MEGDAZ, LA MANHATTAN DEL ALTO ATLAS, MARRUECOS
Nelo | July 30, 2015Megdaz, la Manhattan del Atlas.
Aunque tal vez debiera ser al revés, quizá Manhattan debería llamarse el Megdaz de Nueva York. Ya que mientras Manhattan era un villorrio aquí en Magdaz hacía mucho tiempo que se levantaban graneros fortificados comunitarios de hasta siete pisos de altura, construidos por amazighes, bereberes, cuya rica cultura milenaria se pierde en el origen de los tiempos, llegando hasta el nuestro, pese a las dificultades, pese haber sido arrinconada, reprimida, ninguneada, una y otra vez, consiguió atravesar los años fuerte e indomable, como estos castillos de piedra.
Llego a Magdaz a media tarde después de caminar durante horas desde Ifoulou.
Las piernas doloridas, la boca abierta, cualquier cosa que me pudieran haber contado sobre este lugar se queda corta, su aspecto es de ensueño.
Se le llama El Pueblo Rojo, La Perla del Atlas, el Ait Ben Hadou del Atlas, la Manhattan del Atlas, rodeado de altas montañas, integrado, camuflado en ellas, es fácil estar mirándolo pero no verlo.
¿Lo ves?
Con verdes huertas custodiadas con frondosos nogales centenarios, todo rezuma tradición y vida montañera; este es un pueblo que se podía haber encontrado exactamente así hace 300 años debido a su fantástica arquitectura de casas y graneros fortificados de piedra.
Patrimonio de la Unesco creo, el hormigón está prohibido, no hay luz eléctrica -para cuando leas estás líneas ya la habrá- por lo que la llamada a la oración es sin megafonía, el almuecín aprovecha los ecos de las montañas para su llamada al rezo.
Sublime. Y extraño, porque no quedan muchos lugares en Marruecos donde poder escuchar la llamada a la oración a viva voz, sin altavoces.
No hay un café, mucho menos un restaurant, no hay, por increíble que parezca, ningún hotel, ni un locutorio, nada de servicios excepto la gite de etape, construida hace poco, un pequeño dispensario médico y un par de pequeñas tiendas con escasos comestibles y cacharros.
Y el pueblo no es pequeño, que son 834 sus habitantes, lo que ocurre es que todo son graneros y grandes casas de piedra con terrazas donde la familia dormirá en verano o se reunirá cada atardecer para ver morir el día.
Hasta ahora Madgaz es un pueblo aislado e intocado de los de verdad, que ofrece al viajero la sensación real de haber llegado a un lugar remoto, y a sus habitantes una vida de montaña dura y espartana, en especial en invierno.
Su altitud de 1939 m. hace que el frío, el hielo y la nieve formen parte de él, obligando a parte de sus hospitalarios y simpáticos habitantes, sobretodo a los hombres, a pasar los meses más fríos trabajando en alguna gran ciudad, como Agadir.
Al resto les toca aguantar una larga y dura estación fría en un estado de aislamiento, peligroso en caso de necesitar una cobertura médica que sólo proporciona una médica extranjera voluntaria en el pequeño dispensario en el mejor de los casos.
Una pista llega hasta él, dicen que el gobierno no tenía presupuesto para crear una carretera asfaltada -otra vez, cuando estés leyendo esto, ya la habrá-, ni tampoco para una pista, así que proporcionó al pueblo un martillo eléctrico, y fueron sus habitantes los que hicieron el camino hasta aquí.
Su origen se hunde en leyendas que hablan de soldados desertores almorávides de la Serranía de Ronda, en Málaga, decidieron escapar del grueso de las tropas, en las campañas de guerra y conquista que los almorávides lanzaban desde Al Andalus hasta el Senegal.
Me los imagino cansados de guerra y duros viajes mirando estas montañas que les recordaban a las de sus hogares.
Ronda, Malaga, España.
Fuente foto: rutas.legadoandalusi.es
Quizá reuniéndose una noche y lanzándose a ellas con la desesperación de quien no tiene que perder, permaneciendo sus descendientes aislados, indómitos e independientes, hasta que el primer europeo apareció por allí, en 1926, ya bien entrado el siglo XX.
Fecha sorprendentemente reciente, mientras todos los misterios de África ya habían sido desvelados, fuentes del Nilo, Tombuctú, etc. las alturas del Gran Atlas seguían siendo una zona en blanco en los mapas, un enigma.
Foto tomada por Rene Euloge en 1949.
Al llegar me voy con el nonagenario Sidi Lahsen que es el encargado de la gite de etape, pero antes me enseña el impresionante granero familiar. Tomamos té y nueces en la terraza superior.
Es de ensueño, tiene seis pisos de altura, 500 años de antigüedad (este dato es menor cuando lo busco en Internet) y está construido enteramente de piedra con un gusto exquisito. Es una mole de piedra de una belleza que me recuerda a los rascacielos de barro del Yemen.
Su interior permanece en casi continúa oscuridad, huecos en la pared permite subir las estrechas escaleras en penumbra.
En estos graneros no sólo se almacenaba los excedentes de grano y diversos cultivos sino que también se guardaba en ellos cualquier cosa de valor, como dinero, joyas, vestidos, muebles, utensilios, armas, municiones, manuscritos etc.
