LA INDIA. PICA AL ENTRAR Y PICA AL SALIR
Nelo | December 2, 2017Ocho y media de la mañana. Valencia bajo una ola de frío, poco habitual y particularmente intensa, más aún cuando se acaba de regresar de la India justo el día anterior.
Escribo ya en el ordenador, ya no lo hago a mano, natural pero casi ilegible en mi cuaderno de notas, traqueteado con el ritmo de los trenes del subcontinente recorriendo hacia el sur la preciosa Bengala Occidental.
Escribo y fumo.
Mejor dicho, escribo, fumo y voy al baño.
A veces las tres cosas a la vez, siento mucho hacer imaginar al lector esta penosa imagen pero es la realidad. Es un regalito que me he traído a última hora de la India, donde mi estómago se ha portado como un campeón hasta la rebelión de los dos últimos días.
Tal vez sea por el disgusto de tener que regresar.
Campos de Bengala Occidental.
Eso y un buen jet lag. Nada grave por cierto. Sufro de jet lag habitual sin salir de casa. Cuando tengo que estar despierto tengo sueño y cuando tengo que dormir parezco un búho. Y lo de ir al baño y escribir tampoco lo es. Ambas actividades tienen tanto en común…
Llevaba la friolera de 21 años sin pisar India. Tal vez demasiados. No hay razón particular en ello. Estaba ocupado en otras partes haciendo otras cosas. Equivocándome en no volver, por ejemplo.
El Brahmaputra a su paso por el estado de Assam.
En aquel primer viaje lo “único” que hice fue pasar un mes en una casa-barco en Cachemira. Febrero y Ramadán, para reafirmar mi don de la inoportunidad. Dicho lo del don si ironía ninguna.
Mandé reflotar una pequeña sikara, y remaba y remaba por lagos, canales y ríos con el fondo de un Himalaya nevado.
Mi primera vez fuera de Europa no sabía que eran muchas cosas. No distinguía un musulmán, o un hindú, del metacrilato. No sabía hacer la “o” con un canuto. Como ahora pero peor, creo.
Esta vez nos acercamos al Himalaya desde la ciudad de Darjeeling y recorrimos en moto el estado de Sikkim. Al fondo el Kangchenjunga (8.586 m)
Fue un viaje hermoso, aprendí cosas como que quedarse quieto para que sea el lugar el que pase por ti y no al revés no estaba nada mal, que el no moverse hace que todo se mueva, que de esa manera no viajas tú por el lugar sino que el lugar viaja por ti, a su ritmo, no al tuyo, tal vez en ocasiones discordante, tal vez a veces a contrapaso, cuando eres tú el que lo recorres, el que se mueve.
Y además no faltó tensión. Como debe de ser para dejar una profunda huella, un arañazo en la memoria, la cicatriz que demuestra que se ha viajado, que se ha vivido esa región.
Hubo tensión porque en aquel paraíso de vez en cuando se escuchaban ráfagas de metralleta y alguna bomba. Lejanas pero audibles, y algunas no tan lejanas. Además había zonas peligrosas, casi prohibidas, incluso en el mismísimo Dal Lake o en la propia ciudad de Srinagar, donde no podías pasear con las manos cubiertas, ocultas en bolsillos para protegerlas del frío, bajo riesgo de que el primer soldado que te viera te pegara un culatazo en el esternón para que las mostraras a su vista.
Para acabarlo de apañar fui sometido a la intensa presión del comercio. Después de cinco años sin viajeros por la zona, toda la gente dedicada al turismo, en especial la familia del houseboat, me quería vender cosas. Día y noche.
Remar por aquellos lugares compensaba de sobra todos estos sinsabores.
Además tuve una winter-wife que me salvó del frío del invierno. Era una pequeña maceta de barro con un asa de mimbre. Llevaba carbón encendido en su interior, me la colocaba bajo una gran capa propia de allí, la llevaba a todas partes, mientras andaba, mientras remaba, mientras descansaba, a todas horas me mantenía caliente.
Calefacción individual y portátil. No creo que la humanidad haya inventado nada mejor después de la winter-wife kasmiri, ni con la sofisticación, ni con la tecnología.
Volví a mi casa al mes y pocos días aunque había partido sin billete de vuelta. Lo que pasó es que murió un familiar cercano y querido, y mi familia era muy pequeña , y yo no tenía ganas de seguir estando lejos.
No regresé en más de veinte años, pero eso ya lo he dicho. Volvamos al presente..
Veinte años después. Nueve y media de la noche en Delhi. Habitación de hostal. La de los ojos marrones y yo.
