SIBERIA DESDE MI ENTREPIERNA
Nelo | August 25, 2017Rusia, Ekaterimburgo, Transiberiano Agosto 2017
Pedro El Grande no estuvo en exceso brillante ni original bautizando con el nombre de su esposa a esta ciudad que fundó creando una gran fábrica de hierro.
Aun así Ekaterimburgo tuvo suerte porque su mujer se llamaba Catalina y no Paquita.
Con todos mis respetos hacia las Paqui, que por cierto siempre quise tener una novia con ese nombre, no sé muy bien por qué, pero me pone. Además vosotras ya tenéis Pakistán.
La belleza de Catalina I de Rusia la podríamos calificar en la actualidad como ambigua, difusa o complicada. Pero no la subestimemos, de campesina llegó a ser Emperatriz.
Y nadie puede negar que actitud tenía.
El resto fue fácil, se le añadió el sufijo alemán de “burgo”, imagino que para darle más categoría, más resonancia, para hacerla más urbe. También quizá fue un intento de acercar a Europa esta ciudad situada ya en la parte asiática de Rusia. Durante trescientos años recibió y recibe, los grandes recursos mineros de toda Siberia.
Ekaterimburgo en verano
Hoy en día se vanagloria de ser la capital de los Urales donde viven casi un millón y medio de personas.
Centro de Ekaterimburgo
Una ciudad, al menos en verano, preciosa, activa, viva, simpática y fresca, como una jovencita en minifalda. Nos causa buena impresión, pese a llegar preocupado porque haber perdido mi tarjeta de inmigración, llevando aún una nube negra sobre mi cabeza.
Amable y complaciente, imaginábamos una ciudad decadente, gris, corrupta, superviviente, donde al anochecer zombies cargados de vodka deambularían por sus calles en busca de cualquier tipo de pelea.
¡Qué estupidez! Ekaterimburgo me parece un lugar en el que podría vivir una buena temporada y aunque cuesta imaginársela a una media de 15º bajo cero, al menos en verano está llena de gente ociosa, haciendo deporte, yendo de compras, en familia, o pasándolo bien.
Y es aquí donde me doy de morros con la gran belleza de las mujeres siberianas. Y digo “gran” en el más literal sentido del término, ya que a algunas sólo les llego a la altura de sus destacables pechos, altura ideal para hacer pedorretas sumergido en ellos, gloria bendita, pero que te provoca una sensación de ser Alfredo Landa en los años 70.
Este fenómeno del landismo, lo explica muy bien Daniel Utrilla en su magnífico libro “A Moscú sin Kaláshnikov (Crónica sentimental de la Rusia de Putin envuelta en papel de periódico)” Muy recomendable.
No es la altura ideal para probar las mieles de sus bocas, se necesita una escalera de al menos dos peldaños porque si no se corre el riesgo que la susodicha, cansada ya de agacharse, te plante un beso en la frente, lo que debe de ser bastante humillante.
Y cuando después de los besos toque pasar a mayores, olvida hacer nada de pie, tendrás que buscar la horizontalidad, una cama o algo donde tumbaros a menos que seas el inspector Gadget.
Olvida los empotramientos contra cualquier pared, últimamente tan de moda, y como sea ella la que te empotre te aconsejo rezar, así como debes olvidar también esos giros violentos en los cuales acabas mordiendo la nuca mientras les das lo que tú llamas su merecido, y ellas se deleitan con la visión de Cuenca, que seguro tiene su versión rusa ¿Cuencarimburgo?.
Y por supuesto olvidaros de subir a semejantes mujeres en el asiento de atrás de vuestros coches de mierda. No caben.
Coche oficial de Boris Yelsin. Ekaterimburgo. ¿Es grande por algo en especial? ¿Qué secretos, de toda índole, podría contar este coche?
Caminando por las calles de las grandes y remotas ciudades siberianas estos monumentos andantes son la perfecta evolución de la Creación, a quién carajo le importa la literatura, el arte y pendejadas por el estilo, te olvidarás de las estatuas, de Lenin, y de la madre que lo parió.
Vladivostok
Ellos, los hombres…chicas, lo siento, no tengo buenas noticias, serán unas pocas líneas, hay rusos guapos claro, pero pocos, lo siento mucho, aquí las guapas son ellas.
Iros a Turquía si no estáis de acuerdo. El hombre ruso por lo general tiene una gran barriga tan gorda casi como su cabeza, y aunque son muy masculinos yo creo que se pasan de rudos y zafios. Llevan camisetas interiores de tirantes años 70, tienen granos en la cara, parece que acaben de beberse la última destilería de vodka a este lado de los Urales, y que no se hayan cambiado de ropa en la última semana.
Ante semejantes supermujeres que esta ciudad sea famosa porque aquí mataran al último zar y a toda su familia me parece un hecho anecdótico. La visita del lugar que fue derruido para, siguiendo una costumbre muy rusa, construir una catedral llamada Catedral de la Sangre Derramada de igual nombre que la de San Petersburgo, es habitual entre los viajeros y turistas les interese o no la historia. Se ha convertido en una de las cosas que hacer. Tanto como visitar la línea divisoria entre Europa y Asia en un mamotreto en medio de la autopista y hacerse la típica foto con un pie en cada lado. Esa línea imaginaria es de miles de kilómetros por lo que ir a un solo punto es ridículo. No vamos a ninguno de los dos lugares. Pasando de borregadas ideadas por oficinas de turismo. Ten cuidado, nos están acechando, caemos en sus redes en cuanto nos descuidamos.
