JAPÓN, EN BICICLETA POR TOKIO.
Nelo | January 26, 2016Desde mi bicicleta de alquiler, el Japón que yo he visto no es un país exactamente hecho para las bicis, no tiene una extensa red de carreteras en especial sólo para las dos ruedas, y en ciudades como Tokio, muchas veces compartiremos espacio con peatones o automóviles.
Pero tiene una gran ventaja que hace que el país entero, que cualquier ciudad o pueblo, sea un verdadero paraíso para la bicicleta: y es el respeto.
Al ciclista se le respeta, y éste a su vez respeta a los demás. Incluso en una de las ciudades más densamente pobladas del planeta como es Tokio.
Esto no es fruto de la casualidad, ni se limita al ámbito circulatorio, es una muestra más profunda y general del carácter japonés lo que determina que las cosas sean así.
“Esta conversación la tendrían dos japoneses implicados en un accidente de coche:
– Perdone, lo siento por haber rayado su coche por mi descuido.
– No, no se preocupe, es que yo iba un poco despistado.
No se busca culpable, uno respeta a otro y de esta manera los dos intentan pacíficamente buscar la solución, ya que un japonés siente por el otro japonés. cada uno cede lo suyo y no lo aprovecha como ocurre fuera de Japón.”
Fuente libro: Yo, fabricado en Japón. Kazuyuki Shiraishi
Igualito que en occidente, ¿a qué sí? El exotismo japonés, lo diferente de nuestra manera de pensar occidental, es mayor cuanto más detalladamente conozcamos el país.
Con semejantes antecedentes, el ciclista no recibirá ninguna mala cara cuando pedalee por las aceras atiborradas de gente, ni el más mínimo bocinazo por parte de la colosal riada de tráfico de calles y avenidas. Todo fluirá.
Probad a ir por Valencia por encima de la acera, seréis recriminados por más de un peatón garrote en mano, saltad al asfalto, y veréis lo que es jugarse el tipo entre autobuses de color rojo, mientras vuestras madres serán mentadas una y otra vez.
En Japón, cuando te das cuenta que eres respetado, te relajas, y también quieres contribuir de buen rollo al orden reinante y a la tranquilidad del prójimo.
No existe tampoco entonces esa agresividad del ciclista hacia el viandante, como en Amsterdam, donde impera la ley del apártate o sé arrollado.
“E incluso un filósofo alemán dijo en una rueda de prensa en Japón después de estar allí una semana:
-Imagínense un tren lleno de pasajeros a la hora punta de trabajo en Tokio. Un viajero le pisa el pie a otro sin querer por estar muy lleno el tren. Entonces el primero le pide perdón al segundo. Este acto de pedir disculpa se hace también en mi país Alemania, pero me da la impresión de que los japoneses antes de pedir perdón sienten en un milésimo segundo el dolor que le haya causado al otro, y después le pide perdón. En mi país la gente pide perdón simplemente por cortesía. Esta es la diferencia entre la gente de aquí y la de mi país.”
Fuente libro: Yo, fabricado en Japón. Kazuyuki Shiraishi
Y llevarás cuidado de no asustar, de no perturbar, y cumplirás las normas, y cruzarás por donde toca, respetarás las señales e intentarás no aparcar donde no se debe; y unicornios alados de color rosa sobrevolarán el arcoiris. Oummm.
Por lo tanto, Tokio es una ciudad ideal para recorrer en bicicleta. Un sueño, una verdadera maravilla.
Con más mérito todavía debido a sus dimensiones colosales, a su majestuosa monstruosidad; quién se atrevería a decir que sus calles son un paraíso para las dos ruedas.
Las ventajas de recorrerla pedaleando frente a otros medios de transporte son muchas: Descubres los entre-barrios, las entrañas de la ciudad, lo que no se muestra a primera vista, porque para desplazarte de un sitio que te interese a otro, serás espectador también de todo el camino del medio. No apareces y desapareces como si fueras un gusano de debajo de la tierra, como en el metro, que sólo ves los sitios que tú has elegido, que por defecto será lo más turístico, en bicicleta te lo comes todo, siendo así como realmente te haces una idea global de la ciudad.
Además, -a los ciclistas no les descubriré nada nuevo- la bicicleta hace que te involucres en el entorno de una manera natural, hueles el ramen de cada restaurante, el perfume de las presumidas jovencitas.
En bici sientes lo que hay, la bocanada de aire fresco que sale de un callejón, cada grieta del asfalto, el frío del anochecer, la humedad del río cercano.
La de los ojos marrones dice que cada ciudad huele diferente, a un aroma propio, y tiene razón. Oyes cada sonido de por donde pasas, te das cuenta más y mejor de todo, no vas encapsulado como en un coche, ni haciendo ruido anunciándote, como en una moto, tienes libertad de ruta, no como en autobús o tren, y los trayectos consiguen alcanzar proporciones más humanas, más factibles, en una ciudad como Tokio, de grandes distancias.
Parking de bicicletas en Tokio.
Y ahorras dinero, bastante. La bicicleta que alquilé en el Hotel Sunroute de Asakusa costaba 300 yenes 24 horas o 500 yenes 3 días. Sin fianza. Hablamos de no llega a los 4 euros por tres días completos. El mejor pase de transporte de Tokio que puedas conseguir, quintuplicará el coste como mínimo. Si necesitas más ideas de cómo ahorrar dinero en tu viaje a Japón no dejes de pinchar aquí.
¿Crees que tú serías capaz de moverte por Tokio en bicicleta? Si eres capaz hoy por hoy de hacerte en tu lugar de origen unos 20 kms. al día en bicicleta en llano, la respuesta es sí. No tendrás ningún problema.
