DE SIKKIM A NEPAL, POR BENGALA OCCIDENTAL
Nelo | February 17, 2018No nos levantaremos temprano. Nunca lo hacemos. Debemos tener alergia al amanecer, lo cual me parece terrible. La alergia, no el amanecer.
No hay mucho que contar cuando uno se pasa el día en moto subiendo y bajando montañas, aunque éstas sean el mismísimo Himalaya, en el reino perdido de Sikkim, y la moto una legendaria Royal Enfield “Hecha como un cañón” según reza el eslogan de la marca.
Sobre días así, a mí solo se me ocurre escribir brrrr, clank, brrrrr, piii, piiiii, brrrrrr,
Para ir de Sikkim a Nepal, hay que volver de manera obligada a Siliguri, ciudad del norte de Bengala Occidental. Nosotros lo hacemos partiendo del lago Kecheperi en dos días, haciendo noche en Namchi
Tampoco hay mucho que contar aunque haya sido un día fantástico y para desayunar hayamos comido las mejores samosas hasta el momento. Al fin y al cabo a quién carajo le importa que uno haya comido las mejores samosas de su vida.
La foto tampoco dice gran cosa.
Podría deconstruir minuciosamente el ambiente en que fueron comidas, espolvoreándolo todo con detalles del señor que nos las sirvió, un tipo sonriente de tez redonda y morena, con los ojos achinados y que se movía a cámara lenta. Decir que lucía el sol fresco de la mañana, que las niñas de una escuela cercana cantaban, y que olía a precipicio y montaña fresca, pero no lo voy a hacer.
La verdad es que ya no estoy allí, escribo estas líneas desde Katmandú, donde me he atrincherado en una azotea en plena tormenta gastrointestinal en la cual juego a imaginar comidas para ver cual es la que más aversión me da y por lo tanto determinar la culpable de esta lamentable situación.
De momento sale ganador el arroz biryani de ayer a mediodía. Qué asco. Mejor vuelvo a Sikkim.
Cada atardecer lo dedicamos a buscar hotel allí donde hayamos llegado. Empieza entonces una procesión por una serie de alojamientos en los que hay que cuadrar el precio que nos dicen con el aspecto de la habitación. Unos quedan descartados por demasiado caros y otros por parecer la habitación de la niña del exorcista después de una vomitona verde. Este peregrinaje dura alrededor de una hora. Y siempre conseguimos, más o menos, lo que buscamos después del consabido regateo.
800 rupias, unos 10,5 euros.
En Namchi acabamos en un hotel algo raro, una especie de familia numerosa en la que todos parecen estar un poco flipados. No deja de ser divertido que al pedir algo vengan todos a la habitación, incluido los niños.
-Por favor, ¿cómo funciona el aire acondicionado?
Y somos ocho personas mirando el mando. En India saben lo que es atención al cliente.
Al día siguiente y antes de marcharnos de Namchi visitamos el impresionante Shiva de Siddheswar Dham, gigante bajo el cielo azul y un horizonte picos nevados de más de 8000 m.
Iba e escribir un pequeño resumen sobre Shiva pero me he dado cuenta que Shiva y pequeño resumen son imposibles de congeniar. Seguiré mejor con el aburrido literariamente hablando viaje en moto, brrr, brrrrrrr.
Nos enfrentamos al tramo más duro, un camino infernal de bajada en el que el término más utilizado es “su puta madre”, y ni ommmm ni nada. Descendemos por una pista que me recordaría a las más virulentas del Amazonas si es que hubiera estado allí, que es que no.
Una paisaje precioso que apenas podré ver luchando con sostener la moto y a la de los ojos marrones para que no caigan ladera abajo.
Cruzamos el infinito a cada paso;
nos encontramos con la eternidad en cada segundo.
Rabindranath Tagore
Después de varias dolorosas horas llegar al fondo del valle, cruzar la frontera de Sikkim, y enfrentarse al caótico tráfico de la India supone un alivio. Dejamos las montañas de Sikkim para adentrarnos en la gran llanura del Ganges y el asfalto que va hasta Siliguri, donde queremos llegar hoy. A partir de ahí solo carreteras llanas flanqueadas por monos a la espera de vehículos que les lancen algo de comer. Se acabó el fresquito del Himalaya, la India eterna explota a nuestro alrededor en forma de de paraíso lleno de palmeras, plantaciones de té y humo al atardecer.
