CHINA EN MOTO, DE YANGSHUO A DAXU (GUILIN)
Nelo | August 11, 2018Cerca de Guilin a orillas del Rio Li, el pueblo antiguo de Daxu nos costó ocho kilómetros de empujar la moto a las tantas de la madrugada en una desangelada, ancha y oscura autopista china, cuando ya de vuelta, se le rompió la correa de transmisión.
Enroscaba felizmente el puño del acelerador a tope, embriagado de velocidad y de viaje, en pleno éxtasis, sintiendo a la de los ojos marrones en el asiento de atrás muy pegada a mí, atravesando la oscura noche china… cuando de repente fue como si se deshinchara un globo, la moto se desinfló perdiendo en un instante toda su potencia y nos expulsó a un arcén que íbamos a conocer muy bien durante las próximas tres horas y los siguientes ocho kilómetros.
-¿Qué pasa?
-La cagamos cari, hasta aquí hemos llegado- Y a continuación solté una serie de improperios graves e insultantes sobre nuestra situación, la maldita moto, China en particular, y los viajes y la existencia en general.
-¿Otra vez?
Era el segundo día consecutivo que nos quedábamos tirados muy lejos de Yangshuo, y eso que habíamos cambiado de moto, desde una eléctrica al típico scooter de gasolina. El día anterior nos quedamos tirados cuando se acabó la batería del engendro eléctrico que habíamos alquilado, en medio de una carretera rural a 30 kilómetros de donde nos alojábamos.
Esta vez era peor, estábamos en medio de una enorme autopista de muchos carriles, de noche, los camiones pasaban zumbando a nuestro lado, el suelo temblaba a su paso.
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Quedarse tirado en la carretera de un país extraño es algo malo en el momento, pero siempre bueno una vez ya ha pasado todo.
Lo tengo comprobado, no hay mejor forma de conocer las entrañas de un país que rompiendo el vehículo en el que viajas, aunque en el momento te haga alzar el puño hacia el cielo clamando piedad y gritando improperios.
El día, en cambio, había comenzado muy bien, salimos de Yangshuo en dirección norte hacia Guilin siguiendo el Rio Li por carreteras estrechas atravesando pueblos en bruma y montañas húmedas de cuento.
Salida de Yangshuo por carreteras secundarias dirección norte.
Los paisajes kársticos del Río Li son comparados a los de la bahía de Ha-Long en Vietnam.
El Río Li es conocido en el mundo entero porque aquí se sigue practicando la pesca con cormoranes.
Después nos habíamos internado en una zona de grandes colinas con mandarinos empaquetados en plásticos para conservarlos así del hielo que viene del norte, y más tarde una sierra montañesa donde al atravesar un pequeño y aislado pueblo fuimos invitados a una boda ante la estupefacción mutua de los invitados y nosotros mismos.
No comeríamos nada más rico en todo el sur de China, aunque la de los ojos marrones no lo disfrutó porque no aprecia del todo las virtudes endemoniadas del picante.
-No importa, cómelo y blasfema con una sonrisa, nadie te entiende.
Los viajeros y las bodas se atraen sin remedio, como los polos opuestos de un imán. No sé muy bien por qué. Tal vez porque así la comunidad puede lucirse ante los extraños y los extraños se sienten acogidos y cómodos en medio de un acontecimiento festivo más o menos identificable y reconocible.
¿Fue después de ver nuestro nivel al comer con palillos cuando nos sentaron con los niños?
Preparativos de la boda al borde de la carretera, fijaos en la hoz que lleva en la mano el hombre de la izquierda, lástima que en la otra mano no lleve un martillo.
A mí las bodas me dan repelús, sobre todo en mi lugar de origen, a las cuales no asisto excepto si son las mías y por obligación (no está bien una boda sin el novio), pero cuando ando de viaje y me las topo intento ser un tipo amable y agradecido.
Más tarde nos perdimos siguiendo rutas imposibles que acababan en caminos de polvo o peajes de autopistas donde los chinos de las casetas de peaje salían escandalizados a prohibirnos el paso a causa de la escasa cilindrada de nuestro scooter.
No me extraña que la moto reventara.
Aún así conseguimos encontrar Daxu y disfrutarlo como quien encuentra una ciudad perdida.
Pero ahora sólo oscuridad, una autopista desangelada, una moto muerta y demasiados kilómetros por delante
Caminamos empujando la moto ocho kilómetros pero hubieran sido muchos más si un par de buenos samaritanos de ojos rasgados que iban montados en un carrimoto de tres ruedas no hubieran parado a nuestra altura sin ni siquiera pedírselo, y tras descubrir abrumados que éramos occidentales y sin entendernos ni una sola palabra nos llevaron hasta la puerta de nuestro hotel. Gratis, igual que el día anterior.
No pararon porque nos vieran occidentales, de hecho no se veía nada, fue pura solidaridad china en plena madrugada en una autopista sin alma. Si te pasa eso en medio de la A-7 que une Valencia con Barcelona, ¿se detendría alguien?
Y eso fue a la vuelta de Daxu, la ida no había sido mucho mejor.
Nos costó mucho encontrarlo, no habíamos conseguido cenar y en el cansancio había bloqueado mi teléfono móvil porque se me había olvidado el pin, por lo que no sabíamos ni dónde estábamos, ¡no sin mi maps.me! ni cómo volver; los cinturones de Guilin son gigantescos y desconcertantes, el tráfico rabioso y mi memoria chochea de serie.
