¿Por qué IRÁN? DE TEHERÁN A ISFAHAN
Nelo | June 27, 2014Me canso pronto del cortante helor de Teherán en diciembre.
Mañana me levantaré y me iré hacia el sur. Si los pájaros lo hacen, ¿por qué yo no?
Vuelvo a las calles y cuando estoy dispuesto a cruzar un trozo de la plaza Iman Jomeimi oigo una voz que en español dice:
-¡No entiendo como pueden vivir aquí!
Me giro y les digo:
-¡Pues viven!- Les contesté sin que lo esperaran. En Irán he descubierto que en ocasiones, tengo cara de iraní.
Y usándome como escudo humano nos lanzamos todos al asfalto.
Son un español y un holandés residentes en Barcelona, conversamos casi a gritos por encima del ensordecedor ruido del tráfico y del bullicio, se alojan en el famoso -entre viajeros de lo barato- Hotel Firouzeh, no están muy contentos y pagan más que yo, me alegra haberme decidido por el Mashaad, además no han regateado al alza en su oficia de cambio y todo les sale un pelín más caro. Llegaron el mismo día que yo y se van el mismo día también, pero ellos en vez de irse al sur les gustaría irse a esquiar a alguna parte de país. Nos despedimos en la puerta de mi hostal.
Conozco a Akbar justo antes de subir al autobús que sale de Teherán hacia Shiraz y que, de pasada, me dejará en Isfahan. Nos sentaremos juntos y se tirará seis horas hablándome de Irán.
Es ingeniero de montes, hablamos sobre naturaleza y geografía pero también sobre cultura general, música, cine, poesía, gobierno, economía. Todo ello en un inglés incluso peor que el mío, que ya es decir. Una vez más la voluntad se presenta como el elemento más importante para la comunicación. Esto no suele saberse entre quien no lo ha experimentado y es una de las excusas y preocupación más habituales entre los que no viajan y dicen querer hacerlo.
-Es que yo no hablo idiomas…
No, pero eres persona, y el que tienes enfrente también. Te entenderán seguro, y cuando no ocurre, no pasa nada, es divertido.
Akbar habla de cine cuando pasamos al lado de unos estudios de cine dedicados al genero bélico, no puede creer que no conozca ningún actor o director iraní, habla sobre una película que ganó un oscar hace dos años y de un festival muy famoso que se celebra en Tenerán. En la tele del bus ponen una película negra sobre el asesinato de una mujer. No sobreactúan como en muchas películas árabes o indias. Akbar me dice que la película no es realista.
Al rato me pregunta:
-¿Qué opinas sobre que las mujeres deban llevar la cabeza cubierta?
Intento escurrir el bulto, no me apetece entrar a discutir el tema, me parece bien que se lo pongan, lo que no comparto es la obligatoriedad del asunto:
-Si es vuestra cultura…-Intento ser conciliador.
-En España -me dice- hace años también lo llevaban.- Es verdad- Y yo no creo que la mujer sea menos libre por eso. Mira a tu alrededor, pueden ir donde quieran, trabajar, estudiar y hacer lo que deseen. Mi principal profesora es una mujer.
-Akbar, ¿qué pasa si salen a la calle sin cubrirse, ¿les encarcelan?
-O no, no salen a la calle sin cubrirse.
Akbar está realmente orgulloso de su país y se vanagloria de con 32 años no haber tomado nunca alcohol ni marihuana.
Llegados a este punto yo callo…
Así estoy más guapo…
El paisaje es un desierto sin oasis.
La autopista lo atraviesa.
Veo manchas de nieve en la llanura, me desconciertan y me hacen darme cuenta de que aunque lo parezca, no estoy en el Sahara, sino en una estepa asiática.
Cuando hacemos una parada en un restaurante mi contertulio paga el servicio y unos tés. También me invita a su casa en Shiraz, pero no insiste mucho, porque al parecer es recién casado y hace tiempo que no ve a su mujer…
El autobús Teherán-Isfahan tarda unas 5 o 6 horas de viaje y cuesta unos 2 euros. Una vez en la estación de autobuses de Isfahan me dirijo a Información para preguntar por un autobús para el centro, busco el Amir Kabir Hostel.
