ISLANDIA. NO MUERAS EN REYNISFJARA
Nelo | January 20, 2017Reynisfjara es una de las más famosas playas de Islandia. También llamada Black Beach o Playa Negra, recibe este nombre más comercial pensado en la importante cantidad de turistas que la visitan, algo liados con los nombres complejos y retorcidos para sus oídos de la toponimia islandesa.
Algunos ejemplos de nuestra ruta, se recomienda tratar de pronunciar en voz alta y de carrerilla:
Grindavík-Thorlakshofn-Hveragerði-Reynisfjara-Ásólfsskáli-Kirkjubæjarklaustur-Skaftafell-Hofn
Por citar algunos de los más fáciles…Y ahora hazlo con un polvorón en la boca…bueno, ¡si eres islandés no vale!
Una buena parte de los casi dos millones de turistas que visitan la isla cada año pasará por aquí.
La fama de la Black Beach está justificada. Su belleza supera incluso la más fantasiosa imaginación del viajero de turno.
Las olas del Atlántico Norte rompen contra la arena negra, mientras los vientos azotan la costa de lava basáltica y parece que todo el planeta se agite y respire, como un animal grande que duerme intranquilo.
La épica del océano batiendo sobre un territorio extremo e indómito, la hermosura de la desolación, la magia, siempre temible pero embriagadora, de lo feroz.
Otra última frontera; el enésimo fin del mundo.
La sensación de haber llegado a uno de los lugares cumbres del viaje. Aunque esto no es algo exclusivo de esta playa, sino que podemos extrapolarlo a toda la isla. Y eso que aquéllos que vamos de viaje a Islandia solemos llevar las expectativas muy altas, esperamos encontrar grandes cosas, diferentes, espectaculares.
Hoy en día es fácil y barato plantarse en Islandia, vuelos low cost desde España y una oferta de alquiler de coches razonable ayudan a ello. Otra cosa es el precio de los hoteles y alimentos.
Nada es demasiado para tener bajo nuestros pies el Gran Norte imaginado.
Islandia nos ofrecerá aún más. Los que aún no la conocéis soñad todo lo que queráis, no saldréis defraudados, incluidos los más curtidos, aquéllos que ya distéis tantas vueltas que casi cualquier zona del planeta os parece el patio de vuestra casa.
La playa de Reynisfjara se encuentra en la parte más meridional de Islandia, rodeada de los televisivos acantilados de Dyrhólaey y de los célebres trolls petrificados de Reynisdrangur, cerca de la población de Vik i Mýrdal.
Vik tiene unos 300 habitantes y unos 200 más viviendo por los alrededores. Me sorprende ver por todo el sur de Islandia tanta gente aislada viviendo en sus granjas, diseminadas en medio de lo más salvaje.
El pueblo cuenta con una oficina de correos, un banco, una oficina de turismo, una fábrica de lana, un pub, una ferretería, una tienda de ropa, una farmacia y una estación de servicio. También hay una escuela, una iglesia, una residencia de ancianos, un centro de salud, un gimnasio y una piscina de agua caliente, donde, en las largas noches de invierno, es posible socializar con los islandeses, siempre algo más distendidos.
Además en Vik hay un club de mujeres que caminan, son mayores y vigorosas, una auténtica ruta del colesterol a la islandesa.
Estas mujeres pasan las largas noches de invierno cosiendo, son grandes costureras cuyos productos venden para fines sociales o de caridad, forman una solidaria red vecinal que se ayuda entre sí y se ocupa de los vecinos más mayores. También, cómo no, juegan al bingo, repartiendo premios como chocolate o artesanía.
Y desde hace casi cien años se organizan campeonatos de “félag whist·”, un juego de cartas donde vas cambiando de contrincantes a cada mano. De esa forma la gente se conoce entre sí y se relaciona. Suelen venir hasta de granjas muy lejanas, es una buena manera de conocer personas del sexo opuesto, dado el estado de aislamiento en el cual se vive en el campo islandés y de una supuesta y endémica timidez de sus habitantes.
Podríamos pensar que el pueblo no es precisamente un ejemplo de fiesta y despiporre.
Pocholo es posible que no permaneciera aquí mucho tiempo, pero además de las fiestas que los numerosos turistas deben montar, y de una reducida pero activa población local que no para de organizar eventos, hay un montón de cosas que hacer, si tienes dinero claro, bastante dinero.
Sobrevolar un glaciar o atravesarlo en trineo, montar a caballo, motonieve o cenar frailecillos, esos simpáticos pájaros que habrás visto por el día si es verano. Y otras turistadas varias.
Si no tienes dinero, o tu presupuesto es como el mío, puedes disfrutar de la explosiva naturaleza de sus alrededores.
Pasar un buen y frío día en uno de los lugares más espectaculares del mundo y comer lo que compraste en el Bonus, que no es precisamente barato, pero comparado con el lacerante precio de otras tiendas y restaurantes, te entra como con lubricante.
Y con ese propósito vienen cada día miríadas de turistas a la playa de Reynisfjara.
La mayoría de ellos vuelven con un increíble recuerdo de su paso por aquí, pero hay otros que no vuelven. No es que no vuelvan porque encontraron el paraíso y se quedaron, si no que mueren tragados por el mar. Así de crudo.
Vamos a por la parte menos amable de este artículo y a la vez, la que podría salvarte la vida.
Mayo del 2007, un bonito y tranquilo día soleado, un grupo de turistas pasea por la playa, entre ellos una mujer norteamericana de 75 años. La guía les advierte que no se acerquen a una cueva cercana, mientras lo hace escucha unos gritos. Una ola más alta de lo normal arrastra a su vuelta a la mujer norteamericana hacia el mar. Se lanzan dos hombres a por ella, pero no consiguen alcanzarla, y casi se ahogan ellos también. Su familia ve como desaparece. Era su quinto viaje a Islandia.
