VIAJE AL KIRGUISTÁN. BISHKEK, YA ERES MÍA
Nelo | August 30, 2016La bacheada pista de aterrizaje del Aeropuerto de Manas, a 30 kilómetros de Bishkek, la capital de la República del Kirguistán, es el mejor ejemplo de la clase de carreteras que encontraremos en el país. Los baches y socavones forman parte de la antonomasia de cualquier tipo de calle, camino o carretera, ya sea asfaltada o de tierra.
Cuando se pregunta por esto a los habitantes del país, ellos recogerán con la mano un buen fajo de billetes imaginarios y se los meterán en el bolsillo, diciendo alguna de las palabras rusas correspondientes a gobierno, corrupción o algún otro término similar.
Fuente mapa Wikipedia
En el caso concreto del Aeropuerto Internacional de Manas me pregunto si los baches también serán debidos a la utilización conjunta de las pistas de aterrizaje por parte de USA y sus aliados para enviar tropas y material a Afganistán desde 2001 a 2014 en lo que se vino a llamar Operación Libertad Duradera, y que dado los resultados, no sólo terribles en Afganistán, sino de desastrosos efectos secundarios en buena parte del planeta, podría haberse llamado perfectamente Operación Cagada Duradera.
Y todo sigue igual, o peor.
La de los ojos marrones y el que escribe estás líneas aparecemos por allí una noche de agosto de este 2016 por motivos puramente pueriles y caprichosos, queremos conocer esta parte del globo, aunque sea sólo por unos días, dar un paseo por aquí, no mucho más.
Asia Central es una completa desconocida para nosotros.
No ha sido fácil sacarse de la manga este viaje, nos metimos en las fauces del león, ríete tú de los que dejan su trabajo para irse de viaje, nosotros hemos ido más allá, cometiendo una arriesgada temeridad, y es que nos va lo extremo: Nos hemos casado.
¿Salto base?
¿Buceo en tanga entre tiburones blancos?
No: matrimonio.
Seguido del consabido permiso matrimonial en el trabajo.
Por eso a las 4 de la mañana, hora del Kirguistán, y después de una tormentosa travesía vía Estambul, aparecemos en el vestíbulo del aeropuerto después de unos trámites fáciles y un visado gratuito en forma de sello estampado por funcionarios de gorra de plato herencia rusa. Y ocurre algo que al menos a mí me emociona hasta casi humedecerme los ojos, llegamos al hotel sin ser timados por ningún taxista. Hecho invariable ocurrido a través de los tiempos cada vez que llegué a un país desconocido de noche.
Pero esta vez, no.
He contratado el servicio de transfer de la pensión elegida en Bishkek. Por 550 som vale la pena, los taxis del aeropuerto con tarifa plana ya valen 600, los piratas mucho más, vaciándote el bolsillo y amargando tu ego. Y por la noche la marshrutka n.360, el minibus que va y viene del aeropuerto por 20 som, no circula.
Pedir un transfer a un hotel no es la manera más épica de entrar en un país, dar la mano a un señor con un cartel con mi nombre escrito no es cruzar clandestinamente la frontera escondido en los fardos de un camello bactriano de vividores contrabandistas, ni tampoco es arrancar de cuajo las barreras de un desértico y estepario puesto fronterizo a bordo de una Suburban dorada con los cristales ahumados, a puro hierro quemado, sintiendo que ni el demonio nos alcanzaría.
Lo único que tienes que hacer es desembarcar, buscar un tipo, decirle hola, un apretón de manos, un soy yo y al taxi. No mucho más; las 5 de la mañana no es la mejor hora para hacer amigos, ni para hablar de chorradas, transcendentales o no, se puede permanecer en silencio que a nadie le extraña.
El claror del amanecer nos pilla en una carretera bacheada flanqueada por árboles.
Olores nuevos, tierras nuevas. El taxi se detiene en la puerta de un pequeño hotel. Un chico rubio y ruso, somnoliento, le paga y nos dice que no se puede acceder a las habitaciones de arriba de hotel por lo que nos lleva a una pequeña con sauna y una, pequeña también, piscina interior.
Así que lo primero que hago en Kirguistán es darme un baño en una piscina a las cinco y media de la mañana. No saldremos a la calle hasta mediodía.
Bishkek en agosto es una ciudad con un calor sin contemplaciones y una humedad contundente.
Tan alta que hace que los vaqueros te pesen más y se acartonen y la cara se te pone igual que si fueras estreñido, y sudas hasta por donde nunca habías sudado y deseas huir al chorro salvador del aire acondicionado de la habitación del hotel, donde sabes que encontrarás refugio y paraíso, el nirvana, la verdadera iluminación, pero no lo haces.
No lo haces porque eres un viajero y tienes que ver esta ciudad que gira a tu alrededor, haciendo cómo que vas a conseguir conocerla, vas a poder sentirla, aunque tu cuerpo te suplique la vuelta a la penumbra de la habitación donde babear de gusto y de placer, aislado del puñetero mundo exterior, mandando al carajo el planeta entero…
Así que haces lo que crees que haría cualquier otro, abres bien los ojos, respiras profundo, y buscas un lugar donde cambiar dinero para poder comer.
