SOBRE CUANDO QUIERES VIAJAR Y NO PUEDES
Nelo | May 21, 2016A veces me canso de leer algunos blogs de viajes, creo que escribimos demasiado animando al viaje y muy poco, o nada, respecto a tener paciencia, no siendo del todo conscientes que hay gente que nos lee que por los motivos que sea no puede viajar, por lo que ese bombardeo en plan “eres un pringao porque no te atreves a viajar”, que al final es el mensaje subliminal que en ocasiones se te queda cuando los lees, roza la falta de sensibilidad y conduce a la ansiedad del lector.
Además algunos de ellos sólo quieren venderte cosas, que está muy bien y es totalmente lícito en este mercado global, las cosas se compran y se venden, eso es así y lo sabemos todos, pero lo importante es ser consciente de que te intentan vender su idea maravillosa que te cambiará la vida, aunque eso no es exactamente lo que tal vez ocurra, aunque tu dinero, o tu “click” sí que contribuya a que su formula funcione, para ellos mismos, claro. No para ti que necesitarás la tuya propia, la única que te servirá.
Se esconden bajo títulos ya estandarizados que saben que provocan una gran cantidad de entradas, muchas veces se copian unos a otros, otras veces detrás del título no hay gran cosa, un contenido vacío que ni siquiera entretiene, no les importa, ya entraste, ya tienen tu click y así los de otros miles de personas, pero a ellos como a ti, como a mí, nos hicieron perder el tiempo. Otras veces hay contenido prometedor pero no mostrado claramente y te conducen a un link de una venta, un tutorial milagroso, un destino promocionado, o algo que les ayude conseguir sus ambiciones.
Me esfuerzo en distinguir bien, y no siempre lo consigo, me parece muy correcto alguien sea tan conocido que se pueda permitir el lujo de poder vender lo que escribe para seguir viajando, pero no me lo parece tanto de alguien que lo que te vende es humo. Vendes humo cuando lo que vendes es una quimera creada a raíz de la necesidad del cliente, no existe de por sí, es la promesa de conseguir un buen bocadillo de jamón, no un bocadillo de jamón propiamente dicho. Me explico, puedo venderte mi experiencia tal cual, como es, con sus claroscuros, no hay trampa ni cartón, o puedo venderte lo que tú quieres oír.
¿Cuál de las dos maneras piensas que tendrá mayor éxito? Sí, desgraciadamente la segunda.
¿Estaré ahora haciendo yo lo mismo?
Y si es en forma de listado mucho mejor. La clasificación, etiquetado y enumeración es la vaselina perfecta:
1 Un listado es como sexo rápido en esta sociedad siempre con prisas.
2 Consumo instantáneo de placer fugaz, te bajas los pantalones, te practican una felación sin gracia y plastificada, se dan la vuelta, y en cinco minutos has acabado, y ya puedes buscar más listados, más títulos incitadores.
3 No importa que conduzcan a la nada, que sea un círculo vicioso, la puñetera pescadilla que se muerde la cola y que detrás de eso no haya gran cosa, excepto el desasosiego.
4 Lo importante es que ya serviste a sus intereses, ya fuiste un cliente, ya formaste parte de la cadena. Nada más. Y si quieres formar parte del juego tendrá que ser con sus reglas, como en un sistema piramidal en el cual al engañado sólo le quede engañar a su vez.
Sí, juego contigo para que te des cuenta, pero:
5 Los listados enumerados me dan retortijones de estómago por su simplicidad, por ser el resumen de un mundo sintetizado, cuadriculado y rectilíneo.
6 Al carajo con ellos.
Pienso que hay de verdad gente que no puede viajar, y no es porque no se atrevan o porque no quieran, me canso de tanto esnobismo, ¡no son excusas! hay gente que no viaja porque cuidan de familiares enfermos o dependientes, llámense hijos, nietos, abuelos, padres, no importa, hay gente que no puede viajar porque ellos mismos están enfermos, hay gente, la mayoría en este planeta tan apasionante e injusto, que no viaja porque está demasiado entretenida en sobrevivir, hay gente que por su nacionalidad no le dejan ir ni a la vuelta de la esquina, en este mundo lleno de muros y alambradas de espinas, hay gente inmersa en guerras, mujeres obligadas a caminar calle arriba y calle abajo, hay gente metida en unos quilombos que bastante consigue con seguir viva, gente presa en miles de cárceles repartidas por todo el planeta.
En realidad viajar por placer es para “niños bien”, somos snobs, pijos inadaptados sin ford fiesta blanco ni jersey amarillo, me da igual que viajemos con muy poco dinero, rastas, o una cresta de color naranja, o incluso que dejemos la vida en ello, al fin y al cabo es una elección propia. Sarna con gusto no pica. Tenemos la libertad de hacerlo, pudimos salir a buscar, pero otras personas realmente no pueden, y no podemos mirarlos desde arriba. No somos mejores que aquél que nunca salió de su pueblo, no somos mejores que aquél que está simplemente esperando un momento más propicio para irse de viaje, no somos mejores que un padre de familia con seis hijos que conduce un autobús de línea, tiene una hipoteca de infarto y nunca vio el mar, ni tampoco mejores que el africano que espera su oportunidad al otro lado de la valla. Guerras, refugiados, o tan sólo emigrantes buscándose la vida, ellos son los verdaderos héroes de los viajes. Nosotros no, aunque sólo sea porque pudimos elegir. En un momento dado pudimos decidir.
