ISLANDIA ME PONE
Nelo | February 8, 2017Kirkjubæjarklaustur puedes tratar de pronunciarlo mientras haces el ridículo, te dejas unas cuantas neuronas en el intento, te atragantas, toses, sueltas algún desagradable y embarazoso felipe y te haces un esguince en la lengua, quedando en evidencia tu nulo islandés, o puedes hacer como los locales hacen y decir simplemente Klaustur.
Hasta aquí nos ha traído su posición geográfica, punto intermedio y más o menos centrado del sur de Islandia, y el dios booking, que nos ofrecía una cabaña a un precio que sin ser el colmo de la baratura, al menos no te hacía, como el de los otros alojamientos de la zona, querer rasguñar la lava basáltica hasta arrancarte las uñas antes de lanzarte por cualquier acantilado al oscuro oleaje del Atlántico Norte.
Puedo asegurar y aseguro, que en este diciembre de 2016, pagar unos 76 euros la noche tres personas en una cabaña de madera en Islandia es de lo más barato que el desgraciado aspirante a no querer gastar demasiado en alojamiento podrá encontrar antes de comprender lo vano de su lucha.
Algunos me diréis: acampad. Y yo te diré: en diciembre acampa tú, admiro a Juanito Oiarzabal, pero a mí todavía me quedan dedos.
Otros me diréis dormir en el coche, y yo os diré: ¿con 20 horas de oscuridad y una niña de 10 años? No, gracias. Que una cosa es salirse de la zona de confort y otra es hacer el gili.
Gracias a Odín, Kirkjubæjarklaustur (bendito copia y pega), o sea Klaustur, y por ende toda Islandia, tiene tal encanto y tal poder de atracción, que los visitantes a la isla olvidaremos pronto sus elevados precios, absortos y embriagados en una naturaleza mezcla de lo salvaje e indomable con una extraña sensación de profunda serenidad.
En Islandia lo potente y la quietud se dan la mano, como si en medio del silencio o del ulular de viento, se pudiera sentir los latidos del pulso de la tierra bajo nuestros pies.
Aunque lo estático del paisaje es engañoso, en realidad, todo se mueve en estas tierras vivas: erupciones volcánicas, terremotos, aguas hirvientes, inundaciones glaciares, vientos huracanados, olas asesinas, noches eternas y días infinitos.
Islandia es el planeta elevado a la enésima potencia.
En Islandia hay volcanes bajo glaciares. Cuando uno de ellos entra en erupción, la lava funde el hielo del glacial que arrastra gran material de sedimentos muy finos que se depositan en las llanuras, se llaman sandar en plural y sandur en singular. Son enormes desiertos casi estériles provocados por inundaciones repentinas y devastadoras.
Vista de satélite del Skeiðarársandur, sur de Islandia.
Cuando uno lee sobre ella con una soleada y casi cálida mañana de invierno entrando por la ventana de una Valencia mediterránea, no puede dejar de asustarse frente a cosas tales como que se ofrece un seguro extra para el alquiler de coches consistente en cubrirte los gastos de pintura del coche por daños causados por el viento o por las cenizas de una erupción volcánica.
Lo de los volcanes no me da miedo porque sé lo suficiente sobre Islandia, sé que sólo hay erupciones cada 3 o 4 años, y que la gente está acostumbrada a convivir con ellas -cuando un volcán estalla en erupción suelen ponerle el nombre a las niñas que nacen en esa época, como ocurrió con el Hekla- y que la vida de las zonas no afectadas, casi toda la isla, continúa igual, pero ¿viento que arranca la pintura del coche?, ¿qué clase de viento puede soplar?
No puede ser, no marco la casilla, espera que miro lo del viento; al parecer hay dos problemas, a veces sopla un viento de tal magnitud que te arranca la puerta del coche de cuajo cuando la abres, leo por ahí, vale, aprieto el culo y me imagino la niña volando camino de Groenlandia.
¿Y lo de la pintura? Pues dicen que en ocasiones sopla un viento cargado de arena a tal velocidad que es capaz de arrancarte la pintura del coche. No puedo evitar acordarme de la imagen de Terminator, cuando Sara O´connor sueña que caen los misiles nucleares en el parque con los pobres niños y acaba hecha un esqueleto agarrada a la alambrada antes de estallar pulverizándose.
Y yo, acojonado, ya no sé si alquilar un coche o un carro de combate al ejército islandés.
Lo sé, Islandia no tiene ejército, prefieren gastar los miles de millones que cuesta mantener un ejército en gastos sociales, ya sabéis, esas cosas baladíes como educación y sanidad, antes que mantener una cara y bélica infraestructura que sólo sirve para lamer el trasero de los aliados de turno embarcándonos en inmorales “misiones de paz” que sólo nos acarrean más conflictos.
Y acabo alquilando un Toyota pequeñito en Keflavik, dejando al azar, que quiera el viento arrancarme las puertas, o un volcán decida sumergirme en su ceniza ardiente.