El mejor cambio que encontramos en la ciudad se encuentra en las casas de enfrente del Philarmonic Hall, es decir en la esquina de la Chuy Av. y la Manás Av. En las tres semanas que duró nuestro viaje 1 euro equivalía unos 75 som, arriba o abajo (Agosto 2016)
Y eso que Bishkek es una dama agradable mitad rusa mitad kirguís a la que miras con ojos de embobado recién llegado. Lo que ocurre es que al mediodía de agosto anda demasiado caliente. Y el entusiasmo se recalienta, perdiendo presión y pasión.
Anchas avenidas y bacheadas calles siempre repletas de árboles, salpicadas de verdes, descuidados y frondosos parques, con aceras irregulares donde sobreviven casas habitadas y manoseadas que parecen construidas por un tipo que no tuvo en cuenta que el tiempo pasaría, haciéndose algo mejores conforme uno se acerca al centro.
Los viejos edificios herencia del comunismo tienen algo de bello, su desconchada presencia indica vida, supervivencia. Su propia impersonalidad los hace únicos y los llena de carácter. Tal vez la belleza de estas construcciones radique en la misma falta de ella, adornada con que realmente se ve, el paso del tiempo, entrando de lleno en conceptos estéticos japoneses muy interesantes como es el wabi sabi. Si eres un viajero que encuentra belleza en cosas o lugares que a priori no fueron creados para ser bellos no dejes de pinchar aquí, te gustará.
Edificio en la céntrica calle Dostyk en Almaty, Kazajastán.
La capital kirguisa, guarda muchas sorpresas, es un especie de pueblo grande de un millón de habitantes, de calles de tierra y árboles verdes, con un centro amplio y monumental de corte soviético.
Por este último circulan lujosos Lexus, impecables, y por la periferia abundan los Lada y otras marcas similares, todos de segunda mano, como corresponde a todo el mercado de este país.
En este Lada tuneado podemos ver en el cristal trasero el símbolo de Kirgyzyzstan, con la leyenda del país en cirílico abajo.
Este símbolo aparece también en la bandera nacional como podéis ver.
Que no es otra cosa que un tündük o cubierta de la tradicional yurta kirguís, la vivienda de los nómadas en toda Asia Central
Volveré a hablar de ellas cuando nos vayamos a las montañas.
El pupurri de coches importados es tal que en todo Kirguistán los coches pueden tener el volante a la izquierda o a la derecha, siendo el sentido de la marcha el mismo que en la Europa continental, obligando a la mayoría de conductores a estirar bien el cuello y a una serie de gestos cómicos que dejan de parecerlo cuando compruebas en primera persona la peligrosidad del hecho, sobretodo en los adelantamientos, mientras miras a la muerte directamente a los ojos.
Siguiendo con aspectos puramente etnográficos, y aunque ya había leído algo al respecto, también uno se da cuenta de dónde está al ver crecer la marihuana silvestre por sus aceras conforme salgo del hotel elegido, algo alejado siempre del centro.
Su mera visión te deja alucinado y te sirve para darte cuenta de que ya no estás en tu país de origen, a menos que tú, lector o lectora, seas una bereber rifeña o un rastafari jamaicano de largas trenzas, mirada enrojecida y sonrisa bobalicona.
Un amigo que entiende me comentó que son Rudelaris.
El Cannabis Rudelaris originalmente fue considerada una especie salvaje de cannabis de Siberia y del norte de Kazajstán, de efectos minimizados por su baja concentración de THC. Utilizada hoy en día para hacer híbridos debido a su alta auto-floración en condiciones climáticas adversas.
También se te mostrarán muchos otros detalles conforme tu campo de visión se vaya ampliando, a base de bofetadas sensoriales, despertándote del aletargamiento no sólo debido al calor húmedo y sofocante, sino sobretodo, a que hace unos meses que no salías de viaje y te estabas convirtiendo en un burdo insensible.
Poco a poco, mil pinceladas más me harán dar las gracias por ser un tipo afortunado y acalorado descubriendo un país nuevo de la mano de una flacucha de ojos marrones.
La capital de esta república surgida de la desintegración de la Unión Soviética, la primera en independizarse en el año 1991, muestra al recién llegado su cotidianidad de una ciudad no arañada por el turismo. Aunque recibe algo de turismo ruso ruso camino del lago Issyk kul, los demás extranjeros apenas la rozan permaneciendo en ella unos días a la espera de tramitar las visas de países vecinos.
Peluquerías donde venden melones y sandías, empresas con carteles ilegibles para los que somos analfabetos cirílicos, algún rufián ruso colorado, rubicundo y borrachín, entre preciosidades de rasgos chinos, pelo azabache y minifaldas camino de las universidades, hornos de leña a pie de calle donde cuecen panes enroscados, camiones que sólo existen a este lado del antiguo telón de acero.
La impresión que da la gente con las que te cruzas por las calles es de alegría, siempre van sonriendo o bromeando entre sí cuando se juntan más de dos. El rostro de los solitarios tal vez sea más serio.
