IRÁN. LA MUJER DEL ÚLTIMO DÍA
Nelo | January 18, 2015Una vez más, como siempre, como en todos mis viajes en solitario, conozco a la mujer del último día.
Siempre son guapas e interesantes, y esta vez no lo es menos. Es una tangerina que viaja sola de Estambul a Barcelona. Me separa de ella, un solo asiento vacío entre nosotros en el avión.
Estoy muy cansado pero es que tendríais que verla. He pasado la noche en el aeropuerto internacional Iman Khomeimi de Teherán, mi segundo avión salía a la 4 de la mañana, cuando ella sube a mi tercer avión en Estambul son las 9 de la mañana del día siguiente. Día de año nuevo.
La noche en vela cruzando el mar
porque los sueños viajan con el viento
y en mi ventana sopla en el cristal
mira a ver si estoy despierto
Fue curioso, sentado y aburrido en el aeropuerto de Teherán, esperaba que las manecillas de los relojes de la sala de espera dieran las 12 para ver qué pasaba.
No pasó nada, nadie hizo un gesto, ni hubo ninguna felicitación, nada. Perfecto.
Me gustó, yo huía de las navidades, y este último escollo no afloró a la superficie. Una llamada desde el sur de Marruecos fue lo único que me recordó la Nochevieja. El aeropuerto, como buen espacio acultural e intemporal, ni se inmutó.
Pronto dejaría de pisar suelo iraní.
Irán, desde un punto de vista viajero, se presenta como un premio para los valientes, para los que se atreven, para los que saltan por encima de toda la propaganda, manipulación y prejuicios hechos sobre este país y necesiten comprobar por si mismos lo que otros viajeros cuentan.
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Me perdí en un cruce de palabras
me apuntaron mal la dirección
ya grabé mi nombre en una bala
ya probé la carne de cañón
Pese a todo cuando me toca sentarme al lado de la tangerina sólo pienso en dormir, pero me veo hablando con ella sin casi darme cuenta, no sólo no ha sido forzado si no que me veo casi obligado a ello. Hay que ser educado.
Es de Tánger, viene de pasar una semana en Estambul con unos amigos palestinos, vive en Barcelona, tiene 3 hijos, está separada, y como a buena marroquí, le gusta hablar.
Es alta, pelo negro recogido, ojos marrones de estos muy líquidos, no muy delgada, una fina blusa rosa, una piel canela, una tira de sujetador negro brillante. Un suave acento, emana elegancia natural por cada uno de sus poros.
Lo que no llegará al final
serán mis pasos, no el camino
No ves que siempre vas detrás
cuando persigues el destino
Una mujer del último día perfecta. Haber vivido en Marruecos y conocer lo de allí nos ayuda.
A veces callamos, a veces dormimos, muchas veces es ella quien me busca para la conversación.
Una vez en tierra le ayudo con el equipaje, me mantengo a su lado en la cola de “no comunitarios”, el policía al llegar me dice que no tenía porque haber esperado, le digo que no voy solo, pese a ser policía lo entiende enseguida.
No voy a sentirme mal
si algo no me sale bien
he aprendido a derrapar
y a chocar con la pared
que la vida se nos va
como el humo de ese tren
como un beso en un portal
antes de que cuente diez
Llega el momento de la despedida, es increíble la de cosas que se pueden pensar en unos instantes, la tengo delante de mí, más que nada me gustaría saber qué piensa ella…
Me despido en árabe.
Ella también y sonríe. No sé si me mira inquisitivamente, yo quiero creer que sí.
Huyo, cobardemente. La cinta transportadora me aleja de ella a una velocidad vertiginosa.
En el tren hacia la gran ciudad entra un sol radiante por las ventanillas. Me hace achinar los ojos, ya no sé si es ayer, hoy o mañana, qué importa.
Los vagones se han llenado de dos tipos de gente, los que vienen de viaje y los que vienen a buscar a los que vienen.
Muchos se besan abiertamente.
Una banda de músicos zíngaros juegan al gato y al ratón con los seguratas, no es tan fácil cargando con un contrabajo.
Empiezan los edificios.
Barcelona me insulta a la cara:
-Idiota, idiota, idiota…
Las oportunidades pasan como los trenes.
Algunos pasan cuando uno está en la estación, distraído, y nos los ves ni llegar, ni partir, otros has de correr detrás de ellos, se pueden alcanzar con la lengua fuera asiéndote de la barandilla trasera, otros se escapan, mientras uno se queda viendo el humo en la distancia haciéndose pequeño, otros los has de agarrar en marcha, cuando uno está ya en otro, en ese caso, hay que coger carrerilla, saltar en marcha de uno al otro, en el momento de cruzarse, en una doble pirueta mortal, rompiendo las ventanillas en mil añicos si están cerradas.
Otras veces toca viajar de polizón en el techo y otras uno se sienta en la estación y se muere de asco y le salen telarañas hasta que se oye allá a lo lejos el silbato del próximo.
Otras veces pasa el indicado a la hora perfecta y te lleva por sitios increíbles, y parece que el universo entero se alió en tu favor.
Y te crees lo de los chakras, el destino y todas esas pendejadas, digo, cosas.
Y no volveré a sentirme extraño
aunque no me llegue a conocer
y no volveré a quererte tanto
y no volveré a dejarte de querer
dejé de volar, me hundí en el barro
y entre tanto barro me encontré
algo de calor sin tus abrazos
ahora sé que nunca volveré