En tiempos de guerra eran utilizados por ancianos, mujeres y niños para protegerse.
La vista del resto del pueblo y las montañas desde la terraza es impactante, allí me enseña unos pantalones de lana típicos de la región, que llegan hasta los sobacos, sólo de verlos me da urticaria por todo el cuerpo.
Foto del libro Les chants de Tassaout de Renè Euloge
Al salir del granero y mientras nos vamos para la gite, otro señor increpa a Sidi Lahsan, con mal tono y bastante enfadado:
-¡Te he dicho muchas veces que no subas cristianos al granero!- Habla en tachelhit, el señor se cree que yo no lo entiendo.
-Déjame, el granero también es mío.-Le contesta Sidi Lahsen.
El otro se enfurece mucho más, alza la voz, incluso da un paso hacia delante, parece un gallo de pelea. Sidi Lahsen aparenta mucha calma, en noventa años ha tenido tiempo de cruzarse con un montón de pendejos, supongo.
Intervengo:
-Escuche señor –decido tirarme un farol, ya que quiero creer que le riñe por mi seguridad en la terraza ya que no hay barandillas- Tengo una casa tan alta como esta, no hay problema.
El muy maleducado me contesta, ¡en árabe!:
-Esta es una conversación entre dos, no hablo contigo.
Mi muy malo pero descarado tachelhit le hace creer que soy alguien de Rabat o Casablanca.
Sigue calentándose, Sidi Lahsan no calla y el otro está muy enfadado, los gritos se suceden.
Se me ocurren varias cosas que decirle, pero prefiero callar. Con el escándalo sale de una casa próxima un joven que agarra al señor. Yo hago lo mismo con Sidi Lahsen:
-Vale, ya está, ya está, suficiente, vamos, vamos.
Conseguimos separarlos.
Me acompaña a la Gite, sino la estreno, faltará poco, y la tengo para mí solo. No he comido nada desde el desayuno excepto un bocata de sardinas con quesitos, llevo durmiendo mal los últimos cien años, y estoy bastante cansado después de mi primer día de caminar, largo y fatigoso después de mi error que me llevó hasta Tift. Me duele encontrarme así con semejante paisaje delante.
Me anima un cigarrito y dos huevos cocidos con un trozo de pan que me hace tragarme Sidi L. como cena.
De postre un gramo de paracetamol me ayudará a dormir pese a que hay en el pueblo una trilladora que permanece en funcionamiento 24 horas al día con un ruido considerable. Cuando consiga separar toda la paja del grano partirá hacia otro pueblo y en dos o tres días habrá hecho la faena que antes costaba mucho más tiempo y esfuerzo.
Es la modernidad entrando fuerte en estos valles, esto no creo que sea malo, tampoco estoy convencido que sea bueno, solamente es.
Cables de la luz en dirección Magdaz, el asfalto también se acerca poco a poco.
El único libro de la gite es el de les Chants de Tassaout donde Renè Euloge recopila las mejores poesías cantadas de la más famosa e histórica poetisa del Atlas, Mririda, al parecer nacida en Magdaz.
Foto del libro Les chants de Tassaout de Renè Euloge
Pero en vez de dormirme entre los arrullos de su voz, sintiendo a través de las telas las contundentes curvas de su piel firme y morena, para acabar sumergiéndome en sus insondables ojos color azabache; en vez de soñar con sus duros muslos, su afilada voz y esa nuca de la que emanan todas los suaves, dulces y veraniegos efluvios del Atlas, ésos que te elevan por encima de sus más altas cimas y conducen directo al paraíso soñado, ése de los riachuelos con agua y nosecuantas huríes; en vez de todo eso, tonto de mí, sueño que estoy con el más bajito de Siniestro Total en la barra de un bar lleno de gente, pero él ya era viejo y yo trataba de reconocerlo en una foto. ¿Absurdo? Sí, absurdo e inaceptable. Un desatino.
Volveré a recuperar el control de mis pensamientos cuando al despertar vea, entre las brumas del amanecer, el pueblo encajado entre montañas rojas y la bomba de color verle que suponen los nogales de más de cinco siglos de vida.
Porque Magdaz parece uno de esos lugares secretos de los que se habla en voz baja, un Shangri-La soñado y misterioso, aislado y montañoso, una ciudad perdida, la sensación de que ya, por fín, llegaste a ese lugar que tantas veces soñaste y que no tenías claro que existiese.
En la extraña luz de un lejano lugar,
alguien confundió el sueño y la realidad.
Y el desierto habló, de una antigua ciudad
donde el viento es oro y el tiempo eternidad.
Sol al despertar, frío para soñar.Hay mil refugios, mil laberintos y mil maneras de amar.
La Frontera
Magnifico relato. .
Me alegro que os haya gustado y gracias de verdad por decírmelo!
Hola Jesús, llegué en una ocasión andando y en otra con un burro que alquilé, pero en realidad es mucho más fácil. Desde Marrakech taxi compartido a Demnat, desde allí plaza en una furgoneta Demnat-Ifolou, ya muy cerca de Megdaz. Y una vez en Ifolou hay una gite de etape,su dueño es Hanini, te pones en sus manos y él te conseguirá transporte hasta Magdaz, ten en cuenta que no hay transporte regular y que depende de si alguien va para allá o de los días de mercado, él te informará bien, un saludo