Para lo que no os creáis capaces os diré una serie de desventajas que intentarán que os sintáis aliviados de no ir en bici:
Es fácil perderse. Me desespero por que me pierdo, me pierdo siempre cuando más cansado estoy, y suele ocurrir al principio, cuando los nombres de los lugares me parecen una broma pesada de alguna mente retorcida, y aún no me hice un mínimo esquema de los trazos más rudimentarios de la ciudad, ni del funcionamiento de orientación en la misma.
Aunque Tokio no tenga grandes subidas y bajadas, las distancias son considerables, necesito comer bien, descansar bien o mi día se transformará en algo fatigoso y correoso, como me descuide llegaré al hotel a las tantas después de pedalear doce horas seguidas.
Para que sirva de muestra un recorrido dentro de Tokio típico Asakusa-Guinza-Shinjuku-Asakusa suma 24 kilómetros más las vueltas que en cada uno de esos sitios des.
A veces ruedo completamente perdido y cuando ya no puedo más, vuelvo a pasar exactamente por donde pasé hace dos horas, -¡mierda, este hotel es el de antes, mierdaaaa! -anduve en círculo, como los que se pierden en el desierto. No es algo que en ese momento me ponga de buen humor. Es cuando aprieto los dientes, sigo pedaleando y empiezo a buscarme la vida y a aprender a pasos acelerados.
Cómo carajo orientarse en Tokio si acabas de llegar.
Referencias de altura. Me busco puntos altos a modo de faros en la niebla. Torre de Tokio parte central, Sky-Tree el noreste, o Cocoon Tower para orientarme en Shinjuku, de todas formas no vale porque incluso estas inmensas moles no son casi nunca visibles dada la gran altura casi permanente que nos rodeará gran parte del tiempo, de hecho en Tokio cuesta poder hacer una foto horizontal, la cámara siempre tiende a colocarse verticalmente.
Referencias vías de tren o de metro. A veces he seguido las vías elevadas de trenes locales yendo de estación en estación siguiendo la dirección que se adecuaba a mis propósitos. Suelen ser todas sobreelevadas, por lo que es un método muy fácil para no perderse, además hay una gran ventaja para el ciclista en esto, muchas de las calles laterales, pegadas a las vías, suelen ser estrechas y de escaso tráfico, sirviendo de atajo entre las grandes avenidas, pudiendo circular por ellas de manera relajada entre barrios bastante vacíos, donde se escucha el rechinar de alguna bici y ancianos encorvados riegan las plantas de calle, con un cacito.
También hay puntos de información por todas partes y puedes ir siguiéndolos en tu recorrido. Son grandes carteles situados al lado de las entradas del metro, con el típico “you are here”.
El primer día, no son de gran ayuda porque todos los nombres de la ciudad, incluidos los de los barrios más típicos de visitar te sonarán a japonés, pero ten paciencia, el segundo día te manejarás mejor y así, poco a poco. También hay sitios con bastante policía, estratégicamente situada, todos te atenderán bien, incluidos los que no hablan inglés, esto se puede transpolar a la gente en general, puedes preguntar una dirección a cualquiera, nadie ha huido de mí en dos semanas en Japón.
Este tópico del japonés asustadizo que sale corriendo cuando te acercas a preguntarle algo, no me ha ocurrido ni una sola vez, si bien me acercaba con suavidad y empezando con un hola, disculpe, en japonés, como mínimo. Si hubo dos personas que dieron un pequeño saltito del susto cuando me dirigí a ellos, pero hasta éstos fueron amables. El que sabe hablar inglés, aunque sólo sea un poco, te responderá, el que no, se desvivirá por entenderte y que tu lo entiendas, te hablará en japonés, señas, y el que no tenga ni idea, como mínimo se disculpará de no poder responderte, en fin lo de siempre, comunicarse ya sabemos que no depende del lenguaje sino de la intención.
Tokio no es una ciudad uniforme en cuanto a la gente que uno ve por calle y al tráfico que uno encuentra. Es una ciudad compuesta por barrios y los hay que son muy tranquilos y otros que están atestados. Por la noche se distinguen muy bien éstos últimos están completamente iluminados por carteles publicitarios en fachadas, tiendas, camiones con anuncios en sus cajas, iluminados y con música a tope como en una discomóvil de pueblo; en cambio los otros permanecen tranquilos bajo una tenue iluminación anaranjada por la noche. Por lo que, desde mi breve experiencia lo que he visto son dos Tokios, muy diferentes, entrelazados pero sin acabar de mezclarse, como en una amalgama de agua y aceite.
Un Tokio es el vibrante, el ruidoso, el populoso, las marabuntas humanas, la iluminación histriónica y exagerada, las chicas vestidas de muñecas góticas de porcelana.
Y el otro Tokio de barrios relajados, donde se oye graznar a los cuervos, sin apenas tráfico, con unos pocos conductores que apagan sus autos mientras esperan que el semáforo se ponga verde, y la gente, dispersa, apenas basta para dar algo de vida al paisaje. Por la noche estos barrios permanecen desiertos siendo sus calles ocupadas por runners, me los cruzo a menudo en mi loco deambular nocturno –se hace de noche a las 17.30- corredores solitarios que imagino prefieren acabar su jornada corriendo por las frías calles de este Tokio invernal antes que terminarla locos de pachinko y/o borrachos de sake.
Pero no os dejéis llevar por las apariencias, dicen que se sabe cuan “civilizado” es un país por como trata a los animales. No seré yo quien discuta esto, pero me parece aún más exacto decir, que se sabe cuan “civilizado” es un país, por el número de bicicletas que tiene y sobre todo, por cómo trata a sus ciclistas.
Y en eso Japón, también está muy lejos de los demás. En positivo, claro.