HOT MAURITANIA. EL FINAL, DE NOUADHIBOU A DAKHLA
Nelo | June 27, 2014 Casi siempre que estoy de viaje llega el día en que me gusta parar y no hacer nada en especial, no ver nada en especial, dedicarlo a descansar, leer, ir al baño las veces que quiera y cuando me plazca, lavar mi ropa, vagabundear sin pretensiones, dormir a deshoras cuanto me apetezca, cosas así.
Por la mañana entre otras cosas salgo a cortarme el pelo, entro en una peluquería de negros que resultaron ser de Ghana. Por la cara que ponen sé sin lugar a dudas que voy a ser su primera experiencia con un pelo de blanco, además mi pelo es complicado, lacio pero lleno de remolinos.
– Sí quereis me voy…- Les digo.
– No, no, sin problema.
Les pregunto el precio, 200 ugiyas –medio euro-.
El chaval suda lo suyo, se le ve muy apurado, lleva mucho cuidado pero me deja hecho un basilisco, terrible – todavía a día de hoy no he conseguido arreglármelo.
Les sonrío, me lo tengo merecido, les doy 100 ugiyas de propina, me despiden con un God bless you. Amén.
Me dispongo a comprarme una camiseta, sólo tengo dos y están las dos sucias. Entro en un cuchitril donde había miles de camisetas de segunda mano. No me gusta ninguna y me marcho, camino hacia la centre ville donde están las tiendas de ropa nueva de los mauritanos blancos. Entro en la primera que veo, me ignoran, me da tiempo a ver que no me gusta nada de lo por ahí colgado. Voy a la segunda, el vendedor es un tipo que está a punto de morirse de aburrimiento, le saludo:
-Salamalekum.
No responde, apenas hace un movimiento imperceptible con la cabeza.
-La bass?
Ni caso.
-Massala, barakalá?
Otro pequeño movimiento y el silencio más absoluto.
¿Estará muerto y se le han quedado los ojos abiertos? ¿Le acabará de tocar la lotería y no quiere volver a vender una prenda en su vida? ¿Será el cuñado del dueño de la tienda y querrá vengarse de él? ¿Se creerá que soy un demonio y que le voy a manchar su jornada de ayuno y pureza? Desde luego es la primera vez que me pasa que alguien no responde al saludo ritual. ¿Será simplemente un maleducado mala sombra?
Nos quedamos mirando un ratito más, doy media vuelta y salgo del establecimiento. El mutis sigue siendo completo.
Entro en otro, el vendedor es un chaval joven hablando por móvil. Localizo una camiseta que me gusta y espero a que termine para preguntarle el precio. Termina, pero no levanta la vista, la sigue teniendo fija en el teléfono. Me planto delante de él a menos de medio metro. Está escribiendo un mensaje. Un mensaje largo, muy largo, pasan los minutos y el tío sigue escribiendo. ¿Me habré vuelto invisible? Sigue pasando el tiempo, aquí pasa algo raro, está claro que éste tampoco quiere venderme nada. Vuelvo al primer cuchitril y me compro una camiseta varias tallas más grandes que la mía.
Debió pertenecer a algún alemán grandote, parezco un rapero.
Cuando por la noche ceno con J. hablamos del tema, le cuento lo que me ha pasado con los vendedores, le comento lo extraño que me parece al estar acostumbrado a los vendedores marroquíes los cuales son capaces de morirse con tal de venderte algo, en cambio éstos son justo lo contrario.
J. lo sentencia todo en una sola frase:
– A un mauritano blanco le importa un pijo venderte algo o no, se la suda.
Al día siguiente conocí algunos españoles más que viven en Nouadibú, la mayoría amigos de J.
Gente con historias y carácteres como para escribir un libro.
Algún empresario que por culpa de la crisis, antes de que el banco se lo quite todo, marchan para Mauritania con lo que consiguen salvar de sus bienes.
Algún expatriado, ex legionario, que harto de todo y de todos se hace una chabola en Puerto cansado y sobrevive apenas de la pesca. Menos mal que si algo abunda en estos parajes es el pescado.
Algún poli de paisano que debería enterarse de dónde y cuándo sale el próximo cayuco hacia las Canarias. Cortándole el rollo a más de uno y quizá salvándoles la vida a la vez.
Mauritania empieza a abrirse ante mí justo cuando debo marcharme.
Siempre me suele ocurrir lo mismo .Qué contraste entre lo que he encontrado y las muchas opiniones y críticas negativas que había leído antes de partir. No todas eran malas, de acuerdo, pero había muchas que sí, bueno, imagino que cada uno lo cuenta según le va.
Ahora al leer las dudas sobre la peña que pregunta si debería ir al país, mi respuesta es clarísima:
– Sí, por supuesto, sin lugar a dudas, yo pondría la visita a Mauritania como asignatura obligatoria en los institutos -aunque claro, ¿qué culpa tiene la pobre Mauritania…?
La sensación que tengo a la vuelta del viaje es la de haber aprendido más en los últimos quince días que en los anteriores quince meses.
Cuando de regreso en Dakhla el pretencioso recepcionista del hotel me pregunta qué de dónde vengo y se lo digo, me saluda con un “bienvenido a la civilización”. Me entran ganas de decirle que eso es lo que me decía hace no demasiado tiempo la guardia civil cuando entraba a España desde Marruecos.
No le digo nada y mientras le dedico una resignada sonrisa pienso:
-¿La “civilización”?… A mí “la civilización” me importa un carajo…