¿Por qué Irán? ISFAHAN, LIBRE, LIBRE, QUIERO SER
Nelo | September 29, 2014Me encuentro comiendo en casa de mis anfitriones.
Cuando uno es invitado de alguien en Irán puede estar seguro que excepto mientras duerma, no parará de comer exquisiteces de todo tipo.
Sin remedio.
Da lo mismo si uno está a punto de reventar, no es país para faltos de apetito.
Al día siguiente es Arbain, como palabra de origen árabe, literalmente significa “cuarenta”, y es una fiesta religiosa para recordar los cuarenta días del martirio del Imám Husein.
En Occidente la reconocemos porque suelen ponernos muchas imágenes de hombres de negro golpeándose el pecho.
Me hubiera gustado verlo, pero mis anfitriones, en su laicismo, lo declaran como insano y esa mañana nos iremos a la montaña.
Uno ha de dejarse llevar cuando se sumerge en el couchsurfing, hay personas muy independientes que pueden encontrarle alguna desventaja originada en cosas así; yo creo posible cierto equilibrio, si alguien es muy independiente y le gusta hacer en cada momento lo que le da la gana, no tiene porque renunciar al couchsurfing de manera total, sino que lo puede ir combinando o usándolo de vez en cuando.
A su gusto.
Saturación de soledad, busco alguien que me aloje. Exceso de compañía y de no poder rascarse cuando uno lo desea, no llamo a nadie y a la habitación individual del hostal.
Nos levantamos antes del alba para ir a la montaña. Más gente como nosotros ha aprovechado la festividad del día para salir a la montaña, por el camino hay multitud de excursionistas.
Si alguien piensa en la sociedad civil de Irán como una gran masa de fervientes devotos extremistas se equivoca totalmente.
El laicismo también está presente en una muy importante parte de la sociedad.
Si alguien piensa en las gentes de Irán como personas retrógadas, oscuras, se llevaría una sorpresa viniendo aquí.
Son tan modernos como el que más.
Abiertos, divertidos y con un sensibilidad fuera de lo común.
Siempre se habla de Isfahan, de sus mezquitas, sus puentes, sus jardines.
Pero Isfahan es una gran ciudad de 3 millones de personas rodeada de espectaculares montañas.
Cercan Isfahan y son abruptas y desérticas. Inmensas moles ideales para practicar la escalada.
Deporte al parecer bastante practicado por sus habitantes incluido el sector femenino.
Escaladoras con pañuelo bajo en casco pero tan buenas como el que más.
El sendero está muy bien señalizado. Hay bastantes caminantes que se ponen a cantar mientras suben la montaña, mezclando sus voces con los graznidos de los cuervos y el zumbido permanente, al fondo, casi imperceptible, de la gran ciudad.
Ciudad a la que no se ven los límites por culpa del humo que genera el tráfico rodado en su grandiosidad.
Nosotros somos cinco. Los dos padres de mis anfitriones, uno médico, el otro profesor, ambos sencillos, simpáticos, afectuosos pese a que antes de ayer aquí no me conocía nadie de nada, pese a que soy un extraño. Un tipo raro que además va de gorra.
Luego está mi anfitriona, y una de las chicas de la clase de estudiantes de español. Es morena, guapa, luce unas inmensas gafas de sol, tiene unos treinta años, soltera, trabaja en el comedor de un colegio.
Tiene una habilidad innata común en la mayoría de sus compatriotas, en una conversación saben hacer que el otro se sienta muy bien.
Incluso con el padre, el cual no habla ni una palabra de inglés, la comunicación podría decir que es hasta fluida, y llegaremos a congeniar muy bien los días que pasaré en Isfahan.
En la bajada de la montaña hay pozas con agua helada, el grosor del hielo no es suficiente para sostener a una persona pero hay un grupo de chavales a los que parece no importarles mientras desafian el peligro haciendo como que escalan en las rocas que hacen paredes casi verticales en torno a una de estas pozas.
Uno de los padres es médico, les reprende, no usa mal tono, hablan en farsi, pero se les entiende todo, también que los chavales no le hacen mucho caso e incluso le contestan mal.
-Lo curioso es -le digo al doctor- que seguro usted, pese a sus malas contestaciones, les ayudaría en caso de caer.
Más tarde almuerzo con la familia. La comida vuelve a ser un banquete, como siempre, en la cocina iraní suelen predominar los sabores ácidos, al menos esa es mi sensación, no restando exquisitez a los platos, ni asesinando el resto de sabores.
La conversación se anima a la hora del té. Mis anfitriones son un matrimonio jóven, parecen muy felices, tienen unas muy buenas familias tanto el uno como la otra, viven bien, casas grandes incluso lujosas, un buen trabajo, coches.
Pero quieren marcharse al extranjero.
Yo esto al principio no lo entendía muy bien.
¿Por qué marcharse a vivir a otra parte como inmigrante si lo tienes todo en tu país?
Familia, amor, amigos, dinero…
Puede extrañar que siendo, digamos, viajero, piense así, pero no es lo mismo ser un viajero que más pronto que tarde acabará marchándose, que tratarse de buscar la vida y establecerse en un sitio.
Marcharse a otra parte exiliado, no suele ser fácil.
Da lo mismo que uno sea uno de los mejores neurólogos del país de origen, si uno tiene pinta de iraní, cuando camine por la calle, la gente lo verá como un tipo que ha montado un kebab.
No todos lo verán así, pero sí muchos.
Y el colmo es que nosotros, además no poder verlo de otra manera, nos creemos mejores que un vendedor que kebabs.
La cosa está complicada y es complicado para cualquiera estar siempre alerta y no caer en el prejuicio.
Dicen que ser feliz es sencillo, que lo difícil es ser sencillo.
La respuesta, el por qué de esas ganas de marcharse a otras tierras, la encontré viendo las fotos de la familia.
La hermana pequeña, tan agradable como el resto de la familia me mostró una foto:
-Esta es mi madre cuando aún podía una mujer conducir una moto.
-¿Las mujeres no podéis llevar una moto en Iran?
– No, podemos ir de paquete pero no conducirlas. Ni montar en bicicleta tampoco.
Me cuentan que las niñas no llegan a aprender a montar en bicicleta porque la ley lo prohíbe.
De repente caí en la cuenta de todo, qué obtuso había estado, qué tonto.
Lo de las bicis y las motos no eran sino el detalle, la punta del iceberg.
Quieren emigrar por la falta de libertad.
Imagino que no querrían críar a sus futuros hijos e hijas en un país con unas normas rígidas con las que encima no se está de acuerdo.
Se puede tener de todo pero sin libertad es posible que no se tenga nada.
Mi humilde opinión es que la ley islámica, está muy bien si uno opta por ella, pero al que se la imponen, al que no la desea, le hacen un desgraciado.
Al día siguiente me llenan la mochila de comida y me meten en un autobús a Shiraz, la Ciudad del Amor, el Paraíso de los Amantes…
Sólo tengo un pequeño problema, voy solo.