Tratar con una supermujer siberiana intimida un poco -detrás de cada tío puede que haya un lobo, pero también un cobarde- su gesto adusto y serio es tan atrayente como amenazante. El acento de la KGB incita a imaginar marciales interrogatorios por parte de una o de varias de ellas. Póngase acento ruso e imagínese un rostro perfecto mezcla de Scarlett Johanson y Nicole Kidman:
-Señorr Ferrnandezz, tendrrá que explicarrnos dónde está su tarjeta de inmigración o la tendremos que buscarr nosotras. Mis compañeras Katerrina, Irrrina, Valentina, Alina, Catalina y yo, Rufina, le aplicarremos un severro rregistrro…
-Me declaro culpable, agente, estoy listo para recibir mi castigo.
-Como usted quierra. Serrá deportado a una cabaña en medio del bosque en las profundidades de nuestra bella tierra Siberria con todas nosotras durante el próximo invierno. Y condenado a trabajos forzados consistentes en expandir sus genes mediterráneos a todas nosotrras. Por el buen funcionamiento del sistema no puede quedar ninguna sin ser prreñada.
Y yo:
-¡No, por favor! No quiero ser padre, y mucho menos convivir con embarazadas.
-No se preocupe, irán siendo sustituidas por otras nuevas en el momento de la gestación, y jamás verá a sus hijos.
-Bueno, si es así, ¡acepto mi condena!
Cabaña en Siberia donde me refugiaría el próximo invierno.
Sólo me haría falta, comida, leña, algo que fumar/leer/escribir y tú.
Por cierto, chicas altas, volviendo a la realidad, como es que los chicos altos pueden ir con todo tipo de chicas, y las chicas altas sólo con chicos tan altos o más que ellas. ¿Cliché? ¿Estereotipo? ¿Machismo? Pero está ahí. ¿Cuántos chicos interesantes os habréis perdido por ser más bajitos que vosotras? Espero que ninguno. ¿Y si el amor de tu vida mide un palmo menos que tú? Si eres chico no pasa nada pero al revés…¿Son este tipo de cosas el máximo exponente de la estupidez humana? Me temo que no, ojala lo fueran.
Una vez me pasó algo extraño con una chica bajita: domingo por la mañana en una discoteca con nombre de fantasma de la costa levantina, principios de los 90, yo tenía unos veinte años y una novia muy guapa, llamémosle Señorita Z. La discoteca a reventar, de vez en cuando nos salíamos al parking a tomar aire, y cuando volvían a sonar las canciones que más nos gustaban regresábamos dentro. Esto lo hacía mucha gente, y casi todos coincidíamos en entrar a la vez con los mismos temas, The Cult causaba furor y entrábamos en tropel.
Get your motor runnin
Head out on the highway
Lookin´ for adventure
And whatever comes our way
Conforme se entraba todo el mundo se ponía a bailar, no importa que aún estuvieras en la fila de acceso completamente apretujado entre la barra y la pista, la gente no podía contenerse y bailaba, los que no podían se mecían, movían la cabeza o las manos, cualquier cosa valía.
Like a true nature child
We were born, born to be wild
De repente veo que la señorita Z que va delante de mí seguramente ha resbalado, debe haber caído de rodillas, por lo que en un acto reflejo la agarro por detrás con los brazos y las manos en su esternón, y haciendo tope en sus pechos, la levanto. En ese momento me dan un toque por detrás. Me giro y veo a la señorita Z, ¡está detrás de mí! ¡qué hace ahí! ¿A quién estoy sosteniendo en vilo de las tetas? Yo estoy levantando del suelo a una chica bastante bajita, ni se caía ni nada, ahora mismo tiene los pies en el aire, sigue moviéndose. La suelto, la dejo, ¡dios qué he hecho!, levanto las palmas en son de paz.
La reacción de ella fue lo más sorprendente de todo. Sonreía, no solo con la boca, sino con toda su cara, estaba radiante y encantada con el espontáneo abrazo e izamiento. Miré a la señorita Z, ella de encantada tenía poco.
-¿Qué coño haces?
-No, no, nada, creía que eras tú…
PD: La señorita Z se llama así por abreviar y no llamarla la señorita zorradelaostiaquemedejópormimejoramigo, cosa que no tengo derecho a reprocharle porque yo llegué a ella haciéndole lo mismo a su mejor amiga. Quien a hierro mata, a hierro termina.
Mientras tanto, en aquel mismo momento, Rusia intentaba dejar de ser lo que había sido durante casi un siglo, empujada por el presidente Boris Yeltsin, originario de un pueblo cercano a Ekaterimburgo, y el cual hubiera cumplido bien en aquella oscura discoteca.
Porque puede que fuera un borracho, autoritario y corrupto, pero a mí me caía bien.
En cualquier caso, no creo que nadie se atreva a decir que no vivió la vida