Desangelados alrededores de Guilin.
Volvimos por intuición y funcionó. También pregunté alguna vez, los chinos son extremadamente amables y si te entienden, y pueden, te responden. No hagas ni caso a lo que lees por ahí sobre ellos.
De cualquier modo, existe una especie de suerte para el despistado e incauto, la cual me dice siempre a que autobús he de subir o qué carretera seguir. Tengo plena confianza en esa suerte. No suele salir mal, la de los ojos marrones alucina con eso. No suele salir mal porque en realidad, da lo mismo por donde ir, cualquier camino es bueno.
Olvidarme del pin de mi teléfono, el mismo desde hace años, es un buen indicativo de que estoy en las últimas, me pasa siempre.
Pero entre medias de tantas vicisitudes habíamos encontrado Daxu, donde visitamos la parte vieja de la ciudad mientras atardecía.
Y puedo decir que valió la pena.
No pienso así por consolarme, sumido en esa filosofía de viajeros empeñados en ver siempre el vaso medio lleno, la parte buena de las cosas, convirtiéndote en una especie de memo optimista con mochila, es que Daxu, realmente es fantástico.
Olor a leña, niños correteando, gallinas, ausencia total de turistas al menos en este anochecer, antiguos retratos de Mao colgando de las paredes de viejas casas de madera, dando buena cuenta de la media de edad de sus pobladores, puertas siempre abiertas de par en par que muestran televisiones de plasma, único rasgo de modernidad de casas con braseros incandescentes y sillas bajas de madera. Olor a comida, sonido de petardos lejanos, pasos apresurados, tejas de madera.
Daxu no es un decorado. Daxu es más bien un anacronismo, está vivo y es casi un milagro con sus farolillos rojos y sus calles adoquinadas junto a un río Li que flota en paz, en cuyas orillas barcas de bambú y otros materiales más modernos esperan poder surcar sus aguas claras y brillantes.
Papeles rojos en las fachadas con el nombre de la familia que las habita o anunciando un casamiento. Alguna casa nueva y una escuela que intenta imitar el estilo del resto y lo consigue.
Banda sonora de gargajos y esputos. Sí, estamos en China. Y más aún, estamos en la China que bulle en nuestra imaginación, ésa que veíamos en las películas cuando éramos pequeños. La que esperábamos, la que casi ya no existe.
Y yo, que quería darme la vuelta justo antes de llegar, en la parte nueva de la ciudad, descorazonado y helado tras varias horas de scooter china.
El puente de Wanshuo (puente de la Longevidad) es un viejo puente de piedra que me enamora, escaleras hundidas por el peso de la gente que durante siglos pasó por él, huellas de los que ya no están, ente vivo.
Pura poesía hecha peldaños. El peso de la vida de los que pasaron lo han moldeado.
También venta de souvenirs sí, pero poco más, tan solo algunas casas venden cosas, pero como algo residual. Algún café. No mucho más. Sencilla, ancestral, perfecta para soñadores. Un enclave de hace 2000 años cuando el comercio fluvial era de máxima importancia y esta ciudad contaba hasta con trece puertos.
Ahora las mercancías van en camión pero el río sigue siendo navegable.
Cierto es que el atardecer y la llegada de la noche ayudan a recrear un ambiente más íntimo y tranquilo, porque las tiendas están cerradas y no se sabe que son tiendas, mientras que las casas siguen con las puertas abiertas de par en par y se puede ver cenar a sus habitantes, mientras te apura tal dosis de intimidad.
¿Cómo es posible que Daxu, estando tan cerca de Guilin y con este tremendo encanto, no esté lleno de guesthouses?
¿Qué no sea un Thamel, otro Kaosan Road, otra mariconada dulce para consumo rápido de los seguidores de la secta de la Lonely Planet?
Nada de eso, Daxu resiste. Y no cobran entrada.
Los lugares donde cobran entrada, aunque algunos son muy atractivos, están muertos. Los matan y cobran entrada. Una mierda que además cuesta dinero.
Daxu será una anciana encorvada por el peso de los años, que camina pasito a pasito por una cuesta pronunciada, pero no es una momia fosilizada a cualquier precio.
Los mototractores oxidados y herrumbrosos esperan en las afueras del barrio viejo la llegada de un nuevo día en el que poder ambientar con sus estertores y volutas de humo negro. Tan contaminantes que te hacen sentir que estás vivo, como todo lo tóxico.
Moto-tractor típico del sur de China.
Daxu, es un secreto a voces, y flaco favor le hago escribiendo sobre ella. Aunque de momento no hay problema ya que no me lee casi nadie, lo malo será cuando sea famoso y multimillonario y se busquen antiguos escritos míos y las que consigáis encontrarme, hagáis cola frente a mi cabaña perdida entre los bosques, con la ropa interior en la mano para que os la firme, como si de Maluma se tratara.
Sí, Maluma baby, qué horror, he debido perderme algo y no me he enterado.
Qué más te puedo decir, deja de leer chorradas y ponte en camino. Daxu es una maravilla que pronto dejará de serlo.
Date prisa, no sé a qué estamos esperando. Todo va muy rápido.