MALASIA, LANGKAWI, LOS BESOS QUE NUNCA NOS DIMOS.
Nelo | November 12, 2015Langkawi es un archipiélago malayo de 104 islas e islotes esparcidos por el Mar de Andamán en pleno Oceáno Índico, la principal isla cuenta con más de 60000 personas y es tan grande como Ibiza…
Espera lector, no, así no vamos bien, contarte lo mismo que la Wikipedia no es enriquecedor para ti, y es aburrido para mí. Como blogger, podría hacerte un copia y pega de consejos generales, una relación de sitios visitados, gastos del viaje y unas cuantas fotos lindas, te serviría si tu viaje a Langkawi fuera inminente, pero sino, nada, y yo seguiría durmiéndome de puro aburrimiento. Además para eso, hay otros blogs.
Podría describir Langkawi en plan poético porque es de verdad una isla inspiradora, paraíso tropical con un estar y una cadencia única, de una belleza desbordante, pero me siento incapaz de escribir dos versos buenos seguidos. Ni malos.
Podría hacerlo onda mochilero, sería lo que más se acercaría a nuestros presupuestos y manera de viajar, pero tampoco quiero engañar a nadie, en la isla alquilamos moto (8€ día), coche (13€ día) y dormimos en una habitación propia de hotel (20€ día, la triple). Además viajamos en familia, con niña y todo.
Podría entonces hacer el post en plan familiar, pero sinceramente, viajar en familia no creo que sea motivo de orgullo y regodeo, es más bien pesado, cansino, y no me gustaría tener que acabar diciendo que Langkawi se puede visitar de dos maneras, o bien, o en familia. Viajar en familia es algo que voy a seguir haciendo de vez en cuando porque, primero, no me queda más remedio, segundo, no quiero privar a la niña del planeta y tercero, porque “el malo” soy yo, no ellas.
Carretera entre jungla verde esmeralda, mangos, cocoteros, monos en las veredas de las carreteras, paisaje granítico y montañoso invadido por la todopoderosa selva. Temperaturas agradables, olores dulces, trinos de pájaros, gentes de sonrisa fácil. Todos en una moto, conduzco yo, la niña va delante, la de los ojos marrones detrás. Este novato trío familiar sobre ruedas funcionará bien hasta que en un control de policía, soy detenido porque no llevaba encima ni el pasaporte, ya que iba en la mochila con la que había saltado la de los ojos marrones una curva antes, al darnos cuenta del inminente control. El policía no sabe que hacer, yo tampoco, me siento con la niña en un bordillo en la cuneta. Pasa el tiempo, al rato se debe cansar de vernos allí, y nos dice que nos vayamos. Subo a la de los ojos marrones unas curvas más adelante. Al día siguiente alquilaremos un coche.
-¿Qué ha pasado?
-Me dejaste indocumentado, guapa.
El motor petardea alegremente, vamos hacia la playa.
Langkawi tiene unas playas de ensueño, el no va más, de las que hacen suspirar cuando las ves desde una ciudad del norte a través del ordenador y se tiene que trabajar al día siguiente.
De agua muy limpia pero no transparente, caldito caliente que no refresca. Aunque hoy no tendremos ocasión de comprobarlo, se pone a llover torrencialmente.
Paramos, esperamos, deja de llover. Seguimos, llueve, paramos. Comemos, que llueva lo que quiera. Pasamos de la playa, nos vamos para la montaña.
Gunung Raya es la montaña más alta de la isla, es una zona casi deshabitada, con aire salvaje, decididamente agreste, y con una jungla intacta, 5000 hectáreas de reserva forestal de una flora y fauna sorprendente. No hay transporte público hasta aquí y el camino asfaltado que sube hasta cima advierte que lo recorres bajo tu responsabilidad, imagino que debido al riesgo de desprendimientos.
También se puede subir andando por unas escaleras comidas por la selva y que tienen más de 4200 escalones, se tarda dos horas y media y tiene que ser una de las caminatas más increíbles que se pueda hacer en Langkawi sin duda, pues la jungla que atraviesa en ascensión hacia la cumbre está perfectamente conservada y es de una hermosura indescriptible.
No hay tráfico, nadie sube por aquí, así que ya es hora de que la niña aprenda a llevar una moto:
-Agárrate aquí, así aceleras, así frenas, ¿lo entiendes?
