LOS BOSQUES DEL TRANSIBERIANO
Nelo | September 27, 2017El transiberiano es una aventura de trenes. Una ruta que atraviesa medio planeta con tantas paradas como quieras y cuyo nexo es el acero de las vías ferroviarias que unen todos esos lugares tan distantes entre sí que uno no es consciente de sus inmensidades hasta que las atraviesa en un vagón traqueteante y comunitario junto cincuenta rusos.
Mi hija durmiendo en su litera. Hacer el transiberiano con 11 años me parece una buena cosa, pero cuando llegamos a Vladivostok me dijo que nunca más volvería a subirse a un tren. Se le pasó pronto, ahora habla de Japón y Nueva Zelanda.
Si te gusta el tren con el transiberiano es fácil acabar saciado. Empachado de tren. Como si te encerraras en una cabaña aislada por la nieve con tu amante y pudieras dar rienda suelta a tus pasiones durante todo un invierno, sin preocuparte por el tiempo. Cómo si un alcohólico encontrara un manantial inacabable de vodka o un adicto a las compras dispusiera de una tarjeta de crédito ilimitada. Hártate de tren. Comprueba cuanto te cabe.
No es un viaje menor, ni tampoco es ir en tren de una parte a otra. Es poder viajar por unas tierras en las que sería inconcebible la no existencia de estas rutas, unas tierras de una extensión de más de 9000 kilómetros.
Mi padre (82 años) y mi hija (11 años) en Jabárovsk a 800 kilómetros de Vladivostok, final del transiberiano.
Ante semejantes distancias no es viajar en tren, sino vivir en tren. La vida sobre raíles. Rusia en vagones.
Acariciar Siberia, arañarla desde el otro lado de una ventanilla de cristal, tu casa provisional en la que refugiarte de las inmensidades siberianas.
Mi hija me dijo que en esos trenes había aprendido a no hacer nada, no me parece, en absoluto, una mala enseñanza. No se trata de un elogio a la pereza, sino de la paciencia, e incluso del ser, si nos ponemos más concienzudos.
-Papá, te prometo que no pienso volver a subir a un tren en mi vida -Me dice al llegar a Vladivostok, pero sé que no habla en serio y exagera.
No hacer nada, si a atravesar un continente se le puede llamar “no hacer nada”.
Estar ahí, tranquilo, mientras avanzas por un paisaje tan idéntico a los anteriores que parece mentira que hayan transcurrido miles de kilómetros.
Típico paisaje siberiano hasta llegar al Lago Baikal.
De este a oeste, todo cambia antes de llegar al lago Baikal.
Extremo norte del Lago Baikal, sólo la BAM pasa por aquí. Puedes leer las entradas sobre el lago Baikal pinchando aquí.
Si lo bordeas por el norte, siguiendo la línea BAM, una de las rutas transiberianas más interesantes y desconocidas, empiezan las montañas rompiendo las llanuras de taiga infinita, siempre otorgan una relevante irregularidad al paisaje.
Nubes blancas caen formando nieblas desde sus cimas. Las dimensiones de Siberia, su escasez de habitantes, y la solemnidad, infinitud y profundidad de sus bosques son apabullantes.
Para más información sobre la línea BAM del transiberiano pinchar aquí.
Aunque en las antípodas paisajistas, estos bosques abismales me parecen un buen lugar para aquéllos que sueñan con islas desiertas.
El aislamiento da la impresión de ser tan intenso como pudiera serlo si fueras arrojado a un minúsculo atolón del Pacífico Sur.
Da lugar a ensoñamientos de vidas más asalvajadas en el que la supervivencia no estaría en ningún caso asegurada. Porque de lo que soñamos a la realidad hay un trecho, tanto en una isla desierta, donde acabarías totalmente acribillado por los mosquitos, quemado por el sol y hablando con una maldita pelota.
En la que creo que Tom Hanks y Wilson mantuvieron relaciones más allá de las amistosas. No os extrañéis, en peores sitios la habéis metido.
Como en los bosques siberianos, donde moriríamos en la primera helada seria, o caminaríamos muertos de hambre buscando musgo para cenar e hirviendo nuestras botas en agua caliente.
