El SABOR DE LA VIEJA CALCUTA
Nelo | April 22, 2018Caminar por Calcuta, incluso desplazarse ayudado por el metro o el tranvía, requiere una buena condición física. Cada día el viajero acabará agotado, y no es debido sólo a las distancias de esta colosal ciudad, sino más bien a su ímpetu.
Carteristas del metro de Calcuta anunciados en carteles, tan sólo hay que memorizar sus rostros y distinguirlos entre las 600.000 personas que lo usan a diario.
El ajetreo sumado a la superpoblación y a la tremenda sonoridad de sus calles convierten cada jornada en una gymkana maratoniana difícil de imaginar para todos aquellos que no la conocen. El viajero boqueará, como un pez fuera del agua, siendo casi necesario tomar pausas y descansos para que cuerpo y espíritu puedan digerir tal cantidad de estímulos.
Calcuta es una centrifugadora. Intensidad viajera en vena.
Mercado de las flores, Calcuta. Atascos de personas entre la inmundicia y el color.
La capital de Bengala Occidental, y antigua capital de la India británica hasta nada menos que 1911, no es homogénea, su área metropolitana de no está claro cuántos millones de personas, se calcula que por encima de 16, es un mosaico urbano desparramado a lo largo de las orillas del rio Hoogly, un ramal del Ganges.
El puente más conocido que lo atraviesa es el Howrah Bridge, de él dicen que se estaba pudriendo a base de los millones de escupitajos rojos que los calcutenses en su costumbre de masticar tabaco y hoja de betel le han arrojado alegremente corroyendo su acero.
Do no spit. Prohibido escupir, reza ahora un cartel.
BBD Bagh es el centro de toda esta amalgama, un barrio sin igual en todo el planeta y uno de los pocos centros de gran ciudad coloniales que quedan en el sur de Asia, y es único en la India porque gran parte de su entorno periférico permanece intacto, lleno de viejos edificios de época, de mercados exuberantes, de frenesí, de sabor, de joyas arquitectónicas, de negocios, y si me dejara llevar por mi entusiasmo diría que uno de los lugares que más me han impresionado, si esto no se convirtiera en una constante en mis artículos. Es de esos sitios que al que escribe le hace ser exagerado y encima lo deja con la sensación de quedarse corto.
Lo que quiero dejar claro es que BBD Bagh es un distrito absolutamente espectacular. Pasando de licencias poéticas, a mí me sabría muy mal irme al otro barrio sin haber visto éste.
El nombre BBD Bagh le viene de los hermanos, Benoy, Badal y Dinesh, que entraron en el edificio más famoso y gubernamental de la ciudad, el Writers Building, y mataron al inspector general de prisiones del virreinato, que al parecer era un cabrón de mucho cuidado –se habla de tremendas torturas en las prisiones bajo su mando.
Estatua que conmemora a los tres hombres dirigiéndose hacia el Writers Building al fondo, a perpetrar el crimen/hacer justicia.
Es curioso como los terroristas de una época pasan a ser los héroes independentistas de la siguiente. Y en cierta manera da vértigo, porque al parecer eso depende de quién mande.
El Writers Building es aún hoy sede del gobierno de Bengala y está acorazado y tapizado por furgones policiales. Intentamos entrar pero fue en vano, entonces pedí a un policía si podía hacer fotos del edificio y me contestó que solo una.
Encontramos un trozo sin furgones y la hicimos. Imagino que tienen miedo a que se repita la historia.
Acorralados en el edificio y dispuestos a no entregarse, Badal tomó cianuro y murió instantáneamente, mientras que sus compañeros se pegaron un tiro. Benoy murió cinco días después en el hospital, pero a Dinesh lo salvaron para ahorcarlo tres meses después, en julio de 1931.
Mullick Ghat desde el puente Howrah.
BBD Bagh En domingo.
