EN SINGAPUR TAMBIÉN CUECEN HABAS
Nelo | July 15, 2015Las putas sentadas en las aceras y portales del distrito Geylang-Lorong dejan pasar sus tristes noches bajo calores y humedades tropicales asfixiantes para el recién llegado, mientras sus clientes, una vez satisfechas sus necesidades más primarias, abandonan la zona con miradas clandestinas mientras se arreglan los faldones de sus camisas.
Ahora ya sé porqué todos los hoteles más baratos se arremolinan en torno a este área.
Porque se puede pensar en Singapur como la ciudad-estado ordenada, limpia, cara y llena de prohibiciones radicales, pero Singapur también tiene un lado canalla, humano, tirando a indecoroso, con sus restaurantes de comida barata, y sus karaokes de más que dudosa reputación.
El hotel elegido para pasar la noche, el más barato que encontramos, situado en el distrito de Geylang-Lorong, seguía siendo caro para lo asqueroso y mugriento que era, así que recomiendo firmemente que si se viaja en avión, y sólo se tiene que pasar una noche en Singapur, dormir en el aeropuerto. Por algo es el llamado mejor aeropuerto del mundo, y por una vez, voy a estar de acuerdo con lo que dice la mayoría.
Singapur muestra en barrios como éste, que no es sólo una ciudad impoluta, con enormes edificios que dan la impresión de auténticas colmenas urbanas, aderezadas de grandes y húmedas zonas verdes, con anchas autopistas de tráfico ordenado y silencioso, sino que a través de este distrito, se puede ver habitada por gente corriente, por personas incluso normales, que cruzan la calle por donde quieren, se hurgan la nariz, y comen platos de 3$ en sillas de plástico algo mugrientas con alguna que otra cucaracha correteando entre sus pies, después de salir, despreocupados, de sus guesthouse de alquileres de la habitaciones por horas.
Más allá del distrito Geylang-Lorong , y ocupando la gran mayoría del espacio de estas islas-estado, está la Singapur por todos imaginada, su muy potente centro financiero, los rascacielos y los grandes hoteles que han hecho famosa la ciudad.
Es aquí dónde se podría perder una fortuna si el mismo día se te ocurriera abrir un chicle y tirar el envoltorio (1000$), masticarlo sin certificado médico (1000$), mientras esperas el tren fumando un cigarrillo (1000$), acompañado de tu perro (500$), sentado en la escalera hasta que llegue (500$), llevando en una mano un par de litros de gasolina para tu moto (5000$) y en la otra un helado (500$). Al salir del metro cruzas la calle por donde no debes (30$), escupes la saliva de la nuez de betel que llevas masticando hace rato (1000$), y pegas una meada en un rincón porque ya no podías más (500$). Y sin haber hecho gran cosa llegas a casa con 11000$ menos.
Eso sí, puedes haber gestionado cualquiera de tus multas en cuatro idiomas: mandarín, tamil, malayo e inglés.
Es entonces cuando, para que se te pase el disgusto, te fumas un porro y te detienen. Se cuentan casos de ciudadanos singapurenses que habiendo consumido en el extranjero, les hicieron análisis a la vuelta y fueron condenados a un año de cárcel. Los traficantes son condenados directamente a la horca.
No sé como tragarme esta mezcla de ultramodernidad, rascacielos, altísima densidad de población, y leyes que incluyen la pena de muerte y el castigo a latigazos.
Aunque hay ventajas en esta rigidez y este exceso de leyes, y también tiene algún lado sugerente, atrayente, por ejemplo, toda figura pública, funcionario o político, que quede demostrado que ha sido corrupta, es condenada también a muerte.
Fuente foto: lasmonedasdejudas.wordpress.com
O alguien que sea condenado de abusos sexuales, será anunciado en televisión, puesto su nombre en los periódicos, condenado y finalmente será puesto a barrer calles y parques con un traje especial culpabilizador, para que todo el mundo sea quien es.
Aunque no quiero ni pensar en los errores judiciales…
La rigidez y la mano dura del estado de Singapur ha conseguido que la ciudad, que en los años 60 estaba a la cabeza de Asia en corrupción, asesinatos, tráfico de drogas, robos y violaciones, con un sinfín de indigentes y gentes sin hogar, hoy en día, sea una ciudad relativamente segura, vanagloriándose, además, de que casi toda su población tenga una vivienda en propiedad.
Es famoso el caso de un adolescente americano que fue sorprendido haciendo un graffiti en un vehículo, le condenaron a una fuerte multa y a seis latigazos. Tuvo que intervenir Bill Clinton, que consiguió que bajaran de 6 a 4 los latigazos.