-Cariño, voy a mirar cuando sale el vuelo de vuelta para mañana y así nos organizamos más o menos el día.- Llevamos un mes en India, mañana regresamos a casa, será nuestro último día en el subcontinente. Lo de organizarse es un eufemismo. Ni la de los ojos ojos marrones ni yo nos organizamos en prácticamente nada, a veces nos sale bien y otras veces es un desastre.
Miro la hora del vuelo, la 1.30 am del día 30. Hoy es 29 por la noche.
-Cari, es hoy, según esto volamos de aquí un rato.
-¿Qué?
-Me piiiiiiiii en la piiiiiiiii Nos vamos corriendo, haz la piiiiiiiiii mochila.
-piiiiiiiiiii, no hay manera de tener un solo viaje tranquilo, sin incidentes, como todo el mundo…
Como todo el mundo que sabe cuando sale su avión, que no los pierde cada dos por tres, y a veces por motivos tan tontos como no haber mirado cuando se regresa, o por otros aún más inconfesables como es haber retozado de más en alguna habitación siguiendo las más altas pasiones, dejando que el afán de reproducción del adn triunfe sobre cualquier tipo de horario.
Ahora huíamos a toda prosa enlazando líneas de metro de una Delhi nocturna, naranja y llena de humo, no carente de una poesía que ya no mirábamos, pendientes del reloj, hecho que a priori no conviene hacer en exceso en India.
(…) Es sencillo: el tiempo lineal es una abstracción occidental, moderna, y la ignoran.
André Van Lysebeth
Ya habíamos perdido el avión de la ida. Eso ocurrió un mes antes, aunque esa vez no fue por estar follando, sino que ya sabéis, el primer avión no llega a tiempo y el segundo despega mientras en los altavoces dicen tu nombre, que resuena por todo el aeropuerto con acento extraño mientras tú estás en otra parte.
Resultado noche en Moscú extra. Bueno, ni siquiera en Moscú, sino en una habitación ambientada con el olor de queroseno de los aviones del aeropuerto de la capital rusa, que suena como hasta romántico con su toque industrial-futurista al más puro rollo Aviador Dro, pero no lo es cuando uno espera estar aspirando los aromas de la India. Los buenos, que son casi todos.
Casi no hay luna esta noche,
tengo parado el reloj,
camino por el aeropuerto
buscando tu constelación.Selector de frecuencias. Aviador Dro y Sus Obreros Especializados.
Así que al aeropuerto de Delhi llegamos un día después de lo previsto, y ya que este post se hunde sin remedio en lo escatológico, diré sin decir lo primero que hago en la India, más que nada por aprovechar los que puedan ser los últimos baños más o menos soportables que veré en algún tiempo. Ya sé que esta postura es muy occidental y que son detalles que no suelen salir en los blogs de viaje, pero reconoced que también lo habéis hecho lo de aprovechar el aeropuerto. Por si acaso y por lo que pueda venir. Esta posibilidad de baños asquerosos puede ser indicativo de que elegiste un país emocionante.
Así que en el mismo aeropuerto de Delhi, y para darle ya un matiz indio, un señor está dispuesto a ayudarme en mis quehaceres. Es el encargado del baño. Podríamos decir sin temor a equivocarnos, que el suyo es un trabajo de mierda. Así me dice que retrete he de usar, al cual entra el primero, me limpia la taza y arregla un par de cosas, seguidamente lo perfuma y sonriente, como con cariño, me lo entrega. El se queda fuera, supervisando mi primera ofrenda local, y cuando termino puedo ver su rostro satisfecho mientras me dice que lavabo usar y dónde está el jabón de manos. Se anticipa para darme la servilleta con la que secarme y queda tan agradecido como yo.
Las cagadas de la gente son su vida, al menos laboral.
Aunque esta vez no me piden que valore su actuación, como en Japón, de 0 a 5, a través de una tablet en la pared, junto a una foto digital del modélico y apestado empleado.
Y aunque ya no puedo arreglar que este sea un post de mierda, si diré que encontré Delhi cambiada, casi tanto como debo haber cambiado yo. Aunque pensando con profundidad puede que en esencia siga siendo la misma, al igual que lo sigo siendo yo, me temo.
Delhi, hoy en día.
La describiré, creo, que un en próximo artículo, pero no sé, es que llevo un jet lag que de momento me voy a dormir. Además estoy descentrado, esta mañana no me despertaron los cuervos, la paella no pica, los coches no pitan, y por las aceras apenas camina gente a pesar de que vivo en pleno centro. Además todo está demasiado limpio y como recién pintado, como un decorado. Como si fuera mentira…