HONG KONG POR DETRÁS. NORTH POINT
Nelo | June 28, 2018Pasear por las calles de North Point supone hacerlo por un Hong Kong sin purificar, al que nadie se empeña en sacar brillo a toda costa mientras se le desinfecta. Con estampas imposibles de ver en casi cualquier otra parte de la ciudad, tiendas que muestran un pasado ya casi inexistente, anacronismos comerciales, vestigios de otras épocas que aún tienen más valor al sobrevivir en la ciudad del movimiento constante y del cambio acelerado.
El olor a flores de las floristerías que surten al Hong Kong Funeral Home, donde a los hongkoneses les gusta celebrar sus entierros, perfuman el ambiente, justo al lado de un famoso hotel donde algunos de sus clientes más tiquismiquis se quejan de oír música funeraria china por las noches y de un constante trasiego de cadáveres las 24 horas del día.
Rodeados en todo momento por un elenco de viejos rascacielos, pasados de moda, algo mal pintados, funcionales, muy diferentes a los rascacielos que estamos acostumbrados a ver, los típicos de cristal y aluminio.
El área de North Point me recuerda a una antigua ciudad del futuro, una reliquia urbana y en su día posmoderna, como una especie de cómic de los años cincuenta en el que apareciese una metrópoli futurista.
Salvando las diferencias, North Point en Hong Kong hace que me acuerde del barrio Shinsekai de Osaka y su retrofuturismo.
Esto es así porque los rascacielos residenciales de este barrio fueron construidos en los años 50 y todavía quedan algunos como el Model Housing Estate, la urbanización pública existente más antigua de Hong Kong, construido en 1954 y al que algunos modernos edificios de los alrededores proyectan los reflejos del sol como gigantes calidoscopios.
Me descubro admirándolo.
¿Qué me ha pasado? A mí me gustaban otras cosas ¿por qué me fijo en estos mamotretos y me encantan?
Me gusta en general toda la arquitectura de Hong Kong, con sus extrañas mezclas y multifuncionalidad. De hecho se le denomina arquitectura Yuen yeung, porque así se llama una bebida muy popular en el territorio mezcla de té y café, en una clara alusión a una mezcla de funciones que se dan en una misma construcción, por ejemplo edificios que son oficina e iglesias, escuelas y viviendas residenciales, puentes que pasan por aparcamientos y muelles de transbordadores que a su vez son museos.
También edificios municipales que son combinaciones de centros deportivos, mercados, bibliotecas, centros de comida cocinada para catering, piscinas y teatros. Y todo esto amontonado, una cosa encima de otra.
Quizá sean por eso tan paranoicos con los microbios, porque si bien North Point es más relajado en este aspecto, y deja que la vida lo manche, en Hong Kong están obsesionados con los virus y las bacterias desde 1997, siendo aquí donde se asoció la gripe aviar con el desarrollo de enfermedades respiratorias en los humanos. Después la urbe ha sido atacada por diferentes brotes, el más grave en 2003 mató 299 personas y hundió la economía de la excolonia británica durante meses.
No le digo nada a la de los ojos marrones porque ella es de las que no tocan una escalera o el pomo de una puerta por asco, y tiene aversión a los ácaros, bueno tenía, porque después de la India y otros lugares de cuyo nombre sí quiero acordarme, ya se le va pasando. Pobre.
En North Point también encontramos los mercados callejeros más baratos, coloridos y destartalados de Hong Kong, llenos de gritos y buena onda, no como los dirigidos a turistas de Kowloon, donde se palpa la tensión en el ambiente y sólo venden estupideces.
Tranvías de doble piso que atraviesan mercados, eso es North Point.
Llegamos a ellos buscando la libreta en la que escribir todas estas chorradas y que resultó imposible encontrar en el resto de la ciudad. Las librerías y las papelerías no abundan en la era digital.
Si quieres tomar notas a mano, te hacen sentirte como un dinosaurio extinto, una especie de Colombo pasado de moda y con lamparones en la gabardina. En un total de ocho días en Hong Kong no vimos ninguna y eso que buscamos a conciencia pues también me habían encargado un libro desde España.
Tan solo libretas en algunos supermercados y a un precio alto, y durante un par de días me desesperé porque sé que todo lo que apunto en mi mente se borra con facilidad, a veces tras un par de parpadeos, o tras el cruce fugaz del culo blanco de la de los ojos marrones en mi campo de visión, y bastaba no tener nada donde apuntar para pensar que lo que se me ocurría era lo mejor que hubiera podido escribir nunca; que por otra parte no es tan difícil, el listón no está muy alto, a las pruebas me remito.
En nuestra búsqueda nos preguntábamos cómo era posible que en Hong Kong no existieran bazares chinos en los que se vendiera de todo al igual que en tantas otras partes del mundo. No será por falta de chinos en Hong Kong, ni en China, porque aunque diferente y región especial, consideramos ya Hong Kong parte de China. No seamos nostálgicos, ni británicos.
Griterío y color, en algunas calles que tan solo parecen grietas entre rascacielos.
Hasta que llegamos a North Point, allí había de todo y barato. Tal vez sea porque el barrio sirve de punto de desembarco de hordas de turistas chinos que vienen del continente, a mansalva, gritones y floreados, en ciegas y aplastantes manadas que siguen las banderitas de diferentes colores de sus guías como los ñus africanos, parte de los cuales van muriendo por el camino en pos de la supervivencia de la especie, aplastados unos por otros, recién bajados de autobuses invisibles; porque al igual que otras muchas, la estación de autobuses de North Point se halla sepultada en los bajos de un inmenso rascacielos, pareciendo que de sus escaleras mecánicas brotan turistas chinos sin cesar, como hormigas a las que alguien atacó su hormiguero.