Pero que nadie se asuste, en los últimos tiempos parece que hay cierta relajación en la aplicación de las leyes en la ciudad. Desde luego Singapur sigue sin ser la mejor amiga de los grafiteros, políticos corruptos, fumetas y Amnistía Internacional, pero parece que sus habitantes están bastantes orgullosos de ella. Suelen ser muy amables, y casi todos contestan a tus preguntas pese a que deben estar bastante hartos de tanto turismo, quedando una minoría –normalmente chinos- que se harán los desentendidos.
La llegada en avión sobrevolando el estrecho de Malacca ofrece unos paisajes de islas verdes poco montañosas, y mares tropicales salpicados de numerosos buques de toda índole. En algunas de ellas se pueden ver grandes extensiones de tierra plana y desprovistas de cualquier tipo de vegetación. No están arrasadas sino que son nuevas, son terrenos ganados al mar, en los últimos años Singapur ganó un 20% de su territorio de esta manera.
La llegada por tierra desde Johor Barhu, ciudad fronteriza y siamesa de Singapur pero en el lado de Malasia, llamada por sus conocidos con el alcohólico nombre de JB, no es menos espectacular. Una frontera moderna, de dimensiones colosales, totalmente preparada para los miles de trabajadores que cruzan cada día la frontera desde Malasia. Hace años, en mi habitación de JB, me despertaba cada día un estruendo de motores provocados por una riada de motos de una magnitud difícil de explicar a quien no lo haya visto, auténtico gran amazonas de scooters y cacharros diversos de pitido fácil, que en horas punta llegaba a crear un formidable atasco.
Johor Barhu es eclipsada por el vigor y eficacia de Singapur, además de calificada por un sitio de poco interés en muchas guías turísticas, un “nothing to see”. Es falso. Puede que no tenga las mariconadas, ay perdón, atracciones turísticas, que ofrece Singapur, y que sea más sucia y destartalada, y que su vida nocturna sea más sórdida que su vecina, pero es un buen lugar para tomarle el pulso al día a día de Malasia, y poder vislumbrar lo que es su vida sin apenas interferencias turísticas.
Pese a sus leyes estrictas, o quizá gracias también a ellas, Singapur es una ciudad que se vanagloria de sí misma, tal vez por la gran diferencia entre lo que es –metrópoli moderna a la vanguardia del planeta, uno de los “cuatro tigres” asiáticos- y lo que fue.
Así la describió Neruda en 1927:
“Todo tiene un aire corroído, patinado de viejas humedades. Las casas sustentan grandes costurones de vejez, de vegetaciones parasitarias: todo parece blando, carcomido. Los materiales han sido maleados por el fuego y el agua, por el sol blanco del mediodía, por la lluvia ecuatorial, corta y violenta como un don otorgado de mala gana”
¿Qué diría hoy de ti, Singapur, si te viera el poeta todo lo que cambiaste?
Después llegaron los rascacielos y las prohibiciones. Desde los años de los hippies hasta la década de los 90 se rechazaba en sus fronteras a cualquier hombre con el pelo largo, los Bee Gees o Led Zeppelin fueron forzados a cortarse el pelo o a anular sus conciertos. El hombre que llevara el pelo largo, era obligado a cortárselo, el que no, era multado (200$).
Photo by Hulton Archive/Getty Images
¿Os imagináis el momento cuando el funcionario de inmigración le dijera a cualquiera de los cuatro que para pasar tenían que cortarse el pelo?
También se habla de inmigrantes recolocados en masa en contenedores, lejos del alcance de la vista de los turistas, utilizados por el estado para tener mano de obra barata. No cuentan con seguro médico y tienen prohibido traerse a sus familias. Y la “legalizada” prostitución en el distrito de Geylang dicen que está operada y controlada por mafias chinas. También se habla de condenas a bloggers críticos con el gobierno condenados sin juicio alguno.
A mí es que me basta que me quieran vender el paraíso para echarme a temblar y desconfiar. Yo no sé que es verdad y que es mentira, pero como soy perro viejo, siempre dudo. De todo.
Aún así Singapur nos enseña donde está ahora mismo en auge el sistema económico vigente en todo el planeta, el capitalismo desbocado, el exagerado amor por el dinero. Nos demuestra que van por delante en cuanto a innovación y vanguardia, quedando Europa a su lado como una vieja solterona, que viste con trajes desfasados, habla como los viejos cuya generación ya pasó, y de denostado aspecto vintage involuntario, como una Angela Merkel cualquiera, fea, fofa y avara.