PRIMER VIAJE EN SOLITARIO
Nelo | April 29, 2015Mientras Afrodita A lanzaba sus tetas al aire ante el calzonazos de su novio Mazinger, y las fotos de mujeres desnudas en el Interviú prometían un esperanzador y voluptuoso mundo alejado y distinto al del colegio y los capones de los curas, llegó un día cuando era un niño en el que decidí no volver a casa después de las clases.
Hacía muy poco que ya iba solo a la escuela, espantoso colegio católico sólo de chicos, de altas tapias grises y de interminables e insoportables clases, sazonadas de gritos severos y castigos corporales.
No sé por qué lo hice, no tenía allí ningún problema en particular más que los propios de la niñez, mis padres siempre fueron modélicos, pero ese día quise ver lo que pasaba por ahí, sentí una necesidad imperiosa de hacerlo. Tal vez fue por una excesiva acumulación de órdenes, un chorro interminable de ellas te cae encima cuando eres un niño, por eso todos se quieren hacer mayores, para que nadie les diga qué carajo tienen que hacer casi a cada instante.
Esa tarde iba a ser yo quien mandara de mí.
No me fui muy lejos, es más, no salí ni de mi barrio pero quedé fascinado. El gentío por las calles, las tiendas, el humo de los futbolines y billares, los recreativos, el murmullo de gran río del ya incesante tráfico de la Avenida Perez Galdós, los coches aparcados en las aceras de finales de los 70, cada uno con su propia personalidad, no como ahora, con sus caras formadas por su frontal delantero, algunos enfadados, otros riéndose, otros incluso tristes. Al ser la primera vez que no iba de la mano de nadie todo me parecía nuevo, sorprendente.
En un parque vi a un grupo de chavales mucho más mayores que yo bebiendo vino barato vendido a granel en unas grandes garrafas de color verde de una famosa marca de agua que luego rompían con tremenda violencia contra el suelo de tierra mientras lanzaban espeluznantes alaridos.
Macarra de ceñido pantalón
pandillero tatuado y suburbial
hijo de la derrota y alcohol
sobrino del dolor
primo hermano de la necesidad
Me parecieron muy salvajes pero me gustó la libertad con que actuaban, parecían no tener miedo de nada. Recién estrenada la democracia muchos aspirantes a futuros inquilinos de los presidios, poblaban los bancos de los parques de mi barrio los cuales estaban literalmente tapizados de jeringuillas.
Tuviste por escuela una prisión
por maestra una mesa de billar
te lo montas de guapo y de matón
de golfo y de ladrón
y de darle al canuto cantidad
No es que viviera en un mala zona, es que entonces las cosas eran así. Ese día descubrí una Valencia fascinante libre e indómita, que ya no dejaría de parecérmelo hasta cumplida la veintena, cuando tuve que huir bajo riesgo de morirme de asco en un barrio de paredes demasiado altas, cuando con los 90, la ciudad se echó a dormir cansada y marchita tras más de una década de fiesta continua.
La pasma va pisándote el talón
hay bronca por donde quiera que vas
las chavalas del barrio suspiran con
robarte el corazón
si el sábado las llevas a bailar
Llegué a casa un par de horas después de cuando tendría que haber llegado.
Fue mi primer viaje en solitario.
Dos horas que a mí me pareció mucho tiempo, y a mi madre le debió parecer una eternidad, porque me pegó una tremenda y merecida bronca. Igual fue porque intuyó lo que se le vendría encima los años venideros, toda una vida pendiente del teléfono, temerosa de que en cualquier momento con un timbrazo se desatara la tragedia. Lo sé, aunque nunca me lo dijera.
Aún llevo la placa de identificación que me regaló colgada del cuello.
Que evidentemente no es ésta, aunque en resumen el mensaje es el mismo.
Esa primera escapada no tuvo en principio un porqué y nada, ni nadie, me incitó o alentó a ello. Surgió de manera espontánea desde lo más hondo de un niño. Tendría no más de 8 años.
El primer coche que conduje, Ibiza, 1978
Hoy en día me hace pensar en que tal vez no hay una posibilidad de cambio en la esencia de cada uno. Soy culpable irremediable de cada uno de mis muchos defectos y de algunas de mis pocas virtudes. Somos quienes somos, los mismos pendejos de principio a fin. Quizá nuestra única oportunidad sea conocernos bien y ofrecer la mejor versión de nosotros mismos, a rachas y si tenemos suerte.
Una noche que andabas desarmao
la muerte en una esquina te esperó
te pegaron seis tiros descaraos
y luego desangrao
te ingresaron en el piramidón
pero antes de palmarla se te oyó
decir que demasiao
de ésta me sacan en televisión
En aquella época no pensaba estas cosas, pero, en cambio me sirvió para darme cuenta de dos cosas, para mí entonces trascendentales.
La primera era que yo era yo, y pensaba.
La segunda fue descubrir que el mundo era muy grande y que estaba lleno de acción. Giraba rápido.
El mismo impulso, los mismos porqués -si es que los hubiese- me llevarán muchos años después, a dirigir mis pasos hacia la, para mí, desconocida Mauritania.