KIROVSK, EN LAS MONTAÑAS JIBINY, CIRCULO POLAR ARTICO
Nelo | May 15, 2017Kirovsk es el centro geográfico de la península de Kola, la joroba rusa de Escandinavia, en la región de Murmansk, a 205 kilómetros de la capital del mismo nombre.
Ciudad minera del Círculo Polar Ártico, a orillas del precioso lago Bolshoy Vudyavr, este abril completamente congelado.
Sobre el que los más valientes practican kite surf deslizándose en el hielo que hoy fulgura bajo el sol. y con un fondo de paisaje enmudecedor, las montañas Khybini, ahora en invierno redondeadas por toneladas de nieve que tapan de manera total rocas y tundra.
Gigantes de hielo donde proliferan minas, poblaciones aledañas a ellas, e incluso algunas estaciones de esquí.
Una marsruthka desde Apatity sube al viajero que necesite transporte hasta Kirovsk por algo menos de un euro.
Sus calles no escapan a la gran acumulación de nieve, que helada y prensada forma hielo e inunda esta ciudad de treinta mil habitantes, dando la sensación de andar entre pasadizos de hielo a cielo abierto, laberinto de trincheras congeladas y blancas.
Su historia es bastante reciente y comienza en los años 20 del siglo XX. Todo surgió tras las expediciones del explorador y geoquímico Alexander Fersman por la península de Kola, una esquina del país situada en el Norte lejano, hasta entonces perdida, salvaje, casi desconocida, convirtiendo la zona en una rica región industrial-minera tras los descubrimientos de grandes depósitos de níquel y apatito, principal fuente de fósforo y fosfato.
Hoy en día los trenes siguen transportando mineral sacado de las entrañas de la Península de Kola.
En esta región hasta entonces sin núcleos de población y solamente habitada por indígenas como los sami, aparecieron en torno a las minas, nuevas ciudades: primero Jibinogorsk (Kirovsk), más tarde Monchegorsk, Lovozero y otras. Ciudades de fuerte y gran expansión pero hoy en clara decadencia, al menos en lo que a su población se refiere, con unos censos que no paran de bajar desde la caída de la Unión Soviética.
Kirovsk, al fondo.
Conocemos algunas de las palabras que este explorador, loco apasionado de las piedras, dedicó a este rincón perdido, transcribo esto porque me gusta mucho que un científico hable con pasión, como un poeta o como un artista:
“Entre todas las impresiones del pasado, entre los diversos cuadros de la naturaleza, del hombre, de la economía, el sentimiento más vivo que conservo es Jibiny: una poesía épica científica completa, que durante casi veinte años embargó toda mi alma, fuerzas, energía, conquistó todo mi ser, agudizó mi voluntad, pensamiento científico, deseos, esperanzas. Solamente con perseverancia y obstinación, únicamente a base de un trabajo enorme en Jibiny, pudimos conseguir resultados positivos en este país maravilloso, país que, como en las fábulas, abrió ante nosotros sus riquezas”.
Con cada yacimiento minero surgió una pequeña ciudad.
Kirovsk también cuenta con el Jardín Botánico Polar Alpino, de 80 años de antigüedad, que podrá parecernos algo baladí, pero que cobra importancia si tenemos en cuenta que este es el más septentrional de los tres que existen al norte del Círculo Polar Ártico.
Nosotros, en nuestras ansías de salir de la ciudad a las montañas, y más en concreto, de ver las esculturas heladas del Snow Village, no lo visitaremos, falta que me pesa hoy en día al escribir estas líneas.
Aunque ver el Snow Village, a 7 kms, de Kirovsk nos dejó con la boca abierta. Grandes esculturas de hielo al aire libre talladas en noviembre, hoy ya algo deterioradas tras el largo invierno.
Gagarin en segundo plano.
Así que pasando por debajo de su particular Big Ben, dejamos atrás Kirovsk andando, y bordeando el lago congelado nos ponemos dirección a las montañas, las cuales parecen incapaces de recibir un solo gramo de nieve más.
Big Ben en Kirovsk.
El camino a pie hacia el Snow Village es soportable sólo si no sopla una brisa que parece imperceptible pero que marca la diferencia entre el frío y el espanto.
Son montañas duras y aunque su altura podría parecernos no excesiva, su latitud, su climatología y aspereza podría ponernos en situaciones muy comprometidas. También sus animales salvajes. En las pocas webs en inglés que hablan sobre las montañas Khybini, podemos encontrar consejos de viaje del tipo “qué hacer si se encuentra con un lobo”
“Si no puede escapar del ataque, tome la pose de un niño. Mantenga su cuello oculto. Sin embargo, si usted decidió resistir, se puede hacer uso de medios improvisados. Será bueno si usted tiene el spray de pimienta en la mano, un arma eléctrica o algo afilado. Al menos la rama de un árbol. Armarse por todo lo que el destino le da, golpear el lobo en el hocico o la nariz -estas son las partes más sensibles. Cuando salta el lobo golpear en el pecho o el abdomen. En general, trate de llegar al río. Con el agua por la cintura va a ganar la ventaja sobre el lobo, sus patas no alcanzan el fondo del río.