Sólo policías y barberos trabajan en Calcuta los domingos, las amplias avenidas del distrito central de negocios se quedan desiertas y son ocupadas por chavales que juegan al críquet. Se puede caminar sin temor a ser atropellado por detrás, por delante o de costado, y casi no hay pitidos. Las calles permanecen somnolientas y se escucha hasta el canto de los pajaritos.
Calcuta es infinitamente más agradable de visitar los domingos, lo que pasa es que no es Calcuta.
Los vendedores de los puestos ambulantes hoy los tienen cerrados aunque siguen durmiendo encima de ellos, y los que están despiertos juegan a la cartas sentados en las aceras. Se puede acompañar la experiencia comiéndose un pollo tandoori en un oscuro y lánguido restaurante de algún hotel que permanezca igual que en los años 50.
El contraste entre el domingo y el resto de días de la semana en barrios centrales como BBD Ghat es increíble. Un efecto bomba de neutrones que hace que el aire sea más claro y se pueda ver mejor la Calcuta de hace un siglo por la que sí se nota que pasó el tiempo. Como volver a una ciudad abandonada y cristalizada en un único momento. Todo el carácter del colonialismo británico remozado tras cien monzones. La decadencia elegante de un viejo mundo.
Qué te ocurrió, cuáles son tus secretos.
Los edificios de piedra arenisca roja de los días del Raj británico parecen viejos fósiles pero siguen hoy vivos. Solo hay que visitar BBD Bagh entre semana para darse cuenta de lo que es una actividad explosiva, que no ofrece al transeúnte más alternativa que tener que convertirse en un ser serpenteante, convirtiéndose toda la zona en uno de los lugares más bulliciosos del mundo.
Chartered Bank Building
De todos los edificios la casualidad nos lleva a elegir nuestro favorito, el Chartered Bank Building, que me fascina desde el momento que lo veo y al cual probamos suerte a ver si nos dejan entrar. Es un edificio construido en 1908, hoy en día sigue abierto con algunas de sus plantas en activo aunque con un aire de puro declive. En el exterior su suerte no es más halagüeña aunque no menos espectacular, las plantas han echado raíces en las grietas de los pisos superiores, los interiores cubiertos de polvo se pueden ver a través de los cristales agrietados en la planta baja.
Pasamos esquivando al portero y subimos las escaleras hasta toparnos con unos empleados que nos dicen que podemos visitar lo que queramos.
No dejan de repetir la misma palabra, el nombre del más famoso actor y presentador de la India. En algún momento de la década de 1960, la firma británica Bird y Co. contrató a un joven alto, llamado Amitabh Bachchan para trabajar en su oficina NS Road, nadie, y él menos que nadie, sabía entonces que se convertiría en una superstar de Bollywood.
Así, con su nombre como bandera, vamos por las diferentes plantas y logramos colarnos en las oficinas de Bird y Co, incluso nos enseñan la parte abandonada del edificio.
Oficinas anacrónicas, como un decorado del pasado, pero con algunos tranquilos trabajadores, hacen que sea fácil imaginar como serían las cosas cincuenta años atrás.
El actor declara sobre esa época en Calcuta en su blog personal:
(…) el salario exiguo y cómo sobrevivimos con eso, ¡480 rupias al mes! 350 rupias al mes para la cama y el alojamiento, comida aparte, para comer el pani puri o el puchka pani en Victoria Memorial. Dos rupias llenan el estómago y lo hacen durante todo el día … ¡y a esperar el almuerzo de la oficina a la mañana siguiente!
