INDIA EN MOTO. PITO, LUEGO EXISTO
Nelo | December 11, 2017En el norte de Bengala Occidental, el día despunta en la ciudad de Siliguri mientras arranco el motor de la Royal Enfield 500 que he alquilado durante 10 días para recorrer Sikkim, el estado menos poblado de toda la India, en pleno Himalaya.
Al fondo, la tercera montaña más alta del planeta, El Kachenjunga (8586 mts.) Siempre presente desde las montañas de Darjeeling, Sikkim, y Nepal.
Lo primero que hago es aprender una norma muy básica en toda la India para los motociclistas, en las gasolineras no ponen gasolina si no se lleva casco.
Sin casco no hay gasolina.
No volveré a ir sin casco en el resto del viaje pero precisamente hace un rato lo dejé en el hotel, quería sentir el fresco del amanecer. No pasa nada, el siguiente motorista me soluciona el problema, rápidamente me deja el suyo. Mientras lo hace pienso que en la India los problemas están tan cerca como sus soluciones.
Conducir una moto en India es más fácil de lo que uno se piensa, y no porque sea fácil, sino porque lo que se piensa es tan terrorífico y tan horripilante que la realidad sólo puede mejorarlo.
Lo único que hay que tener claro es que eres casi el último eslabón de la cadena circulatoria, por debajo de ti sólo se hayan dos castas con aún menos derechos: los ciclistas, esos pringaos que no tuvieron para comprarse otra cosa, y peatones, unos auténticos parias, vialmente hablando.
Otra regla general es no cabrearse te hagan lo que te hagan.
No enfadarse ni aunque te saquen de la carretera, o aunque te hayas salvado de pasar a la siguiente reencarnación tan sólo por unas centésimas de segundo.
Ni cabrearte, ni querer partirle la cara a nadie, aunque sea de justicia, ni cuando te atosigan durante media hora a 5 centímetros detrás de ti mientras no dejan de tocar el pito y consiguen adelantarte para ganar dos metros en la cola de cincuenta camiones.
Se recomienda pues, llevar un casco integral que aísle bien, para poder maldecir e insultar sin que nadie se entere de nada. Oummmm.
One mistake, game over. Un error y se acabó el juego.
Lo que si me gustaría, antes de que te des cuenta que soy un imbécil que no sabe adaptarse a lo obvio del país, es que aguantaras un solo minuto de audio, para así comprobar qué nivel estamos tratando. El siguiente audio dura sólo un minuto y fue grabado al azar en una avenida cualquiera de Calcuta.
Lo considero el mejor documento para poder hacerse a la idea, no dejes de escucharlo hasta el final, a ver si aguantas. A los valencianos les puede gustar, a mí me recuerda a una mascletá:
Un minuto de Calcuta. Se recomienda poner el volumen al máximo, encender una barrita de incienso, masticar una guindilla, y cerrar los ojos.
Lo más alucinante, y cualquiera se da cuenta a los pocos días, es que el desorden y el caos circulatorio, es tan solo aparente.
En realidad reina una fluidez delimitada por una serie de normas conocidas por todos, y es ahí cuando te das cuenta que todo el lío y ajetreo que estás sufriendo, es en realidad pura armonía. Con una cadencia, una estética y una melodía propia, muy diferente de lo que un ojo occidental está acostumbrado a ver, pero de un equilibrio cuasi milagroso.
No fear, sin miedo.
Porque además, debemos tener en cuenta que en la India no se toca el pito para fastidiar a los demás, sino simplemente para advertir al otro de tu existencia y de que vas para allá. No hay mala intención, tiene todo el sentido del mundo: Pito, luego existo.
Ya que realmente el pito te advierte y te salva. A veces he llegado a enfadarme porque casi me atropellan mientras caminaba y decirle a la de los ojos marrones:
-Cariño, es que no me ha tocado el pito.
De hecho, unos días después me atropelló un triciclo en la frontera con Nepal, y fue porque no tocó su bocina de plástico de juguete que suelen llevar.
Apenas me hizo un rasguño. Tampoco me hice demasiado en el otro percance del viaje, cuando atropellé un tranvía en Calcuta. Que por si no fuera poco, la de los ojos marrones se lanzó tras de mí y ella también lo atropelló.
Tranvías en Calcuta, una especie en extinción.
Están duros, y lucimos un par de moratones en la cadera, cada uno en la suya.
Hay viajes que dejan huella…
Orgullosos, nos hacemos fotos de nuestras señales de guerra en nuestro apartamento calcutense vacío.
Como estaba vacío, cuelgo una foto de las vistas.
Si te preguntas porque alquilamos un apartamento vacío equipado tan solo con una silla de plástico, dos alfombras y literalmente nada más, se debe a una diferencia cultural entre oriente y occidente del concepto “amueblado”.