Miráis pero no veis.
Dersu Uzala. Cazador siberiano.
Aún así, si alguien deseara perderse en estos bosques siberianos podría sobrevivir con algo de suerte y habiendo aprendido algunas cosas de antemano.
Existe un libro llamado La Vida Simple de Silvain Tesson donde se narra la experiencia de un francés que decidió sobrevivir al invierno en una cabaña aislada en los bosques.
Una especie de Thoreau pero en Siberia. Un Dersu Uzala bastante más sedentario y moderno. Un Alexander Supertramp que sí consiguió sobrevivir.
¿Y si la felicidad consistiera en despojarse de todo?
Desde el momento en que supe que no podría hacer gran cosa para salvar al mundo, empecé a pensar en instalarme por un tiempo, solo, en una cabaña. Compré una isba de troncos, lejos de todo, en la orilla del lago Baikal. Allí, durante seis meses, a cinco días de marcha del pueblo más cercano, perdido en una naturaleza desmesurada, traté de ser feliz.
Creo haberlo logrado.
¿Y si la libertad consistiera en adueñarse del tiempo?
¿Y si la felicidad fuera disponer de soledad, de espacio y de silencio… cosas de las que carecerán las generaciones futuras?
Sylvain Tesson
Después de leer a tipos como éste, dan ganas de hacerlo, cualquier viajero puede tenerlas, me parece natural el deseo de enviarlo todo al carajo y concentrarse en lo esencial de la naturaleza.
Pasando de viajar en positivo, moda absurda, viajemos también huyendo, abandonando, sacando la lengua y haciendo un corte de mangas.
Sumergirse en un bosque en el que no puedan encontrarnos por necesidad, destrozados y en las últimas por una hartura profunda de un mundo absurdo al que mejor dejar girando, que lo positivo ya vendrá luego.
¿Por qué hemos de tener tanta prisa por alcanzar el éxito y en empresas tan desesperadas? Si un hombre no guarda el paso de sus compañeros, acaso se deba a que oye un tambor diferente. Que marche al son de la música que oiga, por lenta y alejada que resulte.
Henry David Thoreau.
En esta época en lo que todo debe ser positivo de principio a fin, y de un buen rollo que se resume en frases y slogans standards repetidos hasta la saciedad por mucha gente de buena voluntad, los realistas parecemos unos amargados.
Ellos dicen cosas como “no viajo para escapar de la vida, sino para que la vida no se me escape” y otras cursiladas por el estilo.
Y yo entiendo que quieren decir, pero dejemos de sentenciar, o sentenciemos a lo grande, por ejemplo: “Escapa de tu vida de mierda”.
Porque también existe la posibilidad de que tu vida en esos momentos sea una mierda, ¿o no? ¿Qué hacemos con este tipo de gente? ¿Los positivamos antes de viajar?
A mí tantas ganas de que todo sea bueno me hace sospechar. Algo hay. No me fío de la gente ni excesivamente feliz ni de los que van demasiado arreglados.
¿Cuántos buenos viajes habrán nacido de la amargura? Creo que muchos, sin duda, casi tantos como del desamor.
Línea BAM del transiberiano llegando a Tynda, Siberia Oriental.
No existen muchos más textos en español sobre los bosques siberianos propiamente dichos aunque cayó hace tiempo en mis manos uno algo extraño pero muy interesante. Revolucionario en cierto sentido, y que se puede descargar gratis en pdf siguiendo este link. Se llama Anastasia y los cedros resonantes, constituyendo una sana alternativa de lectura en el transiberiano más allá del clásico Guerra y Paz, y otros clásicos rusos al uso, además de los relatos de los gulags.
Porque otras de las ventajas del transiberiano es que te da tiempo a leer.
A leer libros de verdad, como el maravilloso Dersu Uzala, nada de artículos de chicha y nabo, como éste.
También podéis ver la película japonesa con el mismo nombre, con una embriagante cadencia típica del cine nipón, siguiendo este link.
Así que mejor os dejo con ellos, creedme que salís ganando.