HACIA EL NORTE DE IRAK CON MOCHILA. 3ª parte
Nelo | October 21, 2017Crónicas de un viaje al norte de Iraq 2012. Capítulo 3
Estoy viajando por tierra desde Estambul con destino Irán, pasando por el norte de Iraq, donde está el Kurdistán más independiente que podemos encontrar, una región federal autónoma del resto de Iraq con sus propias leyes y fronteras.
He querido viajar hasta aquí buscando un territorio bien fuerte y contundente de manera que me abstrajera de mí mismo, llevo una “mochila” demasiado pesada, mis circunstancias personales en este viaje son tan especiales que bien haría el lector, en el hipotético caso de estar interesado, en leer los dos primeros capítulos para saber de qué va, ya que puedo decir sin ambages que este es mi viaje más amargo.
Primero he tenido que ir de Estambul a Trabzon, vía Ankara y Erzurum, con el fin de conseguir un visado para Irán. Me dijeron que en Trebisonda (Trabzon en turco) es posible tramitarlo en una mañana.
En estos momentos voy en un tren que circula con destino Erzurum, y cada vez el paisaje es más rudo y salvaje conforme más avanzamos hacia el Este. Me gusta porque en realidad, y uno se da cuenta cuando viaja en avión, el planeta está tan parcelado y domeñado que se agradece ver grandes espacios donde la mano del hombre tiene poco que ver con su aspecto. Hoy en día sólo se libran los desiertos, los océanos, las estepas, algunas selvas, los polos y las grandes montañas.
De todas formas no voy contento, lo que dejé atrás en Valencia, mi ciudad de origen, hace que vague como un alma en pena. Voy rápido, voy mal, voy saltándome cosas, Turquía entera nada menos, paso de todo, no disfruto, mi actitud es nefasta y soy consciente de ello, para qué vamos andarnos con rodeos.
Sabemos lo que significa la muerte, pero cuando su sombra aparece a lo lejos, la Tierra gira en torno a nosotros. Con todo, las punzadas del dolor se apoderarán de nosotros cuantas veces perdamos a nuestros seres queridos. Tú también morirás dejando las esperanzas tras de ti. La vida es atractiva, aun si sufres por amor.
Naguib Mahfuz
Estoy esperando que el viaje despegue, pero de momento solo voy pegando tumbos por la pista, como una avioneta con demasiada carga y el depósito de queroseno agujereado por las balas. Falto de potencia y acercándome peligrosamente al precipicio que hay al final de la pista bacheada y rota.
-Aunque me prometo que intentaré ser un tipo duro- Me digo mientras aprieto los dientes y mi cabeza repite la misma canción una y otra vez.
No hay ciudad que aguarde su regreso
No hay mujer que espere en la estación
No hay nostalgia de un pasado que murió
Para un mercenario no hay dolor
La Resistencia.
El tren es moderno, cómodo y limpio, en contraprestación pues va casi vacío, no hay vendedores que suban y bajen, las ventanas no se abren, no se puede fumar en los descansillos, y las puertas no se pueden abrir en marcha para tomar aire o hacer fotos. Me recuerda el ten cuidado al desnudarme, no vayas a estropearme mi peinado de Sabina.
La vida de los habitantes de los pocos pueblos que cruzamos se puede llegar a intuir pero no nos engañemos, pasamos como quien ve la tele. Sólo el viajero a pie o en bicicleta podrá conocer algo más la vida de sus gentes. Los demás vamos a una velocidad excesiva que sólo nos permite ver casas de adobe con tejados de chapa y retrete a una distancia prudente al lado de una pequeña huerta. Debo tomar nota, darme cuenta de ello: la mierda hace los tomates más ricos y sabrosos. Me vale como metáfora vital en estos momentos.
Montañas sin árboles surcadas de pequeños caminos hechos por el ganado. Nieve en las cimas de las montañas más altas bajo un cielo azul lleno de nubes blancas.
En Erzurum compro un billete para el próximo autobús que salga para Trabzon. Asisto a una feria agrícola dedicada a la venta de tractores, lo hago por entretenerme y porque se come bien y barato, aunque los tractores me la traen floja.
Desde mi ventanilla del autobús veo una despedida de lo que creo que son gitanos. Son muchos pero sólo se marcha uno. El viajero besa la mano de los allegados y se toca la frente, uno por uno, después se ponen a cantar mientras los hombres agitan los brazos, las mujeres lloran y los niños bailan. En el momento de arrancar los hombres han lanzado agua al parabrisas delantero, como bautizándolo, el autobús pita. ¡Esto sí que es una despedida!
La carretera hasta Trabzon (Trebisonda) es una preciosidad, hay tantas montañas que entiendo porque no llega ningún tren aquí. Antes de llegar se inicia una enorme bajada, y al fondo, pegada al mar Negro y no lejos de la frontera con Georgia, está la ciudad.
De HALUK COMERTEL, CC BY 3.0, Enlace
Bastante canalla, tiene fama de ser uno de los grandes centros de la prostitución en Turquía. Al parecer, durante la temporada turística, cientos de mujeres eslavas desembarcan en la ciudad. Llego a un hotel barato y cutre, el propietario mira y mira buscando una segunda persona. Ya me he vuelto a meter donde no debo, o quizá es precisamente donde debo de estar. La visión de las fábricas, el desorden industrial del puerto, las colinas de casas esparramadas frente al Mar Negro, el humo de los vehículos, las putas desdichadas, de aspecto sombrío y ajado, la supervivencia, la agonía, el desorden, el caos, la mugre, me reconfortan algo, pero no lo suficiente.
Me acuesto sin cenar. Esta noche me daré cuenta que duermo algo, porque no pararé de tener pesadillas.
En la embajada de Irán me atiende una chica con un ojo de cada color, a lo David Bowie pero con pañuelo de flores cubriendo sus cabellos, y un largo abrigo cubriendo sus encantos, va tan tapada que me resulta excitante, ¿cuáles serán sus secretos? ¿qué pasará cuando se quite ese abrigo y ese pañuelo? ¿Cómo serán unos ojos cada uno de un color mirando y deseando muy de cerca? Me trata muy bien, sin preguntas excepto las del formulario y una extra: ¿vas solo?
Salgo de allí con el visado en el bolsillo y como un arroz con pollo. Busco internet para avisar a mi hermano que voy a meterme en el Kurdistán iraquí, esta vez prefiero que al menos alguien sepa dónde estoy.
Ya he hecho todo lo que tenía que hacer en Trabzon. Ahora debo cruzar Turquía de norte a sur hasta la frontera con Iraq, compro un bocadillo de queso, voy a la estación de autobuses y adquiero un billete para Diyarbakir.
Hago Trabzon-Diyarbakir en un autobús de lujo, una pantalla de plasma por asiento y wifi, un azafato uniformado reparte té, café, agua y después agua de colonia hay todo un señor cojín colgando de cada ventanilla, queda muy hortera pero es muy práctico. Por las pantallas se puede ver, además de la tele y pelis, una cámara incorporada en el frontal del autobús.
Lluvia, montañas abruptas de vegetación exuberante, ríos bravos. También se ven los adelantamientos en línea continua y las posibles barbaridades que pueda cometer el chofer y todo el tráfico que nos precede.
Paso una noche horrible, catorce horas de autobús. Otra noche más para olvidar de la que me acuerdo perfectamente.