(…) Tirado en el suelo trate de patear y defenderse como pueda. Se verá como un digno adversario y puede hacer que él le tenga miedo. Mantenga sus emociones bajo control, no sea presa del pánico. Recuerde, su vida está en sus manos (…) Derrote al enemigo y vaya a un lugar seguro, pero mantenga la situación bajo control. El lobo puede atacar de nuevo – esté listo para eso.
Si viaja en grupo trate de hacer lo posible para mantener el grupo a distancia del ataque del lobo. Preste atención a los niños heridos, son un objetivo primordial para el ataque de los lobos. No trate de ser amable o sentir simpatía, está fuera de lugar. El lobo no evaluará sus dolores, sino por el contrario, va a provocarlos con agresividad. Si usted tiene un arma – dispare! Al menos, para ahuyentar si no matar.
Después de ser atacado acampe con fuego, el lobo puede tener miedo por la hoguera. Existe evidencia científica de que los lobos tienen miedo del fuego. Será mejor si hay una cortina de humo. Es fácil de conseguir si pones algunas hojas verdes o madera fresca en el fuego. Preste atención a la dirección del viento y asegúrese de que los lobos no se arriesgan cada vez más cerca.”
Fuente http://hibiny-land.ru/
Tendría que haberle leído esto a la de los ojos marrones antes de salir a pasear por el bosque.
También existen consejos sobre qué hacer si se encuentra con un oso, muy abundantes en la península de Kola, o con un glotón, una especie de tejón pequeño pero con mucha mala leche y con más fuerza en las mandíbulas que un oso grande.
Pieles a la venta de lobo y de glotón para horteras recalcitrantes y sin conciencia de ningún tipo.
Sobre osos, abundantes en toda la Laponia rusa, además de pieles, circulan historias como esta:
Dos cazadores caminan por la tundra, uno experimentado y el otro principiante. El principiante le pregunta al experimentado:
– ¿Qué voy a hacer si me encuentro con un oso?
– En primer lugar, no entres en pánico y extiéndete mierda, de pies a cabeza, con el fin de poner el oso se vaya por el olor desagradable.
– ¿Dónde puedo encontrar tanta mierda?
– Puedes estar seguro que tan pronto te encuentres con el oso tendrás un buen montón de mierda …
Chistes aparte, en todos los casos ponen como regla general para no ser atacado por un animal evitar moverse de noche, y mucho menos solo.
O sea, lo contrario a lo que yo hice, porque afortunadamente leí todos estos consejos después.
Fueron unas horas mágicas, luna llena que ilumina montañas nevadas al norte del Círculo Polar son unos ingredientes casi perfectos.
El único animal que me encontré fue un precioso zorro ártico. Tendría que ponerme muy cursi para relatar lo emocionante que fue cruzarme con él. Si yo me quedaba parado, él se detenía, si yo me movía, él se movía.
Su movimiento por encima de la nieve es diferente a cualquier otro que yo haya visto en un animal, sus desplazamientos, en silencio total, con una facilidad y una velocidad pasmosa, como si no tocase el suelo, deslizándose; cuando se detenía, era como si el mundo entero se detuviera, su inmovilidad era total.
Blanco nuclear sobre un paisaje de nieve, aunque conseguí hacerle alguna foto, en ellas aparece como otro montón de nieve cualquiera, imposible de ver.
Evidentemente y por desgracia la siguiente foto no es mía, pero el zorro era igual.
Pero eso será mañana, porque hoy caminamos por una carretera perdida en el norte del mundo, donde la diferencia entre un frío día de sol y una buena ventisca cargada de nieve es apenas unos segundos.
A través de ella lo descorazonador se apodera del insensato caminante. A lo lejos se ven pequeñas poblaciones, bloques de edificios en un paisaje detenido por un invierno demasiado crudo para el visitante venido de latitudes más meridionales, en los que, definitivamente, no dan ganas de quedarse a vivir.
El ave de paso, por esta vez, no siente nostalgia de la vida que nunca tendrá en el lugar que atraviesa.
E incluso se llega, en un ejercicio de soberbia, a compadecer a sus habitantes, pobres diablos que tuvieron la mala suerte de que les haya tocado vivir aquí.
Pensar así es posible pese a ser consciente de que todo esto es una ilusión, porque ellos, algunos al menos, amarán su tierra tanto como el que más, y en ocasiones, la felicidad inundará sus vidas, tanto como a cualquiera, llegada a ráfagas, como el viento cargado de nieve, que arremolinándose en las aristas de las grandes montañas forma nubes blancas, como el vapor de un volcán.
Cristales de hielo brillantes, que pinchan lo que queda al descubierto del rostro de los viajeros que tienen el atrevimiento de adentrarse en ellas, en un abril que no aparenta lo más mínimo el final de un largo invierno.
Carreteras de hielo y trenes de mercancías. Ausentes de cualquier vestigio de promesa de primavera.