iRÁN, VIAJE A LA ISLA DE ORMUZ, GOLFO PÉRSICO
Nelo | January 21, 2015El Estrecho de Ormuz, quedaba en mi memoria como uno de esos lugares míticos, lejanos y exóticos rodeados de una aureola de romanticismo y leyendas de piratas. Lo que no sabía es que es una isla la que da nombre a este legendario estrecho.
La Isla de Ormuz, situada en el Golfo Pérsico, pertenece a Irán y se encuentra enfrente de la ciudad de Bandar Abbas.
No solamente es un lugar totalmente no turístico y poco conocido -no hay un solo hotel- sino que es además una isla absolutamente peculiar y asombrosa, muy árida, hecha de sal y de azufre recubierta de rocas volcánicas y tierras amarillas y rojizas, con unos paisajes mágicos de colores increíbles, de esos que son merecedores de ser calificados como “de otro mundo”, que deja en el viajero la ilusión de haber llegado a un lugar muy remoto.
Es muy fácil llegar a ella desde Bandar Abbas, con un servicio continuado de ferrys que apenas cuestan unos céntimos de euro al cambio y recorren varias veces al día la distancia de 15 kms del mar verdoso que las separa.
Su visita en invierno permite escapar al estremecedor frío que hace en el resto del país.
Hoy en día, en Ormuz, la única población de esta isla de 45 km2, es un lugar tan desolado como el resto del territorio y toma su nombre de una de las ciudades más ricas y prósperas, a unos 60 km. en la parte continental, antigua capital de un reino, puerto de crucial importancia en las rutas comerciales entre la India y el África Oriental, refugio durante siglo de piratas y fuente continua de guerras entre persas, portugueses, árabes e ingleses.
Encontramos una buena descripción de la pluma de Joao de Barros, Décadas da Asia:
“La ciudad de Ormuz está situada en una pequeña isla llamada Gerum que queda casi en la garganta del estrecho del mar Pérsico tan cerca de la costa de la tierra de Persia que habrá de una a otra tres leguas y desde la otra a Arabia y tendrá alrededor poco más de tres leguas: toda muy estéril y en mayor parte una minera de sal y azufre sin tener naturalmente un ramo o hierba verde.
La ciudad en sí es muy magnífica en edificios, gruesa en trato por ser una escala donde concurren todas las mercaderías orientales y occidentales en ella, y las que vienen de Persia, Armenia y Tartaria que le quedan al norte: de manera que no teniendo la isla en sí cosa propia, por comercio tiene todas las estimadas del mundo (…) la ciudad es tan vizosa y abastecida, que dicen los moradores de ella que el mundo es un anillo y Ormuz una piedra preciosa engastada en él”
Siendo durante mucho tiempo perfecto ejemplo de ciudad canalla, cumbre magnífica de despiporre y desenfrenos morales y sexuales de toda índole.
San Francisco Javier, en su Viaje a Japón, pasa por aquí:
“Su estado moral era enorme e infamemente malo. Era la sede de la sensualidad más repugnante, y de todas las más corruptas formas de cada religión en oriente. Los cristianos eran tan malos como el resto en la extrema licenciosidad de sus vidas. Había pocos sacerdotes, pero ellos daban mala fama a su nombre. Los árabes y los persas han introducido y vulgarizado las más detestables formas de vicio. Se dice que Ormuz es un Babel por su confusión de lenguas, y por sus abominaciones morales para ponerse a la altura de las ciudades de la Llanura. Un matrimonio legal era una rara excepción. Los extranjeros, soldados y comerciantes, perdían toda restricción en la indulgencia de sus pasiones. La avaricia se convirtió en ciencia: se estudiaba y practicaba, no por la ganancia, sino por sí misma, y por el placer de engañar. El mal se ha hecho bueno, y se creía que era un buen negocio romper las promesas y pensar que los compromisos no son nada…”
En la actualidad el 40% del tráfico marítimo de petroleo pasa por enfrente de sus costas. Un mar infestado de grandes buques y petroleros fondeados en el estrecho esperando su turno así lo atestigua.
Y de vez en cuando, conflictos entre Estados Unidos e Irán estallan muy cercanos a ella, como cuando Estados unidos mandó de un zambombazo al fondo del mar un vuelo comercial de la compañia Iran Air, entre Bandar Abbas y Dubai, justo al final de la guerra Irak-Irán. Frente a estas costas murieron sus 295 pasajeros.
“Nunca me disculparé por los Estados Unidos de América. No me importa lo que los hechos digan”
Dijo Bush, en rueda de prensa.
Todo este pasado turbulento es imposible de dislucir cuando uno disfruta de la languidez de una pequeña población de pescadores en una isla de sal, azufre y silencio.
Conviene alquilar una moto-taxi y dar una vuelta a esta isla sin apenas vehículos. Negocia el precio, no debería costar mucho más de unos 100.000 riales.
Dura todo el día y si la carretera lo permite se circunvala la isla. Cualquier isleño que os lleve sabe donde tiene que parar para ir enseñando lo más interesante y peculiar.
Montañas blancas como la nieve con minas de sal, paisajes marinos, ríos de azufre.
Montañas rojas, con minas de arcilla, antiguas ruinas donde se cargaban a los barcos piedras de sal y trozos de óxido de hierro, utilizables como lastre de los veleros, un fuerte portugués con sus cañones, al lado de un puerto de pescadores.
Antes de esto, a mi joven mototaxista se le había acabado la gasolina justo antes de llegar a la población:
-No pasa nada, sigo andando.-Le digo, mientras me echo la mano al bolsillo para pagarle. Le doy el dinero acordado, me pide el doble.
Pobre, es una débil intentona, primero estaba más que claro el precio acordado, segundo se ha quedado sin gasolina -ya nos hemos recorrido todas las bajadas de la isla con el motor apagado porque sabía que no le quedaba gasolina- tercero es demasiado joven o yo demasiado viejo:
-Qué va, ni loco te doy eso- le doy una propina y me marcho.
Al llegar al puerto y esperar un par de horas el último ferry al continente, conozco a un ingeniero ultra-forofo del Barça. Me paga el billete a Bandar Abbas por mucho que yo le insisto que no lo haga.
En Irán no han parado de pasarme cosas así, y sin contar los que practicaban taarof, que ya sabéis que es una práctica consistente en ofrecer o rechazar todo hasta tres veces.
En Irán uno se siente acogido, seguro e incluso protegido por el resto de los ciudadanos en tu condición de extranjero.
Sí. Irán, uno de los países más seguros del mundo para los viajeros.
Y ahora voy y lo casco.