Agosto del 2013. Una niña de 4 años pasea con sus padres, la última ola se retira tanto que la pequeña se adentra hacia la línea de agua, la siguiente la arrastra. Sus padres logran salvarla in extremis.
Febrero del 2016, un turista chino se coloca sobre una roca cerca de las columnas de basalto, la roca tiene una altura de 50 cm. Y la línea del mar se sitúa a 550 metros. Llega una ola y se lo lleva.
Enero del 2017. Hace dos semanas una turista alemana camina por la playa junto a su marido y su hijo. El desenlace es el mismo que en los anteriores casos.
Hay muchos otros salvados por los pelos. Se dice que todos los días alguien se pone en apuros.
Foto de Ulrich Pittroff
¿Se deben estas muertes a la necedad de los turistas? En ocasiones, tal vez, pero creo que no del todo, ni en todos los casos, si acaso se debe a un desconocimiento de lo que es una “sneacker wave”.
Una sneacker wave es una ola costera desproporcionalmente grande que a veces puede aparecer después de un “tren de olas” sin previo aviso.
Puede ocurrir un día de apacible calma, no tiene porque haber tormenta y muchas veces no se las ve venir porque su peligro radica en su potencia más que en su altura.
Basta que te derribe por los tobillos para que una fortísima resaca te arrastre impidiéndote volver a la orilla. En Reynisfjara y en otras playas de Islandia son muy comunes. No dejes de ver este vídeo para darte cuenta de lo que hablo.
Las autoridades advierten todo lo posible mediante carteles y a través de los guías de viaje sobre su peligro. Pero son tan imprevisibles y potentes que incluso arrastran a gente que ya conocía su existencia.
En ellos advierten sobre las peligrosas corrientes de la zona, sobre las sneackers waves, recuerdan tener siempre a la vista a los niños y no dar la espalda al océano para hacerse, por ejemplo, un selfie.
Esto, en un sitio como tan espectacular como éste, y sin una sensación clara de peligro, es muy difícil no sucumbir a hacerse uno.
Hay otras muchas cosas que los turistas hacemos en Islandia y que puede ponernos en un grave aprieto. Y no me refiero solamente a querer encontrar un hotel barato o pretender no tener la sensación de que te están atracando a mano armada cuando compras algo en un supermercado.
Bromas aparte, algunas de ellas son obvias, pero nos la jugamos.
En lagunas glaciares como la de Jökulsárlón a la gente le da por saltar a los trozos flotantes de hielo.
No es una buena idea, se hunden, se mueven, se dan la vuelta o se alejan de tierra, uno se puede quedar tieso en escasos minutos.
Meter la mano o bañarse en aguas termales desconocidas o géiseres tampoco es en principio recomendable, parece algo más que obvio pero la gente lo hace.
Los islandeses cuecen huevos en sitios como éste, ¿de verdad quieres meter aquí los tuyos?
También saltan vallas y cuerdas para ponerse en clarísimo peligro de muerte al lado de un precipicio sobre un suelo de musgo resbaladizo, todo por hacerse una foto.
Léase, por ejemplo, al lado de una profunda catarata.
-Cariño, mira cómo hago el imbécil antes de morir.
Porque, en Islandia me he dado cuenta más que en ninguna otra parte que la gente en general ya no llegamos a un lugar y lo disfrutamos. La gente llegamos a un lugar y hacemos fotos.
¡Nos convertimos todos en fotógrafos!, nada de un mínimo tiempo de recogimiento y disfrute frente a una maravilla, lo importante es hacerle una foto; si es con uno mismo con cara de gili y tapándola perfecto, y si además te juegas la vida, más aún.
Nuestra relación con nuestro teléfono móvil es tan estrecha e íntima que ya solo nos falta poder follárnoslo. Tiempo al tiempo.
Otra de las imprudencias que te pueden poner en peligro en Islandia es venir en verano con ropa de verano. Te pilla una bajada de temperaturas o una ventisca y te quedas vuelves a quedar tieso. Casi tan tieso como si sobrevives pero tienes que pagar los costes de tu rescate.
Otra de las estupideces habituales es caminar sobre un glaciar sin el equipamiento adecuado, en zapatillas o botas.
Te garantizo que, como mínimo, y en el mejor de los casos, destrozarás tu coxis golpeando tu bonito culo contra el duro hielo, y como máximo, caerás en una grieta profunda acabando en unas tripas de hielo que te digerirán y tal vez te expulsen, un montón de kilómetros más abajo, de aquí cien años.
Te aseguro que no tendrás buen aspecto cuando salgas en los telediarios del futuro.
Conviene tener claro esta serie de cosas, y otras que seguramente he olvidado o desconozco, para poder volver a casa, he usado el sarcasmo como salvavidas, para no parecer un cura echando un sermón. Espero me comprendas.
Todos sabemos que en ocasiones, volver a casa es duro, pero estaremos de acuerdo en que, no volver, es mucho peor.
Islandia es una isla única, no debemos dejar de admirarla, aunque sus montañas hielen, sus vientos sean capaces de derribarte, su océano tragarte, sus aguas abrasarte y sus precios arruinarte.
Sólo es necesaria un poco de información y, por una vez y sin que sirva de precedente voy a usar esta maldita expresión: sentido común.
-Pero, cariño, ¿tú tienes de eso?
-El mismo que tú, que estás aquí y conmigo.