DE POR QUÉ MI PADRE VIAJA A NEPAL A LOS 82 AÑOS POR PRIMERA VEZ
Nelo | April 17, 2018Desde que mi viejo cumplió 80 años y se fue a la India, no para de viajar. Ahora, dos años y medio después de aquel viaje se acaba de marchar a Nepal y yo escribo esto desde el salón de su casa donde estoy pasando los días cuidando de su perra, que por cierto a la pobre le queda un telediario, de hecho me dijo donde enterrarla en el caso de que no resistiese hasta su vuelta, bajo un viejo limonero al otro lado de la ventana de su habitación.
Mientras intento tratarla lo mejor que puedo –no oye ni ve- lo imagino prensado entre las multitudes que se agolpan alrededor de la Plaza Durbar en una polvorienta y seca Katmandú, allá por donde los mercados abarrotados, los atascos de motocicletas y los altares tiznados de carmesí.
Kirtipur, reza aquí para ser preñada.
Capital nepalí conocida por mí hace unos meses, cenicienta y caótica, superviviente de mil terremotos, derribada y vuelta a poner en pie.
Sagrada y contaminada, fascinante en cualquier caso y de la cual no me quería ir, embellecida y encendida en el reflejo de unos ojos marrones. Cada mañana retrasábamos la partida un poco más, admirando la ciudad desde las alturas, desde la terraza de nuestro ático barato y mochilero (el cuarto de un ascensor reconvertido en habitación) bajo el fresco sol de la mañana.
Muslos blancos como la nieve, un mar de azoteas, y al fondo el Himalaya, ¿quién carajo querría marcharse?
Entre la India y Nepal, mi padre ha estado en Cuba, Laos, Tailandia, Rumania y se cruzó toda Rusia en el transiberiano hasta Vladivostok.
No está mal para un octogenario.
Mi viejo rueda que te rueda.
Podríamos decir sin temor a equivocarnos que empezó a “viajar en serio” a partir de los 80 años de edad. No lo digo para chulear de padre, que también, sino por todas esas personas que creen que la edad es un impedimento y para todos aquellos que ven sus sueños demasiado lejanos. La salud, la familia, el tener que cuidar de otros puede serlo, pero desde luego la edad no. En realidad nunca es tarde, a mí me parece una buena noticia, al menos esperanzadora.
Yo creo que no me quedaría en casa si tuviese una edad abultada, morcillona o extrema, aunque estuviese cansado, el viaje espabila mucho. Y más si me he quedado solo y estoy mustio o deprimido, no me gustaría quedarme en casa comiéndome los mocos ni pasar a formar parte de la poca selecta audiencia de Tele5.
Mi viejo se cansa antes que un joven, eso es un hecho, pero cuando se cansa, se para y descansa. Incluso puede que vengan bien los años para imponer un ritmo mejor de viaje, algo más pausado, ya que casi todos pecamos de lo mismo, una cierta inercia a la aceleración motivada por nuestras ansías de ver más.
Respecto a si toma alguna medida especial por ser mayor en sus viajes tengo decir que ninguna más allá de las lógicas. Intenta levantarse muchas veces en los vuelos de larga distancia, no deja de tomar sus pastillas con regularidad y no cena nada más que un vaso de leche.
Los motivos por los que empezó a viajar a esta edad se pueden leer pinchando aquí en este otro artículo, titulado “De por qué mi padre se fue a la India por primera vez con ochenta años”. Creo que su lectura está bien para comprender mejor lo que es viajar a partir de esas edades.
En el gobierno tibetano en el exilio, Dharamsala, India.
Escribo este segundo post sobre él porque ha levantado gran interés y expectación entre los lectores y seguidores del blog, y aunque todos podemos comprender que la edad es casi una cuestión numérica, nos ha servido de ejemplo de vitalidad y curiosidad.
Le salieron compañeras de viaje, gente que lo quiere entrevistar, muchos admiradores y cientos de buenos deseos desde todas partes del planeta. Él no tiene facebook porque ya tuvo y dice que le parece una chorrada.
-Papá, estás triunfando en las redes sociales.
-Qué bien. ¿Y eso de que me sirve?
-De no mucho, pero tú si que sirves a otra gente de ejemplo.
-Ni idea. Lo que sí sé es que mientras me encuentre bien, seguiré viajando.
Mi viejo en el desierto del Thar, India.
Lo que me parece más destacable de todo esto es que si uno hace las cosas a lo que los demás consideran destiempo, es decir, cuando no tocan, tienen mucho más valor. Valen doble porque es como robarle buenos ratos a la vida justo cuando parecía que no era el momento. Y eso para mí es un gusto. No me importa si se trata de viajar por todo el mundo cuando eres muy viejo o muy joven, dormir antes del almuerzo, encontrar al amor de tu vida a los cincuenta, pasar los amaneceres follando o llamar al trabajo diciendo que estás enfermo y marcharte a fumar porros al zoo con tu novia. Leer libros que nadie lee, fascinarte el cine iraní o viajar a países poco recomendables según el gravísimo y todopoderoso Ministerio de Asuntos Exteriores. Sí, ese que vende armas a los países a los que recomienda no viajar.
Darle un quiebro al destino y recorrer el mundo justo cuando pensaban que ya estás para meterte en un asilo me parece más que recomendable, incluso obligatorio.
Te lo ganaste viejo/a.
Te pasaste la vida responsabilizándote, preocupándote y trabajando para los demás. Es tu momento. Tus nueras y yernos pondrán el grito en el cielo, el resto de tu familia alucinará, pero ya eres mayorcito para dar explicaciones a nadie, ¿no crees?
Plata no te hace falta mucha, un poco sí, pero no tanta.
Saber idiomas tampoco te hace falta. Mi padre habla en español a todo el mundo allá donde viaja. Al principio me metía con él por esto:
-Papá, no te van a entender, ¿no ves que estás en Siberia?-En este viaje lo acompañamos mi hija y yo.
La cara que ponía el ruso de turno conformaba mi teoría.
-Ya verás como sí me entienden…
Y al final lo entendían, y yo me tenía que callar. No lo entendían como para tener conversaciones profundas sobre las reflexiones de Tolstoi y la muerte en la hermenéutica existencial, pero lo suficiente para comer, dormir o seguir adelante.
Mi padre vestido de buriato, en Severobaykalsk, al norte del lago Baikal, Siberia.
Así que si ya te hiciste bien mayor y todo el mundo te dice lo que tienes que hacer, como si fueras tonto o un niño, y estás harto de esta moda de la exaltación de la juventud, en la cual ser joven es un valor por sí mismo sin tener en cuenta nada más, si ya sientes que te colocaron en el cajón de los trastos viejos, pega un quiebro al destino, salta del estante y tírate de la moto.
Puede que yo sólo sea otro más que te dice como hacer las cosas pero un buen corte de mangas puede ser una victoria fulminante.
Saca la lengua, mueve tus caderas, báñate en pelotas, haz lo que quieras, es tu vida, ya aprendiste a vivir.
Tiempo tienes aún de sobra, mira mi padre, y el planeta, y esto también es innegable, el planeta te espera.