Uno puede llegar a acostumbrarse al tráfico indio pero no por ello deja de ser horripilante, como es calificado en muchas crónicas de viaje. Tienen razón. También hablan de caos pero pienso que ahí se equivocan. No hay caos, es pura armonía. Armonía rara, loca y basada en jugar con la vida hasta el último segundo, pero en realidad todo fluye.
Bici-bus escolar en Siliguri.
Bengala Occidental, a la que no había prestado atención antes del viaje considerándola un lugar de paso hacia las Siete Hermanas del noreste indio, Sikkim, Bhután o Nepal, supone una sorpresa para mi traqueteado trasero. Uno de los lugares más alucinantes que he visto en mi vida. Un estado indio como flotando en la neblina, indolente, según se jactan sus propios habitantes. Una lengua propia, cultura propia, cine propio y una capital a la que le es difícil encontrar un adjetivo adecuado, una especie de madre de todas las ciudades, la incomparable Calcuta.
Un cine bueno, serio, de calidad. En tres minutos puedes ver una muestra de él, pero no solo eso, también oír música bengalí, escuchar como suena el idioma y ver sus paisajes. Frente a esto escribir tal vez sea para nostálgicos pasados de moda. ¿Qué hacemos escribiendo?
Además la gente es tan amable. Un chico se nos acerca a decirnos qué nos hacia falta, y nos indica un restaurante –que no existía- unos kilómetros adelante. Da igual que no existiese lo que importa es el detalle. Otro al oír como sonaba la moto me dice que llevo el tubo de escape suelto. Ya decía yo que desde ayer sonaba demasiado bien, estaba convencido que el motor estaba “soltándose” pero no de manera literal. Buscamos nuestro primer mecánico para que lo apriete antes de devolver la moto tras 11 días de viaje, encuentro unos chavales que son mecánicos de camiones.
Pasan una hora larga con ella. Arreglan colector y tubo de escape. Después no me quieren cobrar. Insisto en darles al menos una propina, 50 rupias, menos de un euro, pero el que lleva la voz cantante sigue sin aceptar. Al final deja que se las quede un aprendiz. Después me pide un bidi, un cigarrillo indio, le ofrezco el paquete pero me dice que solo uno. Y yo, desconfiado, que tenía miedo de que me timaran…
¿Qué palabra te define mejor en esa situación, lerdo o precavido?
Con los mecánicos.
Una cualidad de la India es que se empeña en demostrarte lo gili que eres. Una y otra vez. Eres un gili cada vez que desconfías y vas de malo, poniéndote a la defensiva delante gente y situaciones maravillosas, y cuando decides ser bueno y confiar, entonces, en su yin yang particular, te la mete y desciendes a los infiernos con tu orgullo herido y unas cuantas rupias de menos, por ejemplo. Por lo que también te sientes un gili. Volviendo así al punto A como en una rueda interminable.
Brahma, oh Brahma, cuándo aprenderé.
Leemos mal el mundo, y decimos luego que nos engaña.
R. Tagore
En Siliguri, que algunos califican como nothing to see, pero que lo hacen porque no tienen ni idea, nos perdemos. Debo llamar al dueño de la moto para que venga a por ella, y a por nosotros, pero como me gusta complicarme la vida no tengo tarjeta sim india, así que les entro a dos chavales con pinta de macarras, pelo largo, sortija, collares etc. Me dejan su teléfono, pero no sé donde estoy, así que al final acaban ellos hablando con el dueño. Llegará en media hora. El que peor pinta tiene de los dos me dice:
-Cuando necesites algo, pídelo. No importa a quien, a cualquiera, la gente aquí es muy amistosa.
Tiene razón, lo he comprobado una y otra vez.
Volveremos a Bengala Occidental más tarde, pero toca despedirse de la moto. Ahí se quedará, entre otras congéneres dispuestas a hacer felices a próximos viajeros. Después cruzamos a Nepal, y pasaron muchas cosas, me atropelló un triciclo, estuvimos tres horas hablando con gente envueltos en humo picante de chili frito, y ya en Kakarvitta nos subimos a un bus del cual no quiero acordarme, -nena, echo de menos la moto, estoy viejo para toda esta mierda- que tardará casi veinte horas en excretarnos en una Katmandú llena de polvo y vida.
Desde entonces no pasa un día en el que no sueñe con volver a tenerla entre mis piernas.
Súbete en su moto si quieres tener orgasmos
si no puedes evitar tanta emoción
Cómprate un esparto y limpia tu rostro de llanto
cuando oigas que digo adiós
KK for you