Me gusta el riesgo, dicen que la vida es para los valientes. Esta noche, sin ir más lejos, pienso cenar panga.
Aunque eso no quita que me dé un buen susto el día que emocionados llegamos a la isla, y llegado el glorioso momento de salir a descubrirla en un rápido y escaso viaje por carretera que durará cuatro días, compruebo que en el coche no hay ni embrague ni cambio de marchas.
Miro desconsolado a la de los ojos marrones:
-Vaya mierda, este coche es automático…
-Eso parece, cari.
-¿Llevaste alguna vez alguno?
Me responde poniendo cara de bacalao islandés.
-Pues yo tampoco.
Y salimos de Keflavik hacia Grindavík pegando unos frenazos espantosos cada vez que me empeño en apretar el embrague que es el freno, por una carretera que por fortuna está poco transitada.
En el camino amanece, son las 11 y media de la mañana.
Mediodía en Islandia, en diciembre.
-Qué raro, y qué bonito es todo – Acierto a decir en un no demasiado ingenioso ejercicio de creatividad, babeando de gusto, mientras intento imaginar que mi pierna izquierda no existe y conduzco un kart.
En Grindavík, cerca de su vieja iglesia está la casa donde el Nobel de literatura islandés Halldór Laxness, joven y soñador, a finales de los años 20, escribió la novela Salka Valka, calificada por algunos como obra maestra.
Lo hizo pensando en un guión que presentaría en Hollywood y en el que la actriz protagonista fuera la divina Greta Garbo, aunque por desgracia, esto nunca ocurrió y la película no se realizó hasta 1954 bajo una producción sueca.
Tenía interés en visitar esta casa pero en nuestro entusiasmo y hambre de viaje lo olvidé.
En cambio encontré esta otra casa de hierro oxidado y me quedé con las ganas de saber qué fue.
Si yo fuera el gobierno islandés exigiría la lectura de algunas de las obras de Halldór Laxness como condición previa para visitar Islandia. Por fortuna muchas están traducidas al español, las puedes encontrar en tu biblioteca más cercana o bajártelas de la red en pdf, es fácil y gratis.
Puede que hablen de una Islandia que ya no existe, pero por eso mismo ayudan a comprender mejor la Islandia actual, a verla más, y mejor.
¿Puede que el alto consumo de helado de los islandeses durante todo el año se deba a que si han de esperar un día caluroso no lo comerían casi nunca?
Otro escritor de los grandes islandeses es Guðbergur Bergsson, que nació en Grindavík en 1932, y del cual no puedo decir nada, ya que aún no lo leí porque pierdo mucho tiempo escribiendo artículos chorras que nadie lee.
Hubo más cosas que nos perdimos debido a nuestro fugaz paso por Grindavík, en nuestra carrera contra un sol que en diciembre aparece a las 11 y media de la mañana y desaparece unas cinco horas más tarde en un frío y largo crepúsculo. No hay tiempo para florituras.
Foto de VisitGrindavik.is
Me hubiera gustado ver el Eldey, isla que se eleva 77 metros sobre el nivel del mar y que alberga la mayor población mundial de alcatraces -dicen-, formidable peñasco que se puede divisar desde varios puntos distintos de la península de Reykjanes y del cual no me perdería su curiosa web cam que puedes ver siguiendo este enlace.
Me hubiera encantado recorrer la carretera de grava del Hópneshringur Circle donde la fuerza del océano ha arrastrado hasta sus costas varios naufragios para acabar viendo el faro naranja de Hopsnes.
Foto en wowair.us de Robert Almqvist/Koste
O bañarme en la formación rocosa de Brimketill, rodeado de acantilados batidos por las furiosas olas del Atlántico norte.
No se recomienda el baño en esta piscina natural, varias fuentes advierten de su gran peligrosidad. Atención.
Además la leyenda dice que aquí se baña una troll llamada Oddný, y si tiene un aspecto como éste, a mí no me gustaría que me pillara.
Pero nosotros seguimos camino, el sol nos sorprende de Grindavík a Þorlákshöfn, por la fantástica carretera 427 que recorre todo el litoral sur de la península de Reykianes, casi pegada al Atlántico, después enlazaremos con la 38 para ir a parar a Hveragerði, ya dentro del famoso círculo dorado.
Me parece un error absoluto, para los que pensáis hacer el Círculo Dorado en un futuro, entrar y salir por la N1.
Si desde Keflavik buscáis Grindavík, y de ahí por la 427 (asfalto siempre) hasta la 38 tal cómo he explicado, no repetiréis camino y además disfrutaréis del paisaje único de esta ruta. A la vuelta ya podéis ir por la N1 hasta Reykjavik.
En esta mañana de diciembre la temperatura es tibia, hace mucho menos frío que en algunos pueblos del interior ibérico, la luz de invierno hace del paisaje un decorado brumoso y pastel, cada pocos kilómetros debemos parar el coche a extasiarnos un poco.
