GHANA. NAVEGANDO POR EL VOLTA EN LA YANDIA QUEEN
Nelo | January 7, 2015En cuanto asomo por el mercado, Mussa vuelve a cazarme, 10 cedis para ir de Akosombo al puerto, que está pasando al otro lado de las montañas, lejos, cercano a la enorme presa causante de toda esta artificialidad acuática. El lago Volta en Ghana es uno de los mayores embalses del mundo.
Cuando llegamos al embarcadero hay un montón de gente esperando. Hoy es lunes y son las 4 y media de la tarde.
-Sólo hay un barco semanal y sale a las 5 –me dice una sonriente señora gordita uniformada.
Su nombre es el Yandia Queen.
Volvemos al pueblo a toda velocidad, otros 10 cedis, el brioso motor del Renault 18 años 80 de Mussa rompe el sosiego de los alrededores del hostal. Tengo que decir que me voy y que me devuelvan el dinero.
– Pero es que usted utilizó la habitación durante un par de horas.
Tiene razón, hice aquí la siesta…otros 10 cedis, pero me devuelve el resto.
Y otra vez al puerto con Mussa, a toda velocidad, otros 10 cedis.
Al llegar a la caseta de venta de tickets me topo con una señora estresada y malhumorada, había cerrado ya la lista y le tocará volver a hacer cuentas sólo por mí.
No me trata bien, me ladra:
-No quedan ya cabinas, sólo cubierta, 20 cedis- Y me hace pagar 3 cedis más por el equipaje.
El barco zarpa a las tantas después de una fascinante tormenta seca de luces, rayos y relámpagos.
Había leído tantas veces en los relatos de viaje en barco por África la segregación de razas y clases en las diferentes cubiertas que al tocarme apenas me sorprende, cuando todo el mundo se dirige a la cubierta inferior a mí no me dan opción.
-Por favor,-alguien extiende las palmas de sus manos frente a mí- usted a la cubierta superior.
La tripulación, los blancos y los ricos (estos dos últimos términos son sinónimos en las Áfricas que yo he visto) viajamos en la cubierta superior, hay otras dos por debajo donde se concentra el resto de la gente.
Una vez arriba hablo con la señora gordita simpática del muelle –no con la antipática- y le pregunto por una cabina.
-Espere y hable con el capitán.
Aparece el capitán, muy amigable, y me enseña un camarote que está más que bien, helado, con su aire acondicionado y sus literas para mí solo.
-Si quiere puede dormir aquí, sólo tendrá que pagar la diferencia de los 20 a los 80, o sea 60 cedis.
En el puerto me dijeron que no quedaban cabinas y ahora me encuentro una bien parecida delante de mí. Pero en el tiempo que pasa hasta que se lo pago se lo piensa mejor y me pide 67 cedis. Esos 7 cedis son su comisión o la de alguien.
Dos euros de más, no discuto, los pago a gusto. El camarote está muy bien, paso una buena noche y un mejor día viendo a través de mi amplia ventana pasar las orillas de un África soñada y ahora real, las orillas de un lago, el lago Volta, el lago artificial más grande del mundo.
Navegando por el Lago Volta, surcando dulcemente el mediodía ghanés, acodado en la barandilla del Yandia Queen, deslizándonos dócilmente sobre su superficie con los ojos entrecerrados por la reverberación, me he dado cuenta de repente, de golpe.
Mientras caía el sol, y sus rayos refulgían en el agua como estrellas, y almas con pieles negras sudaban, brillaban y sonreían, lo he visto todo.
Se trata de la belleza, por eso hay blancos que vuelven una y otra vez.
Es una belleza directa, majestuosa, sin remilgos. Simple. Tan simple y directa como la fealdad. Belleza que se ofrece sin pudor, brillante, sin capas de maquillaje, sin artificio. No hay engaño.
La fealdad africana me parece igual, no es hipócrita, no es una pútrida alcantarilla que se esconde bajo una bonita avenida, es una mierda enroscada al lado de la puerta de una casa secándose al sol.
Fealdad descarnada que combina con una profunda, insondable y armónica belleza.
Vibrante y potente belleza.
La vida en estallido.
Una explosión de color.
Un Big Bang terrestre y humano.
Le podéis dar al globo todas las vueltas que queráis, no digo que en otras partes no se encuentre, pero hasta que no lleguéis a África Occidental no la veréis con mayúscula, con fuerza, incluso con brutalidad; y por supuesto, con el poder de lo efímero.
Aquí es donde hay que venir.
Sin falta y cuanto antes.
Dejando atrás todos los miedos que tenemos a este continente.
Y mientras nosotros navegamos hacia el norte.
La navegación por un lago es una especie de levitación por encima de una superficie tan sumisa, que se transforma hasta en perfecto y colosal espejo de las tierras emergidas. Uno, al recorrerlo, apenas causa una ligera turbación de en él, volviendo a ser virgen e incorruptible en muy poco tiempo.
No se me ocurre manera más delicada de acariciar al planeta, sin ni siquiera dejar la más mínima huella de nuestro paso. La estela del barco enseguida desaparece y todo vuelve a ser como era.
Cosa no recomendable que ocurra en sentido inverso; el lago, el viaje, el planeta sí debería dejar en nosotros huellas, incluso cicatrices. Para qué viajar si no…
Oh dance in the dark of night,
Sing to the morning light
Hay que tirarse al mundo a pelo, cualquier remilgo en este sentido es altamente perjudicial para la salud.
Y por hablar, pocas horas más tarde en Yeji, a punto de hundirnos, tormenta con tintes apocalípticos.
Al llegar la noche el mundo se ha vuelto loco y sopla enfurecido después de dos días de un tiempo tranquilo y estable, la superficie del lago es ahora una marejada en toda regla, los objetos no amarrados a cubierta salen disparados por los aires, una silla de plástico golpea en la espalda de un hombre, le hace daño. El casco del buque se impacta repetidamente contra tierra firme, cada golpe es una sacudida capaz de derribarnos…Se escuchan gritos.
Y justo en el momento final de nuestro viaje, justo en el momento de la arribada al puerto de Yeji, cuando ya estamos detenidos junto a la orilla.
El Capitán Jonathan, sale del puesto del mando para ver mejor el costado donde golpeamos tierra, se coloca a mi lado, pues yo también lo estoy mirando:
-Mal tiempo, Manuel.-me grita por encima del ruido de la tempestad.
Me cuesta entenderlo debido las ensordecedoras rachas de viento huracanado.
-Pero, capitán, ¿es peligroso?
-Oh sí, muy peligroso.
La carga se ha desplazado, calculo que ocurriría si he de saltar al agua y nadar hacia tierra…desde esta altura me veo aplastándome contra el fondo fangoso de la orilla del lago.
Pero el tiempo pasa, y yo, sigo seco, algo acojonado, y esperando porque ya se sabe que viene después de la tormenta.
Y la calma llega, y yo, en plena oscuridad, me voy a un hotel donde apenas duermo porque el aire del ventilador solo removía calores.
Lo encontré siguiendo una sombra que en el puerto me dijo: Blanco, ven conmigo.
Hotel marrano y ruidoso, otro más para olvidar. Pero de madrugada se va la luz, y con esto suceden a la vez dos cosas; al pararse el ventilador entra aire fresco por la ventana, y al cesar su zumbido, música de una fiesta no lejana.
Cánticos y tambores.
A veces sólo hay que apagar el ventilador.
Aún así no duermo un solo minuto, será que no me hace falta, estoy bien, en serio.