Pero una juventud sin dinero es algo que no le reprocha en absoluto a Calcuta, sobre la ciudad dice:
“The Writers Building, Government House, Maidan, los trayectos de tranvía, Victoria Memorial, Chowringhee, oh, recuerdos tan vívidos y esos años de éxtasis de 1962, cuando Calcuta fue la ciudad más divertida del país, en qué tiempos, la cultura de Park Street, donde una heterogénea colección de restaurantes y bares y confiteros, cenas y pistas de baile, todo en una línea secuenciada, uno tras otro, y las noches que se pasaban cada día en esas aceras, caminando de uno a otro: Trinca’s, Blue Fox, Mogambo, Moulin Rouge, Firpo’s, Waldorf … Flurry’s … los puchka’s en Victoria Memorial, los carti kababs en Nizam’s y en la exclusiva discoteca Golden Slipper para terminar la noche en el Grand Hotel en el salón de baile y después del paseo de medianoche a DumDum, solo por un café o por un poco más”.
Hoy en día Amitabn Bchachan sale hasta en la sopa, aquí lo podemos ver en una interpretación que da cuenta de su carisma, pensemos lo que pensemos de su mensaje, que curiosamente recita sobre una autopista que no va a ninguna parte.
Cuando ya nos hayamos cansado de caminar por el Flower market, el Mercado de flores de más impacto visual que vi en mi vida, hayamos conseguido sobrevivir al Lal Bazar y a los mercados del norte de BBD, donde nunca tuve tanto riesgo de ser atropellado en una zona peatonal por otras personas, después de que nos hayan denegado la entrada en el Writers building, que de romántico sólo tiene el nombre y de que hayamos podido visitar el Changered Bank Buidilng sintiéndonos cazafantasmas, necesitamos descansar y no existen en Calcuta demasiados oasis de tranquilidad.
En BBD Bagh encuentro solamente dos, uno es la casa de Rabidan Tagore, de la que pienso hablar en un futuro artículo, el otro es una joya verde reflectante, el Lal Dighi, un estanque de aguas esmeraldas justo enfrente del Writers building, un lugar donde poder relajarse y descansar de la locura total.
El Lal Dighi
Lal Dighi o “Tanque Rojo” es una masa de agua en medio de BBD Bagh , antes conocida como Tank Square o Dalhousie Square. Estaba allí antes que los británicos y antes de la misma Calcuta, en época medieval las junglas lo rodeaban, justo donde ahora es la zona de mayor actividad de Calcuta.
En aquel tiempo nadie bebía agua de este tanque, pero a veces soltaba líneas de pesca por las tardes o se hacían competiciones de natación.
Club de pescadores en el centro de Calcuta.
Después se limpió y durante mucho tiempo fue la fuente de agua potable principal de la ciudad, al menos para la comunidad extranjera. El agua en el tanque estaba protegida para un posible uso en caso de un incendio repentino en alguna parte. Los nativos tenían prohibido ir allí.
Su uso antiincendios sigue hoy en día, de hecho con la construcción de un parking subterráneo se pensó en desecar el estanque temporalmente y los bomberos de Calcuta lo impidieron.
Con un club de pescadores esperando el atardecer, donde es posible comprar un ticket de día por 300 rs, los que deseen pescar en pleno centro de Calcuta.
Justo sobre estas líneas, curioso como dejan las cañas en el suelo con la punta sumergida.
Yo no, yo también quiero tirar la caña, pero quiero pescar otra cosa.
Nosotros también esperamos el atardecer, que en este rincón de Calcuta es casi dulce y sosegado, y digo casi porque al fondo la ciudad sigue bramando, en su furia de pitidos casi eterna, y también digo casi porque bajo la luz de ese atardecer calcutense, la de los ojos marrones aún me parece más bonita en su blancura, como una princesa kashmiri, por lo que busco a conciencia un banco en un parque que esté más o menos oculto a miradas indiscretas donde poder sellar nuestro flemático amor y al menos magrearla un poco, como si fuésemos jóvenes indios de impulso incontrolable.
Pero no lo encontramos y nos vamos a comer un pollo tandoori.
Apago mis ardores en una enorme jarra de cerveza, sin conseguirlo.
Afuera Calcuta muere dominguera y serena a la espera de un lunes en el que todo volverá a ser una locura.
Wellcome to the jungle, baby.