Si los viajeros aprendimos algo en nuestras andanzas creo que tendríamos que ser extremadamente cuidadosos al mostrarlo sin intentar mirar por encima del hombro, indicativo esto de que quizá no hayamos aprendido tanto. La sutilidad debería ser la base de nuestras enseñanzas en el caso de que creamos que realmente tenemos algo que vale la pena enseñar, cosa que dudo firmemente.
Viajar es como la papiroflexia, o cualquier otra disciplina. Los verdaderos y apasionados amantes de la papiroflexia pueden estar convencidos de sus bondades infinitas como arte y actividad diaria, centrar su vida en ella, hacer que la papiroflexia corra por sus venas, que sea su religión, un punto de equilibrio, algo transcendental e incluso místico que les llena de gozo y satisfacción, pero a otros por mucho que miremos en nuestro interior, la papiroflexia realmente nos la trae floja. Ninguna de las dos variantes me parece mejor que la otra.
Creo que deberíamos decir al que quiere viajar y no puede hacerlo que no pasa nada, que su hora llegará, que esté tranquilo y darle fórmulas para que lo esté, y disfrute igualmente, y no se sienta frustrado porque tarde o temprano lo conseguirá. La sabiduría puede encontrarse al borde del camino o permanecer sedentaria siempre bajo el mismo árbol. ¡No hay reglas! ¡Todo es relativo! ¡La verdad no existe, o está en todas partes, o en ninguna, o en ti, independientemente de lo que hagas! ¡Dentro de 100 años todos calvos! Incluido el más intrépido de los viajeros.
En este mundo de consumo rápido lo queremos todo y lo queremos ya. Pero las montañas tardan millones de años en hacerse, el buen vino necesita de una maduración, las mejores obras de arte no suelen hacerse en poco tiempo. Toda música tiene su ritmo porque si no, no hay quien baile. La vida termina para todos siempre en el momento más inoportuno, y el desastre está tan presente como la felicidad.
Si, por poner un ejemplo, quiero ir a Japón y tengo veinte tiernos años, puede que pasen bastantes hasta que consiga hacerlo, a los 25, a los 35, tal vez visite Japón a los 55, por lo que sea, por circunstancias varias, o porque simplemente hay demasiadas cosas por ver. ¿Qué hago todo ese tiempo con mi deseo de Japón? ¿sentirme mal? ¿tirarme por una ventana? ¿darme cabezazos contra un pared? ¿ser un burro detrás de una zanahoria a la cual es imposible alcanzar de momento?
Me lo digo todo esto también a mí mismo, a ver si se me queda algo, porque estoy harto de tropezar mil veces con la misma piedra.
En esta Valencia mediterránea y primaveral las terrazas de los bares bullen de gente tomando el aperitivo. Cerveza y tapas, la española hora de la libertad. Muchos de ellos me parece que basan su felicidad en poder hacer esto: mientras puedan sentarse a tomar algo y charlar todo irá bien.
A mí me resulta insuficiente, tal vez porque cierro los ojos y me vienen imágenes de un mundo enorme que apenas vislumbré, pero ese es mi problema, no el suyo.
Suelo aburrirme –no siempre- cuando me siento en las mismas terrazas demasiados días seguidos. Pero ese es también mi problema.
Si los agarro uno por uno y realmente pudiera ver quienes son, encontraría de todo. Universos personales únicos o no, maravillosos y llenos de color, o no. En realidad son felices si creen que son felices y yo no, porque cuando estoy algo de tiempo quieto suelo andar insatisfecho, de manera no continuada, pero sí como rasgo general de mi eventual sedentarismo. Pero ese es mi problema.
Hoy la pálida dama se llevó a Miguel de la Cuadra Salcedo, uno de los últimos grandes aventureros de su generación, descanse en paz. Quien conozca un poco su vida no se atreverá a decir que no vivió o que vivió sin emociones fuertes.
¿Si pudiera se cambiaría por cualquiera de los que estamos sentados en esta terraza desde la que escribo todo este rollo?
Por mucho que le doy vueltas no tengo respuesta, aunque sólo se trate de contestar sí o no.
El tiempo, presente indicativo y gerundio, es lo único que tenemos. Estar aquí es lo único que hay. ¿Cambiaría todas sus aventuras a cambio de estar vivo pero sin deseo de ellas?
Estoy aquí, fumando y escribiendo chorradas aunque me gustaría más estar apretando contra un tronco en un bosque de los Cárpatos a la de los ojos marrones mientras la magreo por debajo de su bendita minifalda, me gustaría más quizá estar conduciendo un coche viejo y potente mientras lo hago derrapar en todas y cada una de las curvas de aquella bonita carretera de los Alpes. También me gustaría más escuchar la llamada a la oración sumergido en algún país de los que trata de maravilla al viajero, como suelen ser casi todos los países musulmanes, o recorriendo los mares del sur en solitario a bordo de un cascarón de madera impulsado por el viento y mecido por las olas.
Pero estoy aquí. Aquí y ahora. Muchos quisieran estar aquí y ahora.
Y de la misma manera donde tú estás también. No dejes que nadie te haga sentir mal.
Seamos serios, otros por menos han muerto.
Seamos aún más serios, tanto, que nos entre la risa:
¿Respiras? ¿te late el pulso? Entonces todo va bien. Todo lo demás qué importa.
Entonces ya estás en el camino, enhorabuena. Viajar ya llegará.
Se tenía que decir y se dijo. ?