KIRGUISTÁN. MONTAÑAS Y VODKA.
Nelo | October 3, 2016Balykchy-Cholpon Ata-Karakol
En Balykchy, a orillas del lago Issyk Kul, el mayor de Kirguistán, es asomar la cara fuera del tren que viene de Bishkek, y un pequeño enjambre de taxistas revolotea ofreciéndonos sus servicios incluso antes de poner los pies sobre los andenes, pero nosotros nos vamos con una señora que viajaba en el siguiente compartimento con su marido y su hijo; nos dice que les sigamos, que van para Cholpon Ata y que ya tienen taxi. Le hacemos caso.
Las afueras de Balykchy tiene la belleza de lo desolado, cielos fríos, edificios desconchados y vías de tren abandonadas.
Balykchy parece un buen sitio para los amantes de los lugares abandonados.
Una ciudad sorprendentemente sin menciones en el todopoderoso Trip Advisor pese a sus 40.000 habitantes, el patito feo, o mejor aún el cisne negro que yace varado en el extremo oeste del lago Issyk Kul.
Si quieres saber más sobre ella puedes encontrar una descripción más detallada pinchando en este otro artículo, está al final: Kirguistán, el tren de las montañas celestiales.
Aidina, pasajera kirguisa del tren de Bishkek a Balykchy, yendo a ver a sus padres el fin de semana a un pueblito a orillas del lago Issyk Kul. Una de las cosas que más me impresiona de los viajes es la cotidianidad de las cosas mientras te crees Marco Polo atravesando Marte.
En el taxi compartido somos esta familia de tres, una chica que parece la doble de Yoko Ono acompañada de un rubicundo y sonrosado ruso de cuello de toro, una bella durmiente que no despertará en todo el viaje por muy alegremente que saltemos de bache en bache, y ya detrás del todo estamos nosotros dos, junto a una madre y una hija que realizan esta ruta vomitando de manera intermitente pero constante. Ambas. Dan ganas de felicitarles por su regularidad.
200 som por cabeza es el precio de la plaza en el taxi compartido Balykchy-Cholpon Ata, menos de 3 dólares americanos para algo menos de 80 kilómetros. Pagamos al salir en una gasolinera donde repostamos, en cuanto dejamos atrás los paisajes urbanos post-industriales de Balykchy, el lago Issyk Kul se muestra en todo su esplendor, la carretera lo bordea con un fondo de montañas colosales de nieves eternas.
El segundo lago alpino del mundo después del Titicaca, el que nunca se congela mientras todos los demás de la zona lo hacen, debido a su salinidad y a sus manantiales termales.
Un lago que está unos 8 metros más alto que en la Edad Media, donde los buceadores han encontrado una importante ciudad sumergida de unos 2500 años de antigüedad, utilizado en época soviética para probar torpedos, parte importante de una de las antiguas rutas de la seda, y endorreico (sin desagüe).
Tardamos unas dos horas en llegar a Cholpon Ata en medio de un atasco de tráfico formidable, dicen que porque el presidente de Kirguistan llegó hoy, 1 de agosto.
El presidente de Kirguistán es el tercero desde su independencia tras dos revoluciones, y de él se espera que no tenga que ser una tercera lo que acabe con su mandato. Empresario y político de éxito, y al parecer cantautor. La canción del siguiente video está compuesta e interpretada por él, tanto a la voz, como a la guitarra.
Y aunque la palabra corrupción resuene en todo el país, al menos lanza campañas en contra de la radicalización del Islam en este fragmentado territorio tanto en norte-sur como en las diferentes etnias y religiones que lo componen.
Este cartel, colocado por las carreteras de todo el país es el principal exponente de la campaña gubernamental en contra del fundamentalismo. Me parece muy interesante, en él se pregunta ¿Hacia dónde vamos?
Podemos ver cómo se va produciendo un cambio desde el color y belleza originales del propio país, totalmente respetuosas con las tradiciones islámicas además, pasando mediante el adoctrinamiento, a la homogeidad, a lo radical, al oscurantismo en definitiva.
En él se intenta hacer reflexionar a la sociedad kirguisa sobre qué tipo de país quieren tener
La temperatura es alta, Cholpon Ata es un lugar turístico donde desde la época de los zares se recibe turismo de baño y embadurnamiento de barro. Una especie de Benidorm, Punta del Este o Cancún, pero a lo soviético y con las playas en un lago de altura rodeado de altísimas montañas en medio del continente asiático. Turismo ruso de balneario y bañadores horteras.
Nos dejan en lo que se supone es el centro, nos enseñan varias habitaciones a diferentes precios, algunas muy baratas, pero el ruido, los turistas, el trasiego incesante de coches, hacen que deambulemos por varias sin decidirnos, por lo que buscamos un sitio donde comer y nos largamos de allí.