La ciudad, de edificios de escasa altura, se extiende sin pudor horizontalmente en una llanura atravesada por el Río Chui, que después de más de mil kilómetros se pierde en la estepa kazaja, engullido por las arenas del desierto de Moyynqum. La capital está siempre vigilada por una casi interminable fila de grandes montañas y picos con nieves eternas.
Son las Montañas Celestiales, Tien Shan, impresionante paisaje de fondo si no hay bruma, con alturas máximas de más de 7000 metros y una altura media de 4000, que hacen de frontera entre Kirguistán, Kazajstán y China.
Las Montañas Celestiales, valle de Arashan, camino de las fuentes termales de Altyn Arashan, cerca de Karakol.
Colosal, y bastante desconocida para los occidentales, masa montañosa de 2500 kilómetros de este a oeste de longitud unida al Macizo del Pamir.
Fuente: Euroatlas.net
El quinto relieve del planeta después del Himalaya, Los Andes, las Rocosas y el Pamir. Eso dicen.
Quienes los tienen que saber bien son los ciclo-viajeros, esos seres sobrenaturales que recorren el país en su travesía por Asia, en solitario o formando pequeñas tribus sobre ruedas, pequeños enjambres de bicicletas y alforjas. Hay muchos por Kirguistán, se les puede ver sudando, puerto arriba, puerto abajo, o parados en la estepa, allí donde un árbol es una quimera, un producto solo de sus ensoñaciones. Son magos que tienen la capacidad de convertir el sufrimiento en necesidad, incluso en placer, en un profundo bienestar.
Pensar en ellos me da hambre, así que vamos a un restaurante del centro recomendado por el chico del hotel. Con aire acondicionado, que aún no me he lanzado al pozo del sufrimiento…Y acierta, el Arzu es un buen local donde comer comida kirguisa fresca, buena y a buen precio. Es algo elegante y suntuario pero nos ponemos las botas.
Probamos los lagman (los noodels del resto de Asia) y los pinchos de costillas, junto a más cosas por unos 6 euros al cambio cada uno. Será el precio más alto que pagaremos por una comida en Kirguistán.
Después negociamos un taxi de vuelta al hotel donde el jet lag nos sumirá en una profunda siesta hasta el anochecer. Tomar un taxi en Bishkek es muy sencillo, el precio estandar para cualquier lado de la ciudad es de 100 som, los conductores intentarán siempre cobrar más, pero basta mantenerse en el precio y accederán. 100 som se pronuncia: stó som, así tal cual.
Las matrushkas, los minibuses, cobran un precio normalmente de 10 som. Para tomarlas no es necesario saber el número que te acerca a tu destino ni tan siquiera saber donde se dirige, basta con alzar la mano y que coincida la dirección deseada, y en el momento que se desvían puedes pararlo, bajar y tomar la siguiente que circule hacia tu destino.
En los últimos tiempos siempre elijo un hotel alejado del centro, porque por el mismo precio que un cuchitril céntrico se tiene una habitación más que aceptable. Siendo dos no vamos casi a hostales de mochileros, por el precio de las dos literas solemos tener una habitación doble en otras partes, y para una pareja allí la intimidad no existe; por la misma razón no hacemos couchsurfing, no nos gusta adaptarnos a horarios y somos demasiado independientes.
¿Recomendamos nuestra manera de viajar en esta ocasión? No .¿Perdemos una maravillosa ocasión de conocer gente? Sin duda. ¿Conocemos gente de todas maneras? Sí ¿Hacemos así lo que nos da la gana? Pues también.
Pero recordemos, aunque nosotros mismos no queramos hacerlo, que esto es una luna de miel. De hecho cada viaje con la de los ojos marrones lo es. Y hay que adaptarse.
Tras la siesta, ya anocheciendo, caminamos hasta el centro de una ciudad que al menos hoy miércoles por la noche no es un desmadre a la asiática precisamente. Algunos chavales en los parques haciendo una especie de botellón y otros pocos tocando la guitarra en los subterráneos de la céntrica plaza del Philarmonic Hall. Y aunque hay bastante tráfico y garitos abiertos es todo un poco soso. Tanto en Kirguizistán como Kazajistán no encontraremos grandes aglomeraciones de gente excepto en los bazares. Es como si hubiera tanto espacio y tan poca densidad de habitantes que nunca se llena ningún lugar. Hay espacio para todos, y no se ve a los habitantes de ninguna de las dos ciudades las típicas prisas del estrés de los urbanitas. Ni yo se las deseo, no parece que vivan mal en general.
Tras la cena, ya de vuelta al hotel, la de los ojos marrones pensando que soy comestible, está dispuesta a devorarme aprovechando la oscuridad reinante de la mayoría de calles y parques no céntricos de Bishkek.
No me hagáis transcribir el contenido de la conversación pero está basada en mi negativa a ser detenido por escándalo público en mi primera noche en un país extraño.
Cómo carajo se dirá en ruso: Señor agente, ella tuvo la culpa…