en Tokio, pero aún así bastante razonable.
La pensión donde estoy cenando la encontré preguntando en uno de estos puntos de información preguntando directamente por el alojamiento más barato. Si necesitas saber más sobre alojamiento en esta ruta no dejes de pinchar en este otro post.
Hicieron un par de llamadas telefónicas y me dijeron cómo llegar. 30 euros la noche más cena y desayuno. No es un hotel, ni siquiera cuenta con un nombre anunciándose. Es una pensión de trabajadores dónde se cena a las 5 de la tarde, pero me viene bien, tengo hambre.
La habitación es espartana y huele a cigarrillos. Más que suficiente para mí, y mejor que se pueda fumar, lo hago mientras veo las noticias en japonés.
Mientras cenaba la señora de la pensión me enseñó una bolsa de naranjas y me dijo como se decía en japonés. Orenji, pronúnciese “yi” es la palabra. Ella no sabía nada de inglés y yo no mucho más de japonés, pero cuando salí a la calle vino tras de mí con la bolsa de naranjas en la mano. Le digo que sólo quiero una, me dice que las otras para mañana. Me sabe muy mal no aceptarlas pero son un peso extra en la bici. Le doy las gracias en japonés, que eso sí sé, y las dejo en una esquina del cuarto pensando qué hacer con ellas.
Si estuviera en España sabría que hacer con esta bolsa de naranjas, podría dejarlas por ahí y alguien se las llevaría. Pero aquí en Japón son capaces de ni tocarlas, entonces sería como tirarlas y eso no quiero hacerlo. La solución se me presenta al día siguiente en forma de empleada de limpieza:
-Tenga, para usted.
-Arigato.
Arreglado, los dos sonreímos. Espero que no se lo diga a la otra…
Pedalear por la Shimanami Kaido a lo largo de estas islas me está encantando, es sin duda el momento cumbre del viaje hasta ahora. Japón me resulta muy exótico porque siendo todo parecido a Europa o América –esto no es India, o África- es a la vez muy diferente.
Cómo si uno siempre se diera cuenta que se está en Japón.
Cómo si dos platos hechos con los mismos ingredientes tuvieran sabores muy distintos. Recorrerlo en bicicleta es una manera sana, divertida, ecológica, barata y muy emocionante, de viajar por el país. Todo son ventajas.
Llegué a Hiroshima a las 9 de la mañana de un soleado día de enero, pasé la noche viajando en un autobús de la Willer Express.
Los asientos llevan una capucha para aislar al pasajero del resto y así poder descansar mejor, es como si te estuvieran haciendo la permanente. Si necesitas saber más sobre el Japan Bus Pass, que es mucho más barato que el Japan Rail Pass, no dejes de pinchar en este otro post.
Hiroshima despierta cada mañana fresca y lozana, hoy en día parece una ciudad como cualquier otra, pero su memoria es única.
Porque aunque muchas son las ciudades destruidas una y otra vez a lo largo del tiempo, la virulencia e instantaneidad con que lo fue Hiroshima no tiene comparación.
En el autobús iban japoneses, dos mochileros australianos de origen chino y otro boliviano, se dirigen al mismo hostel pero yo no quiero dormir aquí, así que me voy a la estación donde una sonriente señorita de información me apunta en un papel mis opciones de viaje hasta Onomichi, con precios y horarios, después me acompaña –sólo le falta darme la mano- hasta la máquina expendedora de billetes, y no se despide de mí hasta asegurarse que entendí en que andén se detiene mi tren, y dónde y cómo debo hacer transbordo. Todo eso sonriendo. Sólo le vuelve a faltar un besito de despedida:
-Adiós cariño, lleva cuidado en el tren y cómete todo el almuerzo.
Me viene muy bien que me lo den todo hecho porque después de la noche en autobús no estoy en mi mejor momento, digamos.
A las 9 de la mañana del día siguiente inicio la ruta en bicicleta por la Shimanami Kaido desde Onomichi, curiosamente los primeros metros de la ruta se hacen en ferry, en un corto paseo hasta la orilla de enfrente. Leí no sé dónde, que es el trayecto en ferry más corto del mundo, pero es que estoy harto de leer gilipolleces parecidas, las cosas son lo que son, no hace falta ser lo más de nada, me canso de comparaciones, rankings y listados.