En Kirguistán una comida como esta no suele pasar de los 2 o 3 euros.
Una rubia teléfono en mano nos ayuda para encontrar un taxi compartido a Karakol, hace mil llamadas y averiguaciones, nos consigue un coche gratis hasta donde se encuentra el taxi, pierde el tiempo con nosotros. Esto es una constante en Kirguistán, la gente te ayuda desinteresadamente.
Aunque hay alguno que no; el taxista nos cobra 250 soms mientras los demás creemos que pagaron 200. Luego querrá llevarnos hasta la puerta del hotel en Karakol después de dejar a los demás pasajeros y nos pedirá otros 200. Le daré 100, el precio de cualquier trayecto en taxi dentro de Karakol es de 75 som.
Qué tontos, pensaréis los autoestopistas, cuando se hace dedo va todo rodado y no se pasa por esas situaciones, y probablemente tengáis razón.
Karakol recibe montañeros y también viajeros que van hacia China por tierra, es ancha, de casas bajas, y calles arboladas y bacheadas, una ciudad pequeña, un pueblo grande, con la constante de otras ciudades del centro de Asia, activa en el bazar y lánguida en el resto, donde siempre parece que haya tiempo y espacio para todo.
No busquemos aquí frenesí, aunque al final, cómo no, lo encontraremos. Y aunque a mí me resulten muy interesantes y espectaculares, el brillo de Kirguistán pienso que no está en sus ciudades o pueblos, o en cualquier caso es empañado por los destellos de sus montañas y naturaleza soberbia, por lo salvaje.
Y así es como debe ser en un país de tradición verdaderamente nómada, donde sus gentes moraban en yurtas y nacían, vivían y morían sobre los lomos de sus caballos.
Porque podrá gustarte Karakol, ciudad de la que seguiré hablando en próximos artículos, en mayor o menor medida, pero cuando te acerques a sus montañas, y te bañes, tras 18 kilómetros de alpina caminata, en las fuentes termales de un valle como el de Altyn Arashan, quizá tendrás uno de esos momentos que andas buscando en tu deambular viajero.
Un momento cumbre, un explosivo orgasmo espiritual, donde el alma se corre mientras permaneces sumergido en una poza para dos, pública y gratuita, de agua caliente y humeante, enclavada en un desfiladero de profundos bosques y atravesado por un río bravo e impetuoso.
Pero eso vendrá más adelante, por ahora acabamos de llegar a Karakol.
Nuestro hotel, llamado Hotel Issyk Kul, como el lago, qué derroche de imaginación, es rollo soviet a tope, nadie habla inglés, es grande pero permanece en silencio, en permanente penumbra, extraño, tranquilo, enclavado en un pequeño bosque, su precio es 1022 som, unos 15 dólares la doble. Me gustan este tipo de sitios, ecos y susurros por los pasillos, habitaciones grandes y pasadas de moda, terraza propia con plantas vivas, recepcionistas con los que supone un reto pedirles algo pero al final lo acabas consiguiendo, cosas así.
Dejamos nuestras mochilas allí y lo abandonamos enseguida para dedicarnos a explorar la ciudad. Acabamos en una discoteca en una fiesta de policías kirguises y mochileros daneses borrachos.
El precio de los destrozos que se pudieran causar va incluido en el menú, y me hicieron sospechar que en Kirguistán no se andan con chiquitas.
Al rato los efectos del alcohol empiezan a hacer mella en nosotros también, y la de los ojos marrones se deja magrear a base de bien mientras baila con un señor con bigote, gordito y simpático.
Se lo hago pagar esa misma noche en la oscuridad de la habitación del hotel intentando hacerle un nudo con sus pies tras su bonita nuca.
Y en el pecado llevarás la penitencia.
Lloverá durante toda la noche y al día siguiente un sol radiante iluminará nuestras resacas bajo cielos lavados y relucientes.
El atardecer nos encontrará en un bar popular de menú único y precios muy bajos donde pagaremos nuestras culpas tragándonos sin rechistar y con la cabeza baja, sendas sopas de remolacha.
Sopas de remolacha. Está claro que nos va el turismo extremo.
Estoy leyendo todos tus relatos de kirguistan y aparte de reirme bastante me parece todo muy detallado y bien explicado. Viajo a kirguistan en 20 dias, y como tu voy con mis ojos verdes. No tenemos mucho planeado puesto que somos mas de improvisar, pero me encantaria poder contactar contigo para que me dieras algunos consejos y cosas imperdibles dentro del pais. Lo de la poza en el desfiladero me parece algo sublime, asique si puedes por favor, te lo agradeceria. Un saludo y gracias!
Fantástico, me alegro que te gusten, en estos momentos debes estar por allí, estaría bien que contases aquí qué tal es la experiencia en Noviembre. Gracias a ti, un saludo!!