TRANSAHAREANDO. NOUAKCHOTT, MAURITANIA CAPITAL
Nelo | June 27, 2014El taxi colectivo llega a Nouakchott, capital de Mauritania, me bajo a las puertas de un albergue que ya conocía de un anterior viaje, lo regenta una francesa alta y con aspecto de aventurera:
– Hola Isabelle, ¿te acuerdas de mí?
– Pues no, y tú de mí tampoco pues yo no soy Isabelle…-sonríe divertida- Isabelle está pasando unos días en la playa y de momento me encargo yo del albergue, me llamo Nadia -me explica-.
– Vaya perdona Nadia, es que todas las blancas me parecéis iguales.
En Nouakchott por medio de un contacto de un foro encontré un alemán cansado de conducir su camioneta y que me dijo que me llevaría a Sant Louis a cambio de ayudarle a conducir. Dos días después estaríamos en marcha.
Mientras tanto resulta que voy andando por una calle cualquiera de la capital mauritana y me encuentro a un amigo mejicano.
Me sorprendo tanto como él.
D. mi amigo mexicano, lleva medio año en Mauritania, nos habíamos conocido en septiembre en Nouadibhou, nos habíamos llevado bien y nos habíamos contado bastantes cosas.
Cuando lo conocí, me dijo que se iba al día siguiente del país, de eso hacía seis meses. Ahora a finales de enero, él seguía en Mauritania. Había creado una empresa y había tratado de hacer los más diversos negocios. Estaba ya cansado de Mauritania, no había ganado plata con nada si bien decía que tampoco la había perdido, ahora andaba por la capital peleando con una mujer de la embajada de Senegal que le ponía problemas con el visado que su pasaporte mejicano necesitaba para entrar al país.
D. se apasionaba casi con cualquier tema del que hablase con su fuerte acento meridense, y si bien su familia estaba re-mezclada el había sacado los genes más indígenas, cuando se le mira da la sensación de estar hablando con un maya de hace quinientos años, joven y bien parecido:
-Viste tú que ya decidí marcharme de la pinche Mauritania, loco, aquí son todos unos putos para los negosios, ahora quiero rentar un departamento en Senegal y organisar mis fiestesitas y mis reventones, descansar un poco uey.
Me cuenta sus peripecias por Mauritania, últimamente ligadas más al romance y a las experiencias dentro del mundo femenino que al de los negocios.
-Yo creía -le digo- que aquí no era muy fácil este tipo de cosas.
– Te equivocas compadre, he tenido mis noviesitas, algunas bien relindas…
Y a continuación pasa a relatarme en un pequeño repaso de sus novias más destacadas algunos detalles que omitiré pues deseo que este relato sea para todos los públicos, lo siento por los posibles lectores más morbosos.
Sin dudar de las palabras de mi amigo, pero incluso contando con el dicho de que los hombres en estas cosas comen una y cuentan cien, al escucharlas, teniendo en cuenta mi creencia de su no existencia en la República Islámica de Mauritania, pienso que, como siempre, peco de ingenuo y de ignorante. Lo de ignorante no me duele, no es del todo mi culpa y tiene arreglo, pero lo de ingenuo si que me pica, uno ya va llevando sus kilómetros como para ser un poco más espabilado.
-Oye Manuel –me dice- mira lo último que me pasó con la chingada de la embajada senegalesa, ahí ando a la guerra con una mujer que es la que me tiene que hacer el visado, ella era una ogro, todos los días me trató a patadas, como a una basura, pidiéndome más y más papeles, y hoy fui y la muy chingada de su madre era toda amable, se derretía viste, y ya no había más problema con el visado, y la pinche pendeja me habló hasta de ir juntos al Senegal, que si me podría enseñar aquello…
Este caso de bipolaridad africana lo encontré más adelante, sobre todo entre destacamentos oficiales y cuerpos del estado. No es difícil que surjan buenos ejemplos, depende de lo que recuerde, en Mauritania y en todo el resto del viaje no escribí ni una sola línea, ni una sola nota, no era mi intención pero ocurrió. Pondré en funcionamiento mis desgastadas neuronas de memoria de pez.
