GHANA.VIAJAR EN TRO-TRO, DE ACCRA A AKOSOMBO
Nelo | September 23, 2014Me levanto dispuesto a dejar atrás Accra. Ciudad en la que no me importaría vivir una temporada. Cambio dinero, pago mi habitación, doy una propina a mis simpáticas adolescentes y, me subo a un taxi rumbo a la estación de autobuses para tomar uno que me llevara hasta Akosombo.
La presa y la pequeña ciudad de Akosombo se encuentran a orillas del Lago Volta y es donde se toma el barco que lo navega durante unas 30 horas en una travesía Akosombo-Yeji.
Lago Volta desde la Yandia Queen.
El taxi desde el hotel a la estación de tro-tros costaba 8 cedis, pero yo tenía 10, y el taxista decía que no tenía cambio:
-No importa, quédese con el cambio pero entre a la estación y pregunte dónde está el autobús y cuánto cuesta.
Así lo hace. Lo normal, como extranjero, es tener que preguntar a algunas personas –bastantes, el caos es grande, esto no es apto para tímidos- antes de encontrar el vehículo que parte hacia nuestro destino. Te hinchas a preguntar y sigues la dirección que marcan los brazos. Muchas veces surge un espontaneo que te lleva.
El autobús de Accra a Akosombo cuesta 5 cedis y medio pero no sale hasta las 14:30, aproximadamente. Son las 10 de la mañana.
-¿Quieres ir a Akosombo más rápido?
-Sí, claro.
-Pues vete a la estación de tro-tros, allí por 7 cedis tienes una plaza para Akosombo.
Tomar un tro-tro interurbano en Ghana no me parece en absoluto una mala idea.
No vas apretujado como en un gran taxi norteafricano, ni embutido de mala manera como en un guele-guele gambiano. No es el súmmum de comodidad y a veces, te juegas la vida porque sus conductores van algo alocados, pero, ¿qué es la vida sino un juego?
Si no estás de acuerdo con esto último pregúntamelo dentro de 100 años.
De la estación de autobuses a la de tro-tros me da tiempo a descubrir como es Ghana un lunes por la mañana.
Créeme si te digo que las imágenes que salen por tv de Nueva York en su hora punta o de Calcuta a cualquier hora, se quedan incluso cortas ante el gentío, griterío, olores, acción, colorido, ante el mogollón de Accra, el cual, lejos de aturdirme, me traslada a la cresta de la ola. Recorro una acera que, extrañamente, está sin gente, la muchedumbre pasa por la de enfrente, cuando me doy cuenta del porque ya es tarde, es cagadero improvisado y refugio de mendigos. Mientras sorteo los excrementos escribo, entusiasmado, en mi cuaderno de notas:
– Qué feliz soy, y cuánto me gusta esto.
A mi alrededor hay una energía contagiosa.
Al llegar a la estación de tro-tros un chico vestido con harapos y con la cara llena de heridas me lleva hasta el que busco, le doy un cedi. Hay viajeros, que en sus crónicas dicen que encontrar una dirección en Accra no es fácil, no hay números, ni nombres de calles en abundancia, y no se sabe bien dónde están las cosas. Yo no lo veo tan complicado, sólo hace falta estar bien hidratado, y preguntar una y otra vez.
Una vez en el tro-tro, el chico que se encarga de poner los bultos me pide 4 cedis por poner mi bolsa en el maletero.
-Ni loco, no te doy ni un cedi.
-No, no, son 4 cedis.
-Ok, espera.
Me voy a hablar con el tipo que me vendió el ticket.
Oye -imagino que le dice algo parecido a esto- no te pases, que es obruni pero no tonto.
El chaval se retira pero aparece el chófer y me pide un cedi. Se lo doy, entra dentro de lo posible que por la bolsa también se pague algo. El viaje comienza después de una nube de vendedores revoleteando por alrededor del tro-tro.
Algunos de ellos aprovechan para mirarme un ratito.
Se abandona la capital por gigantescas avenidas llenas de grandes árboles de los que cuelgan centenares de murciélagos grandes como cuervos, como fruta madura, en medio de un vertiginoso y potente envoltorio urbano formado de edificios, gasolineras e importantes atascos de tráfico ruidoso.
A mi lado viaja una señora que conforme se va quedando dormida se deja recostar sobre mí. De vez en cuando se despierta y se sobresalta de estar dormida encima de un blanco.
Delante de mí dos preciosas nucas, con sus nacimientos de pelo que acaban en bonitas trenzas, unas moradas, naranjas las otras, pendientes de plata en brillantes orejitas y todo un racimo de brillantes perlitas de sudor, aderezando el conjunto.
El viaje en tro-tro de Accra a Akosombo dura varias horas. En ellas se pasa del ambiente urbano a un paisaje rural que todavía tiene algún gran árbol, exponente majestuoso de un pasado más frondoso. Al atravesar el parque bla bla bla, una manada de babuinos está sentada en medio del asfalto como una banda de salteadores e imagino con intenciones parecidas. Poco antes de llegar a Akosombo empiezan las montañas, no son muy altas, creo que la cota máxima en Ghana apenas supera los 900m. pero forman un paisaje de bellos verdes exuberantes.
En Akosombo, la estación de taxis, tro-tros y mercado es todo uno.
Los que no conozcan lo que es un mercado africano deberán buscar otro que se lo describa, yo no me siento capaz, de tanto que es.
Los que ya lo conocen, somos cómplices.
Si tuviera que busca su símil en canciones, no podría ser otra cosa que puro rock´n´roll.
Un mercado africano es el Black Dog de los Zeppelin, el Highway Star de los Purple o el Hey ho Lets go de Ramones.
Un mercado africano es el Cry Baby de Janis Joplin, cuya voz todavía araña y desgarra un planeta que nunca terminó de comprender demasiado bien.