-Sí papi.
A su edad me enseñaron a mí. No era en Malasia, pero qué importa dónde.
La de los ojos marrones no está muy de acuerdo. Blanca de miedo, me amenaza con arrancarme mis atributos masculinos si nos caemos. Puedes leer sus vicisitudes en moto por Langkawi pinchando aquí.
-Tranquila cari, que no pasa nada, la moto es de alquiler…
La niña lleva la moto, esquiva medio bien unas vacas que había en el camino pero cuando paramos a ver un mono, éste se cabrea y se nos encara atacándonos, por lo que debo tomar el acelerador y darle a fondo mientras las chicas gritan histéricas, pero por lo demás todo perfecto.
Mono lanzado al ataque, sin provocación alguna.
Cuando llegamos a la cima hay niebla densa y no se ve ni a veinte metros. En la cima hay un restaurante, unas antenas, y una torre en la que por no demasiado puedes subirte a disfrutar de unas vistas panorámicas, cuando no hay niebla, claro.
Si hay niebla, no se ve un pijo, aunque se pueden ver detalles maravillosos.
¿Te acuerdas de la película Avatar?
Subiremos al día siguiente también, al atardecer y sin niebla. No a la torre porque hay una serie de miradores con paisajes de esos que te dejan sin aliento. Los sonidos de la selva al atardecer son inimaginables para el que nunca los escuchó antes.
Si yo viviera en esta isla, intentaría subir aquí cada día.
En la bajada veo un calao rinoceronte, y el encuentro con este pájaro de más de un metro constituye un hecho top del viaje. Bastante ridículo de describir pero algo muy intenso de vivir. Grande, extraño, multicolor, nos sobrevuela por delante y acaba posándose en una rama cerca de la carretera, paro la moto, es una visión increíble, nada comparado a verlo en una jaula o tras una pantalla de plasma. Llega un blanco con un coche, se detiene debajo de él, abre la puerta, la gran ave se asusta y sale volando. Se rompió la armonía, aún así le escucho perfectamente batir las alas, es majestuoso. También me acuerdo mucho de la madre que parió al blanco.
Hay grandes bandadas de calaos rinocerontes gigantes en Langkawi, siendo un indicativo de la excelente salud ambiental de sus selvas.
Llegan a medir 1,30 m., aunque la isla sea mucho más conocida por sus águilas, símbolo nacional y origen de la toponimia de Langkawi. Los calaos, comúnmente confundidos con los tucanes, son unas aves monógamas que se tiran toda su vida con su pareja, cuando la hembra va a poner huevos, se introduce en el hueco de un árbol, entonces el macho la empareda junto a los huevos construyendo un muro de barro y excrementos, mientras la hembra hace lo mismo por el interior, dejarán un agujerito por donde el macho les pasará a todos la comida durante los cuatro meses que dura el cautiverio.
Es posible que el avistamiento de pájaros no sea un tema emocionante a la hora de escribir aventuras o viajes. No casa muy bien porque hay cosas que, ni se describen, ni se leen, se viven. Mi encuentro con el calao rinoceronte fue una de esas cosas. Las chicas, apenas lo vieron.
Después fue como si nos echaran pozales de agua encima, llegó un momento en el que no se veía nada, así que paramos a refugiarnos bajo la bóveda selvática, pero pronto empezó a calar y el agua nos golpeaba con fuerza empapándonos, también corría por tierra, nos metimos unos metros en la espesura pero no sirvió de nada y un montón de bichos empezaron a revolotearnos y a subir por nosotros.
Así que volvimos a la lluvia, a los truenos y relámpagos, y siguió así durante más una hora. La niña recogida sobre si misma al final se quedó muy quieta, no sabía si dormía o le había dado algo con tanta agua.
-¿Estás bien?
-Sí papá, es que la lluvia hace mucho daño.
Seguía viva y consciente, miré hacia atrás, la de los ojos marrones parecía un pollito mojado pero seguía ahí. Y no se quejaba, incluso trataba de sonreír, al final, esta chica va a valer un montón.
Cuando en moto ya te has mojado hasta los calzoncillos y todo ya te da lo mismo, empiezas a disfrutar, volvimos hasta la capital Kuah, a nuestra habitación. Y aún no eran las cuatro de la tarde.