Dos días más tarde, sumergidos hasta el cuello en aguas termales en medio de la noche de Hofn, un islandés compañero de piscina nos explicará que en este diciembre del 2016 se están registrando las mismas temperaturas que hace diez años correspondían a Junio.
Hemos visto islandeses en manga corta, niños inclusive, que yo creo que es pasarse, y seguro que es de agradecer por buena parte de la numerosa colonia española que trabaja en el país, pero bromas aparte, y dejando de lado que el cambio climático pueda ser beneficioso o no para una isla como ésta, Islandia lidera un proyecto de ingeniería puntero consistente en transformar el co2 de gas a roca.
De hecho, ya lo han conseguido, otra cosa es que interese a alguno de nuestros altruistas gobernantes mundiales.
La verdad, “on the road” no pienso en nada de esto mientras las ruedas se desplazan por una cinta de asfalto muy negro que atraviesa un paisaje completamente irregular de musgo encima de lava negra allá hasta donde alcanza la vista.
En realidad no sé en qué pienso, totalmente embriagado por lo que me rodea; tal vez pienso en la victoria de estar aquí, pienso en tierras duras e historias increíbles de humanos que lograron adaptarse a lo salvaje, pienso en un pasado de manos encallecidas y embrutecidas de salar pescado, en cómo sería la vida aquí antes de todo eso, cuando granjeros vikingos, hartos de la vida familiar, se hacían a los mares sedientos de botín, sangre y aventura.
Los berserker (también ulfhednar) eran guerreros vikingos que combatían semidesnudos, cubiertos de pieles. Entraban en combate bajo cierto trance de perfil psicótico, casi insensibles al dolor, fuertes como osos o toros, y llegaban a morder sus escudos y no había fuego ni acero que los detuviera.
Velasco, Manuel (2008) Breve Historia de los Vikingos
O sea, como el jinete nocturno de Mad Max.
Así me siento yo.
Aunque conduzca en vez de un embravecido V-8 un utilitario Toyota, y en vez de ser perseguido por la policía del estado, es la niña la que quiere que me detenga.
-Papá para a junto un árbol, que me estoy meando.
-Cariño, de momento árbol e Islandia son conceptos incompatibles, espera a la próxima gasolinera o hazlo por ahí…
Hablaré de los berserkers,
los catadores de sangre,
Aquellos héroes intrépidos, ¿cómo trataban
A los que se vadean en la batalla?
Piel de lobo les llaman.
Portan escudos sangrientos.
De puntas rojas son sus lanzas cuando marchan.
Forman un grupo apretado, cerrando filas.
El príncipe, en su sabiduría, confía en ellos,
En los que cortan los escudos enemigos.
Poema Haraldskvæði
En medio de estas ensoñaciones pienso en mujeres gigantescas de trenzas rubias y mejillas rollizas y sonrosadas, capaces de pronunciar un total de 26 fonemas vocálicos y sacar la familia adelante a través de mil tormentas.
Yo no dejaría de leer alguna de las sagas de Islandia antes de venir, hazlo tranquilamente, te sugiero al lado de una chimenea, puedes descargarte una de las más famosas, la saga de Egil Skallagrimsson escrita en el año 1230 por Snorri Sturlussson, aquí.
También pienso en la victoria que supone estar aquí después de desearlo durante años, en la victoria que supone por sí mismo viajar, aquí o a donde sea, y lo agradable que es hacer las ilusiones realidad y desplazarse hacia el horizonte soñado.
Y lo bueno que es que la niña vaya en el asiento trasero, viaje que espero se grabe en sus retinas de 10 primaveras y deseo no olvide jamás, y en lo que podríamos hacer la de los ojos marrones y yo en ese asiento trasero, si no estuviera la niña, en la inmensidad de este afrodisíaco y desértico paisaje.
Así van pasando los kilómetros.
Y es que a mí el paisaje islandés, me pone.
Una cabaña en medio de la llanura, mucho que leer, algo que fumar, un largo, muy largo invierno, Islandia y tú.
¿Qué más podría soñar?
Un día, dejaré de ser un cobarde.
Puntuación: 5 ¿Por qué? Porque tienes textos mejores. Comentario: Viajar solo ayuda a centrarse más en lo que te rodea y en describir mejor qué te provoca. Por experiencia te digo.
Un saludo
Sin duda tengo mejores textos, y lo que me dices, por experiencia yo también lo tengo claro. Oye pareces crítico y sincero, te agradecería que siguieras comentando lo que me leas. Un saludo!
Me ha gustado artículo, y la manera tan fresca y dinámica que tienes de escribir, hasta tal punto que me he quedado con las ganas de leer más…
Siempre y cuando sea Islandia ?? claro!!!!
Un saludo desde navarra.
gracias Paúl por tu comentario!!, puedes leer algún artículo más sobre Islandia en este mismo blog pinchando sobre Islandia, en la lista de países del lateral derecho, un saludo, espero te animes a leerme sobre otros países 🙂