Creo que nos hacen falta menos listas enumeradas y más poesía, un poco de abstraccionismo no nos vendría mal. Mentes cuadriculadas se hicieron con el control de todo, ahora funcionamos por “objetivos”, a la libertad se le llama “ocio” y a las cosas que hacemos para divertirnos “actividades”. Las canciones son “productos” y sus intérpretes, en su mayoría, unos peleles; las mejores novelas estoy seguro que no están siendo publicadas, el periodismo es una prostituta tan zorra como la justicia, y ambas no paran de chupársela a la política, y ésta a la economía, a la economía de unos pocos, por supuesto. Luego pretenderán que no viajemos, si lo que dan ganas es de pegar un buen portazo, mandarlo todo a la mierda, e irse a la India en calzoncillos a recorrer caminos polvorientos con los pies descalzos.
Allí conozco a un neozelandés, lleva una bici Giant y va perfectamente equipado, hará el recorrido en un solo día, tal vez en unas pocas horas.
Otra manera de alquilar bicis es hacerlo en una tienda Giant que hay al lado del puerto, son mucho más caras y mejores bicicletas.
En el parking del puerto y mucho más barata, yo he preferido alquilarme una “mama san”, una bici “señora mamá” llamada así porque es la que utilizan las señoras para llevar la compra y a los niños, es muy cómoda, y aunque chirría algo, enseguida encuentro dónde lo hace y cuando me canso de darle patadas al freno delantero para que no lo haga, arreglo el problema con un trozo de cartón que encuentro por ahí.
El paisaje lo forman colinas no del todo verdes, ya que al ser invierno todos los árboles de hoja caduca enmarronan la vegetación, los alrededores de la carretera están completamente urbanizados por casas y jardines de estilo japonés, moderno, pero no pueden negar al forastero dónde se encuentra.
Hay cacharros raros, triciclos con carritos, motos cubiertas de tres ruedas, coches que parecen un huevo, pequeños, estrechos pero altos, pasa un camión cuyos intermitentes hablan, son parlantes e imagino que deben de decir algo así como, cuidado giro a la derecha, cuidado giro a la izquierda. O eso, o es que oigo voces…
Como en todo Japón graznan los cuervos. Hay parejas pescando y hombres casi ociosos arreglando despacio el jardín de sus casas.
No llevo comida, ni más de un litro de agua, ya que creo que toda la ruta está los suficientemente surtida de tiendas.
Además esto no es el Sahara, es un Japón pesquero, lleno de puertos y barquitos, y un Japón agrícola lleno de naranjos y limoneros. Y aunque se hace buena parte del recorrido en soledad a través del campo, también hay bastantes pueblos.
En cuanto paro en algún sitio y miro el mapa, alguien se acerca por si necesito ayuda, la gente me saluda sin yo decirles nada primero, y si alguna vez hago alguna foto, y piensan que ellos pueden salir en ella, normalmente así es, ríen y saludan, a nadie le sabe mal. Si es un selfie se ofrecen a hacérmelo ellos.
La fama de huidizos y de fríos de los japoneses es totalmente injustificada, y ya no me parece bien cómo los tratamos por ahí fuera, como si fueran tontos, pegándoles cada clavada y cada palo que los dejamos temblando. Mientras el resto del planeta maltrata a los japoneses en cuanto asoman su ojos rasgados por ahí fuera, los japoneses llevan en bandeja a todos aquellos que visitamos su país.
La primera isla se me queda corta y decido ampliar la ruta viendo la otra parte que queda fuera de la ruta principal. Unos kilómetros extra, con parada en una panadería portuaria para comprar cosas de comer.
Después vuelvo sobre mis pasos y cruzo el primero de los puentes. Es el Innoshima Bridge (1270m.)
El carril bici está colocado justo debajo de la autopista y suspendido en el vacío, aproximadamente a 41 metros por encima de la superficie del mar se encuentra este pasillo para peatones y bicicletas, mientras que 9 metros más alto es por donde pasan los vehículos a motor.
Esta estructura de dos pisos es la característica principal de este puente. No es para los pusilánimes o para quienes sufran de vértigo, aunque esta es una característica común para casi todos los puentes de la Shimanami Kaido.