El hombre que hay detrás del mostrador me da la sensación de que no sabrá inglés, es más, me da la sensación de que no sabrá ni tan siquiera hablar, tal es su aspecto.
Me equivoco, “las apariencias engañan”, no sólo sabe inglés sino que es simpatiquísimo. Y a mí me había parecido un asesino en serie de cachiporra troglodita.
Afuera espero el autobús en una parada, son muchos los que llegan pero ninguno el mío, muchos no llevan ni número.
Decido buscarme un padrino.
Elijo un chico joven,un estudiante, con cara de bueno, me sube casi de la mano al autobús correcto, me paga el billete, insisto mucho en darle el dinero pero es firme en su decisión, cuando estamos al lado del hostal me dice que debo bajar.
El Amir Kebir Hostel cuesta unos 6 euros la noche en calabozo, perdón, quise decir, habitación individual. El resto del hostal, a diferencia de mi cuarto es grande y curioso, apenas entro en él para dejar mi bolsa y salgo a cenar por ahí.
Dos empanadillas y un vasito de maiz caliente con salsa y algo parecido a setas servidas por Abdelali. Simpatiquísimo, como casi todos, enseguida pregunta:
-¿Por qué elegiste venir a Irán?
-Porque he escuchado que la gente de Irán tratan al forastero de maravilla.
-Sí, pero no tenemos libertad.
-Eres muy jóven, todavía pueden pasar muchas cosas.
Y seguramente casi todas malas, pienso, pero eso no se lo digo…
-Bueno, de momento me conformo con cambiarme yo, luego mi familia, después mis amigos.
Es joven pero no tonto. Debo insistir dos veces para que me cobre. Cosas del taarof.
Mi habitación es minúscula por lo que aprovecho cuando salgo al descansillo para fumar.
Me ve un señor del hotel:
-No smoking
-Perdón, pero es que veo esto…-le enseño un enorme cenicero del hostal.
Se ríe mientras dice que sí.
Apenas duermo, una vez más la frase de Theroux se adapta como un guante para mi noche pasada; “viajar es tener pesadillas en camas ajenas”.
Isfahan me espera, lleva toda la vida esperándome, porque hoy Isfahan va a pasar de ser un sueño y tener un lugar en mi imaginación a tener un lugar en mi memoria.
Aún así me levanto con un agujero dentro de mí.
No pasa nada, me conozco bien, los viajes también valen para eso, y también para intentar poner todo en su sitio; sé que saldré a la calle, desayunaré y todo empezará a moverse, y mi tabla se estabilizará en la cresta de cualquier ola.
Mi analgésico es una llamada de teléfono que hago a otra parte, para mí aún desconocida, de Isfahan.
Una desconocida y dulce voz femenina contesta en un correcto inglés.
Estoy a punto de sumergirme en mi primera experiencia couchsurfing.
Y paso de la celda de castigo a casi un palacio.
Isfahan, la mitad del mundo, una ciudad de ensueño, un lugar soñado, pero el verdadero lujo consistirá en tener dos familias pendientes de mí. Pensemos fríamente. Una serie de personas hasta el momento desconocidas dedicadas y empeñadas en hacerme feliz durante estos días en su ciudad. ¿Se puede pedir más?
Imagínese un mundo donde con una pequeña señal hecha con la mano, nos podemos subir al vehículo que queramos, en cualquier dirección, un mundo donde miles y miles de personas esperan con los brazos abiertos a los viajeros para hacerlos sentir bien en su lugar, en su viaje, en su vida.
Bien, pues así es el mundo, un mundo de bellos paisajes y hospitalidad.
Especialmente en Irán.
Y sí, ya sé que también es de otras maneras…
Porque yo no sé si el cielo o el infierno nos esperan al otro lado, sólo sé que ambos están aquí, sobre este planeta.
Especialmente en Irán.