ALTO ATLAS, MARRUECOS, EL FINAL. AIT BOULLI Y AIT BOUGUMEZ
Nelo | August 10, 2015Cuando camino por el lecho de un largo y pronunciado barranco repleto de sabinas centenarias en pleno corazón del Alto Atlas, llego, ayudado también por el sol, el calor y el entorno, a un estado animal que reconforta cuerpo y mente. El tener que fijarme durante horas en donde poner el próximo paso hace que mis pensamientos se reduzcan a eso, como en una especie de meditación. Si además añado a mi cabeza el estribillo de alguna canción, a modo de mantra, mi cerebro cada vez piensa menos y sólo importa este barranco y yo.
Barranco por el que desciendo más de 1000 m. de desnivel, después de haber subido 600m. después de desayunar.
Así pues, la etapa de hoy Amezri-Tizi n Rowgalt-Rouwgoult-Abachkou es la más dura del viaje, pero eso no importa cuando cada paso es un disfrute.
Y es que me cuesta arrancar, pero cuando el cuerpo se calienta ya me encuentro bien, después, con las horas, viene el cansancio, pero sé que si paso esa etapa de agotamiento, volveré a entrar en un estado casi eufórico en el cual te sientes casi imparable.
No tener un objetivo ayuda, sé que hoy no terminará el viaje, no sé donde dormiré, no llevo mapa. Lo abstracto del destino libera porque no hay un lugar al cual debas de llegar. Caminar solo es más que aconsejable para llegar a este estado. Con un compañero no lo conseguiría, él estaría pendiente de mí, y viceversa. Hace falta concentración en el paso y en el paisaje, poder pensar lo que quieras dejando que tus pensamientos vuelen libres, hasta que poco a poco se van reduciendo.
El ritmo y la cadencia de un caminante de larga distancia es propicio a tales ensoñaciones, caminar consigue despejar mi mente mediante la concentración en el camino y el cansancio del cuerpo, siento la fatiga pero me encuentro casi eufórico. Tal vez por ello, los locos, especialmente aquí en Marruecos, lo que hacen es echarse a andar. Se les puede ver por los arcenes de carreteras y caminos andando con la mirada perdida, una manta bajo el brazo y toda la mugre de quien no se bañó en los últimos años. Recorren el país de un lado a otro porque así se sienten mucho mejor que quedándose quietos.
Y me temo que, si en Europa no vemos más gente deambulando carretera arriba y abajo es porque aquí se les encierra a base de pastillas, tratamientos y hospitalizaciones. O de alcohol, televisión y fútbol.
Río Tessaout en su curso alto, entrada al Cañón Uandras.
Las vistas desde el Tizi n Rouwgolt comprenden las dos vertientes de la cordillera del Alto Atlas, a lado el cañón Uandras, el curso más alto del Tessaout, al otro Ait Boulli, y un sendero que te lleva a Terkedit, inmensa planicie donde se encuentra el refugio desde donde se sube al Mgoun, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar.
Mientras contemplo todo el paisaje, un pastor se acerca, me da la mano, su tacto es la del esparto, podría partir nueces con ellas, me pide tabaco, se lo doy. Más tarde, encuentro una familia con una vaca, y me invitan a un té.
Ya por la tarde en Rouwgoult, me encuentro con un chico que me sale al paso al cruzar su pueblo, se llama Omar.
-Creía que eras un touareg -Me dice señalando mi turbante, -está de cachondeo, obvio- a continuación me pide un cigarro y acabamos en su casa, tomando té, pan y mantequilla casera de vaca, su casa es de película, al igual que todo el valle de los Ait Boulli.
Espectaculares pueblos de piedra, gente hospitalaria, grabados rupestres impresionantes en Tizi n Tirghiyst, y un paisaje excepcional es, entre otras cosas, lo que puedes encontrar en este poco turístico valle, y digo poco turístico porque desde Amezrí la mayoría de la gente se desvía directamente a Aït Bougumez, dejando de lado este más que interesante valle.
Duermo en Abachkou, y al día siguiente, tras una caminata ya por asfalto, paso por Agouti.
Habitación de la gite d´etape donde duermo esa noche.
Las gite d´etape de los valles de Tessaout y Ait Boulli ofrecen al caminante un refugio básico pero más que suficiente, sus precios suelen rondar los 50 Dh por dormir, 50 Dh. la cena y unos 20 Dh. por el desayuno, en total no llega a 12 euros la noche. (Precios 2013-14).
Después de subir el Tizi n Ougarmaghad llego a un cartel que pone “Bienvenido al valle de Ait Bougumez”. Se acabó, todo ha terminado, ya llegué, así que hago una seña al primer coche que pasa y me subo a él. Un comerciante de pollos me lleva hasta Tabant, donde me doy un homenaje en forma de pollo con patatas (me entró hambre al verlos). El valle de Ait Bougumez lo encuentro arrasado por el turismo, por doquier proliferan las gite a precios desorbitados, muchos hombres cuando los conoces se presentan como guías de montaña, el asfalto no invita a caminar. Un par de taxis después, de ésos compartidos que pareces una sardina en lata, me dejan en la gran ciudad.
El ambiente de la piscina del hotel Amine en Marrakech no es el lugar más apropiado para el recogimiento, ni tan siquiera para la simple lectura. Música atronadora, niños gritando y turistas por doquier. Una francesa no para de bailar mientras toma un cóctel tras otro, baila sola, su bikini minimalista blanco y sus meneos de cadera, atraen mi mirada.
Pienso en las montañas cruzadas mientras me deleito con su trasero blanco moviéndose al son de reguetón.
Con este tipo de contrastes, el mundo me parece un lugar bien extraño, pero me gusta.
Además ya no intento entenderlo, sólo disfrutarlo, y en ocasiones, sólo a veces, lo consigo.