Tan vacío estaba que tuve que comprar un colchón para dormir, el de la foto. Me ayudó a comprarlo un brahman comisario de policía, lo usamos dos europeos y acabó regalado a un leproso.
Y me han pasado cosas aún más increíbles, después de sólo tres semanas en India, por primera vez, me encaré con un camarero porque mi arroz no picaba lo suficiente.
-Oiga, este arroz no sabe a nada- Y lo rocié con una salsa naranja industrial procedente del infierno más ardiente.
Porque otra de las misiones imposibles que te recomiendan antes de ir a la India es no comer en los puestos callejeros, como si eso te pudiera salvar de la diarrea más espantosa. Y no es verdad, ya que en cualquier parte es posible toparse con unas intensas cagaleras, incluso en los restaurantes más caros de los más exclusivos hoteles, por lo que al menos me parece una buena idea no haberte gastado una pasta por ir defecando por el país como un mirlo.
Té con leche. No luce con su mejor aspecto, pero es seguro y está buenísimo.
Cabe decir, para tranquilidad de los que lean antes de ir por primera vez, que este no es nuestro caso para nada, y es más, debemos de ser de los pocos que viajan hasta aquí y van estreñidos. ¿Será de lo que apretamos el culo encima de la moto? De puro susto, digo. Ponte el audio de nuevo si crees que no hay para tanto..
La carretera que elegimos para ir de Siliguri a Darjeeling es la que coincide con el trazado del Toy Train que une las dos ciudades (inactivo desde que el monzón destrozara parte de sus vías, 2017). Transcurre entre bosques y plantaciones de té y enseguida comienza a subir. Son las primeras estibaciones del Himalaya. No dejará de ascender hasta llegar a Darjeeling, 80 kilómetros después.
Conducir una Royal Ennfield 500 con su típico petardeo de monocilíndrica de los años 50 por estas cuestas es, podríamos calificar sin miedo a exagerar, orgásmico. Bienvenido/a a unos de los momentos cumbres de la vida. Y mientras uno deja atrás las llanuras del Ganges y se enfrenta a los primeros frescos de la montaña, se maldice por no haber pasado, ni seguir pasando, el resto de su existencia dedicándose a ello.
-Nena, podría vivir haciendo esto- le grito por encima del ruido del motor y del viento mientras cruzamos campos de té salpicados de palmeras. Bengala Occidental luce en todo su esplendor.
-Justo ahora pensaba eso -la de los ojos marrones va contenta, va feliz, tiene un asiento mullido para ella sola y va sentada en una postura normal, no como en nuestras kawasakis que tiene que sentarse como una rana lista para ser sodomizada.
La carretera sube y la temperatura baja. Comienza la vida en vertical, huele a humedad, pasamos pueblos con casas de colores.
Thindara es solo uno más de los pueblos que atravesamos, pero allí se encuentra la base de los trenes Darjeeling Himalayan Railway, y quiero visitarla a toda costa. Hay que comprar una entrada, pero como no hay tren, no hay entradas, y no hay entradas porque está cerrada, pero yo quiero visitarla.. ¿Qué hacer? Solución muy india, la visito sin entrada, haciéndome amigo de unos que habían por ahí.
Base del Darjeeling Himalayan Railway.
Ser occidental en la India puede tener algunos inconvenientes, pero también muchas ventajas, una de ellas es que te puedes meter casi donde quieras, simplemente entrando.
Las vías del tren y la carretera son la misma cosa, como dos serpientes entrelazadas, y la segunda no existiría sin la primera.
Creado entre 1879 y 1881 para sacar el té de Darjeeling y para que la numerosa colonia británica residente en Calcuta, pudiese huir del calor, refugiarse en las montañas, y respirar.
La línea, una obra magistral de la ingeniería y con unos paisajes indescriptibles, mide 60 centímetros de ancho, y en total tiene 78 kilómetros subiendo desde los 100 metros hasta los 2200 metros en Darjeeling.
Cuando nosotros llegamos sólo están operativos dos servicios regulares, el diario entre Kurseong y Darjeeling y el tren turístico de Darjeeling a Ghoom. Y aunque cuentan con varias locomotoras diesel, en algunos horarios en concreto se utilizan antiguas locomotoras de vapor británicas, las DHR 778.
La mala noticia es que el tren turístico cobra en precios de turista, así que nosotros nos dedicamos a verlo pasar y seguirlo con la moto. Me recuerda a los míticos dragones, resopla, brama y echa fuego y humo. Más o menos como yo, cada vez que desayuno, almuerzo o ceno.
Mientras peregrinamos de hotel en hotel buscando algo que nos guste, la noche cae sobre Darjeeling aunque el sol todavía ilumina el Kanchenjunga, haciéndolo aún más blanco en el contraste.
Por fin encontramos una homestay que después de negociar nos alquila una habitación. Es barata, básica, huele a humedad, hace un frío del carajo y lleva incorporada una araña de aspecto feroz.
Será nuestro hogar para las próximas tres noches.