Cuando pasan camiones por encima se balancea entero. Cruzarlo produce un estado cercano a la euforia.
El segundo puente a cruzar se llama Ikuchi Bridge (790m.) Tiene un carril propio para bicicletas a la misma altura que la autopista.
Cruza desde la Isla de Innoshima a la de Ikuchi Ima. No es un puente colgante, es atirantado.
Todos los peajes para ciclistas están hoy en día anulados, no se pagará nada hasta el 31-03-2016, y después pagar no es algo voluntario, pero casi…¿se me entiende?
También alquilan bicicletas eléctricas a lo largo de todo el recorrido, es decir, no hay excusas.
El tercer puente del recorrido es el Tatara Bridge (1480m.) Pedalear por cualquiera de estos puentes es como un sueño.
Un sueño nunca soñado porque quién se iba a imaginar cruzar mares interiores japoneses atravesando colosales estructuras a una altura increíble.
Es un puente de arpa que cruza la frontera de la prefectura de Ehime y Hiroshima. Dicen que aquí es posible escuchar el “llanto del dragón” o el chirrido del dragón. Se trata de una curiosa resonancia en la cual parece que te responde un dragón desde el cielo. No lo probé pero debe ser algo parecido a lo que sale en este vídeo, tal vez más espectacular en directo:
También es un muy buen sitio para observas las fuertes mareas de este Mar Interior que hacen que parezca un río. Pinchar aquí para ver un buen calendario para observar las corrientes.
Los puentes se supone que se cierran cuando el viento pasa de cierta velocidad, doy fe que eso no es así, a menos que el margen esté en un tifón.
El siguiente puente es el único que hay de arco, el Omishima Bridge (328m.)
Es un puente sobrio fundido en el paisaje circundante, pese a sus aguas turbulentas es el que menos miedo da pasar, tal vez por sus dimensiones.
En toda la ruta hay numerosas rampas en bucle de acceso a los puentes, muchas de ellas cuentan con publicidad propia para ciclistas.
Hakata-Oshima Bridge.
En realidad son dos puentes en uno, uno colgante y otro de vigas, con un total de 1.165m.
Con unas vistas fantásticas, da la sensación si se viene de Onomichi que al final vamos a tener que meternos por un túnel, pero esto no ocurre así.
Las corrientes del Mar Interior de Seto es algo a lo que no estoy acostumbrado, nunca había visto a un mar moverse como un río.
Después en la isla de Oshima, todo se vuelve más industrial y se tiene la falsa sensación de estar adentrándose en el continente, tierra adentro. Falsa por que esto es Japón y es todo archipiélago, pero hasta las fábricas me parecen bonitas, debe ser una predisposición interior, pedalear sienta bien.
O tal vez sea porque empiezo a empaparme del concepto japonés del wasi sabi. Si quieres saber más pincha aquí: Wasi Sabi, la belleza de lo feo.
Después llega el más grande y el más impresionante de todos los puentes, también el último y el de nombre más enrevesado, el Kurushima-Kaikyo Bridges.
Es un complejo de tres puentes que parece uno y cruza el estrecho de Kurushima, de peligrosa navegación, conocido como una de las tres grandes corrientes rápidas del Japón y salpicado de islotes. Para evitar accidentes, el océano cuenta hasta con semáforos y con paneles informativos que indican el sentido y el estado de la navegación.
Mide más de 4 kilómetros, pero con el viento en contra parecen el triple, hay una pendiente que los ojos no aprecian pero las piernas si. La experiencia de cruzarlo, justo antes de llegar a Imabari, fue un orgasmo espiritual en toda regla.
De esas cosas que no se olvidan.
Después sólo queda llegar hasta la ciudad de Imabari, paraíso de aguas termales, y reponerse del esfuerzo, pero esto merece un futuro capítulo aparte.
A los ciclistas el total de cien kilómetros, entre la ruta principal y rodeos, en bicicleta en dos días les parecerá una nimiedad. Pero para mí, que no había viajado en bici más allá de dos horas seguidas, me parece asomarme a la posibilidad de que soy capaz de realizar viajes mucho más grandes en bicicleta.
Porque últimamente me estoy radicalizando, y llegando a pensar que sólo existen dos tipos de viajeros, los que viajan en bicicleta, y los que no.