Aunque ya está atardeciendo hace calor y una neblina formada de polvo en suspensión deja que se filtren los últimos y potentes rayos de sol.
El tan nombrado sol africano que te está recordando a cualquier hora del día donde te encuentras. Su contundencia golpea achicharrando el antebrazo, dejando la nariz como un tomate o haciendo que un cuchitril mugriento donde bebes cocacolas calientes se convierta en tu Shangrilá, en el paraíso soñado. Son sus nomeolvides.
Ahí estoy sentado con mi amigo mejicano en una mesa situada en la calle cerca de la puerta de nuestro albergue. Dejamos pasar mis últimas horas en la capital mauritana, ya he quedado con W. el alemán, a la mañana siguiente a las seis en punto, para partir hacia Senegal. Mi amigo me comenta lo ya dicho antes sobre su intensa vida amorosa y lo fácil que le resulta Mauritania en estas cosas, levanta la vista y decide hacerme una demostración práctica, en ese momento pasan dos chicas negras, lindas y muy apretadas en sus vaqueros y camisetas ajustadas. Las saluda con la mano, no me deja opción a réplica, ellas sonríen, en un instante las tenemos sentadas en nuestra mesa.
Que no se mal interprete este hecho, no es de noche ni estamos en una calle especialmente comprometida, y estas dos chicas eran las primeras que pasaban por allí.
Se llaman, pongamos por caso, Zaynibab y Mariam, hablan un francés tan malo como el nuestro.
Zaynibab lleva un sujetador de bastantes tallas menor de la que necesitan sus arrogantes pechos, y una camiseta blanca tan ajustada que evidencia este desbarajuste interior en toda su exuberancia, sus vaqueros también muestran unas curvas trepidantes. Ha sido la primera en sentarse y la que más morro le echa. Su amiga Mariam, es menos exuberante, y bastante más tímida aunque no menos guapa. Son muy simpáticas pero me parecen muy jóvenes, no creo que lleguen ni a los veinte años, se lo comento a D.
-Oye, ahora que están aquí cerca, no piensas que te pasaste de jovencitas pinche cabrón…
-No pasa nada wey, cuando terminen de merendar que se vayan y ya está.
Nosotros les damos cháchara un rato más, y ellas nos sacan unos sándwiches y unas patatas fritas.
Cuando Zaynibab decide tantear, me basta con decirle justo lo que mi amigo me ha dicho que no debe decirse nunca en estos casos:
-Estoy casado.
-¿Y cuanto tiempo vas a estar por aquí?
– Me voy mañana al amanecer.
Mezcla letal.
Enseguida pierde interés en mí.
Ah, pues no soy tan irresistible.
Mi amigo decide no seguir el mismo camino con la otra chica y se dan el teléfono y una promesa de cita para el día siguiente.
Después nos vamos a tomar algo a un tugurio bastante sórdido aunque aseado regentado por un español.
D. quería mostrármelo, me explica toda la movida que por allí se cuece, dice que hay algunas chicas que dicen ser estudiantes y que los fines de semana se pasan por allí a buscarse la vida.
Lo de siempre.
No juzgo, yo no soy el Papa.
El garito es muy frecuentado por españoles y demás extranjeros. Habla de fiestas descomunales en unos apartamentos cercanos. Salimos de allí tan solos como habíamos entrado.
-Ya te dije- le comento a mi amigo- que ya no soy el ideal como compañero de parranda.
-No pasa nada compadre, me alegro mucho de haberte encontrado, estoy cansado de reventones y en cambio hase mucho que no hablaba a gusto en español.
Nos vamos a cenar a un garito cercano a la mezquita saudí, nos quedamos platicando hasta las tantas, mientras multitud de coches recorren las calles pitando y llenos de jóvenes con banderas berreando el triunfo de Argelia en una eliminatoria de la Africa´s Cup.
Pero, ¿no estamos en Mauritania?