Imagínate, una habitación de hotel, limpia, sencilla pero agradable, seca. La lluvia tropical golpeando la ventana rítmicamente, una penumbra propia de cuando el día se hace noche debido a la tormenta.
La pálida piel mojada, el pelo alborotado después de secarse con la toalla, aún húmedo, el poderoso ímpetu de la mirada brillante de unos ojos marrones mientras se muerde un labio pidiendo guerra, la hora de la siesta, toda la tarde por delante, el pulso acelerándose…y una niña pequeña que no se va a dormir ni de milagro…
¿Estás seguro/a que quieres viajar en familia? Si es así, que sepas que podrás titular tus post “Los polvos que nunca pegamos”.
El azúcar fue la única salida a ese desasosiego.
El ABC es un superhelado quitapenas y enfriapasiones tropicales.
-¿Nos vamos a merendar unos Abc, o unos waffles de chocolate y plátanos?
-Pero papá, ¿no quieres echarte un rato?
-No, mejor si nos da el aire.
-¿Aún más?
-Sí cariño, aún más.
Dejó de llover, fuimos a unas mesas bajo un techado. En Malasia es muy frecuente este tipo de locales, un gran techado sin paredes y con mesas y sillas, alrededor, un montón de restaurantes, tú eliges cual. Comes bien por menos de dos euros.
-¿Os quedáis aquí y voy a cambiar dinero y a mirar un coche para mañana? –Les digo.
-Vale.
-Quedamos aquí mismo dentro de una hora.
-De acuerdo.
Vuelvo al cabo de una hora, no están en los restaurantes, voy al hotel, tampoco, miro en todas las calles entre los restaurantes y el hotel, pero no aparecen. Espero sentado donde habíamos quedado, y allí no viene nadie. Empiezo a preocuparme, sé muy bien que la de los ojos marrones controla y es una leona cuando quiere, pero entonces por qué no están aquí.
Aparecen sonrientes, y con una bolsa en cada mano, huelen a centro comercial.
-¿De dónde venís?
-De hacer shopping.
Shopping…y yo pensando en secuestros, violaciones y asesinatos, shopping, palabra que mira que he intentado alejar de este blog y de mis viajes, por supuesto. ¿Dónde quedaría mi reputación? Shopping, me dice la niña después de haberla paseado por desiertos, selvas, islas, de haber atravesado montañas en burro. Shopping me dice, pese a llevar en su pasaporte más sellos que muchos adultos. Quizá da igual la educación, los viajes, quizá da igual todo y uno es como es, y ya está. Quizá si existe una regla fija y es muy probable es que los hijos intentarán ser lo contrario de los padres, quizá no sea hasta cuando somos viejos que nos pareceremos a nuestros padres. Quizá nunca, quizá no tienen porque parecerse a nosotros.
Después nos vamos a cenar a Pantai Cenang, al otro lado de la isla. Es una playa pero no la vemos pues llegamos de noche, y hay tantos negocios para mochileros y turistas en la calle principal que no encontramos ni la salida a la playa. Este sitio es la meca mochilera de la isla, pero está algo masificado y es bastante anodino y ruidoso. Si no vas de fiesta o no quieres sentirte uno más, mejor te alojas en Kuah, la capital, una agradable y activa ciudad, o en otro lugar, y desde allí vas a las playas que desees.
Nos sentamos en un restaurante local, hay fotos en una tarjeta de plástico con precio de cada uno de los platos. La de los ojos marrones está eligiendo el suyo. Me señala un calamar que por la pinta debe de picar como un demonio.
-¿Tú crees que pica? Porque se le ve muy rojo…-Me pregunta.
-Que va, cariño, eso son las especias…-Le contesto intentando disimular.
Se lo cree. No habrá comido nada tan picante en su vida.
Las caras que pone son antológicas, aún así se lo acaba. En el mismo día es empapada por el monzón, y conoce lo que es el puro fuego interior.
Toma regalito, pienso mientras me acuerdo del rato que me han hecho pasar por lo del shopping.
-No será para tanto, mi churri…
Me flipa vuestro blog, Me dais algún consejo para poder tener visitas en el mío?