Me encanta el anonimato que otorgan las grandes ciudades, para el viajero voyeur son perfectas. Puedes mirar sin existir. Son como otra especie de desierto.
Las estaciones de autobuses y de trenes de Hong Kong están en los bajos y sótanos de los grandes rascacielos porque sería una barbaridad desaprovechar todo el espacio que queda arriba de una hipotética estación de autobuses.
Todo el mundo sabe que Hong Kong crece en vertical y también en horizontal, ganándole terreno al mar.
A los territorios ganados al mar se les llama “koks”. término que queda como sufijo toponómico de los lugares, aunque haga años que forman parte de tierra adentro empujados por nuevos koks.
De hecho la antigua línea costera de North Point coincide justo por donde pasa ahora la línea de los fascinantes y baratos tranvías de doble piso tan característicos de la isla y nuestro medio favorito de llegar desde Kowloon, junto con el barco.
Cuesta creer que esto fuera la costa, tan lejana hoy.
Así pues mientras comes un arroz con pato sentado de cara al mar, viendo el siempre impresionante skyline del otro lado de la bahía Victoria, protegido del sol por la gran estructura del Island Eastern Corredor, y una señora en chándal se pone a hacer ejercicios bastante ñoñas a un metro de ti, y pasan esbeltos cuerpos adictos al fitness haciendo footing por la cornisa pegada al mar, y pescadores solitarios lanzan su caña desde la base de alguno de los grandes pilares de la autopista, que sepas que no hace tanto tiempo esto era mar adentro, y que aquí se celebraba una de las mayores competiciones de natación de la colonia británica, resucitada hoy en día en una impresionante travesía.
Fuente foto Sam Tsang. South China Morning Post.
En los años 60 North Point era el barrio más densamente poblado del planeta, y antes de eso fue campo de prisioneros canadienses capturados por el ejército japonés, y antes de ellos una central eléctrica, y así hacia el pasado, como sentados en una máquina del tiempo, podríamos ir viendo el mismo lugar en situaciones y paisajes inimaginables, eso sí sería un viaje.
Sigamos pues el nuestro en el tiempo en horizontal, aunque al menos nos queda la sensación de que el planeta contiene diferentes épocas en un mismo momento pese a que la globalización se empeñe en disolver la ilusión.
El cambiar de North Point a su vecina Causeway es como pasar del mercado callejero al centro comercial, como adelantar, sin que esa palabra tenga la más mínima connotación de progreso, unas décadas hacia el futuro.
El shopping en Causeway adquiere unas dimensiones difíciles de imaginar incluso para un occidental, todo brilla iluminado, tanto que piensas en ponerte unas gafas de sol aunque sea de noche, como un garrulo en una discoteca.
Causeway desde el tranvía.
Me declaro devoto de los tranvías de Hong Kong, apenas cuestan unos céntimos, son constantes y fáciles de usar. El viaje en ellos es una experiencia casi metafísica.
La frontera oeste entre North Point y Causeway son unos campos deportivos con atléticos jóvenes de ambos sexos jugando al baloncesto, pero los fines de semana y festivos casi todas las canchas y los campos son ocupados por cientos y cientos de empleadas de hogar filipinas e indonesias de picnic, reuniéndose según su religión y lugar de procedencia. Tienen hasta un espacio puro el cual utilizan de mezquita, rezando cara a la Meca enfrente de una pared del polideportivo.
Canchas compartidas por deportistas y empleadas de hogar marcan el límite entre North Point y Causeway
Es su día libre y suelen ser un icono de los reportajes sobre la ciudad, pero yendo más allá, no solo las inmigrantes sino que también los hongkoneses han utilizado siempre el espacio público como si fuera el salón de su casa, precisamente porque en sus casas no hay salón.
Cuando hace mal tiempo se refugian en subterráneos.
La alta densidad demográfica y la falta de territorio crea mini-viviendas en las que al final sólo se está para dormir.
Este dibujo explica bien por qué se hace la vida en la calle en Hong Kong.
Como un enorme albergue de mochileros.
Pasando pues de centros comerciales, yo es que es verlos y me dan retortijones, así que los utilizo para ir al baño, y en realidad agradezco su proliferación por todo el planeta porque suelen asegurar al viajero unos servicios limpios y decentes.
-Mira cari, un centro comercial…
-Genial, vamos al baño.
Son cosas que se aprenden viajando…
En los de Apple puedes evacuar con wifi. Todo gratis. Para que luego digan que no doy info práctica.
Dejamos atrás Causeway, cruzamos todo North Point y nos vamos hasta casi su frontera este, a un barrio llamado Quarry Bay del que puedes saber más si quieres pinchando en este otro artículo.
Venimos hasta aquí porque la de los ojos marrones necesita un chute de azúcar y aquí venden los que se suponen mejores egg waffles de la ciudad en un punto que al parecer es famoso.
Los pedimos con chocolate, la de los ojos marrones vuelve a la vida:
-He leído que en un experimento con ratas les pusieron cocaína por un lado y azúcar por otro. Todas acabaron enganchadas al azúcar.
-¿Nos pedimos otro?
-Vale.
Empieza a llover y Hong Kong amortigua su rugido permanente de monstruo de cristal, acero y hormigón, con el ruido de los coches deslizándose sobre el asfalto mojado.
Voy andando calle abajo
el día llega a su fin
ahora estamos atrapados
tú y yo
Hay música en mi mente
alguien grita en un rincón
donde la noche se pierde
tú y yo
La frontera
Un gran artícullo de viaje, como todos lo que he estado siguiendo en este blog. Me encanta.