VIAJE POR SUECIA. IKEA EN VENA
Nelo | December 18, 2018-Suecia es muy sueca- Dice la de los ojos marrones después de una profunda reflexión mientras conduce a buena velocidad por encima de la nieve y el hielo.
Puede parecer una gilipollez, pero no lo es. La sentencia es bastante exacta.
Atravesamos una pequeña ciudad llamada Dorotea, a lo largo de toda su travesía tienen prendidos candiles a ambos lados del asfalto. Es cierto que todo tiene un marcado carácter propio, como si se siguiera a rajatabla una normativa universal de lo sueco, y tal vez sea así.
Pasean ancianos por las calles heladas, llevan un tacataca pero de trineo, no de ruedas. La mayoría de los jóvenes que se ven son inmigrantes de tez oscura.
En el centro y en el norte de Suecia, la gente es amante de los reflectantes y colores fosforitos, y en los frontales de sus coches parece que coleccionen faros halógenos.
No es que sean unos macarras, sino pura adaptación, el invierno sueco es oscuro, los cielos encapotados, las casi eternas noches y la nieve se comen los colores y la luz, que resaltan, como conscientes de su brevedad, en cuanto sale el sol.
-¡Estamos aquí y existimos, existe la posibilidad de un mundo multicolor!- Parecen decir mientras brillan bajo un sol siempre efímero y demasiado cerca del horizonte que obliga al viajero a entornar los ojos.
El sur de Suecia es harina de otro costal.
Pero enseguida vuelven los nubarrones oscuros, y los lagos negros que parecen de aceite al borde de la congelación, y los interminables bosques de árboles negros.
Y los coches viejos a medio desguazar a pie de cada granja roja.
En nuestro viaje de más de 800 kilómetros hacia el norte desde Estocolmo encontramos mucha población diseminada, aparte de las ciudades, los pueblos parecen desparramarse a lo largo y ancho de un territorio grande y poco definido, como recelosos de su espacio. Las casas están aquí y allá, pero pocas veces juntas, ni mucho menos pegadas unas a otras.
En este principio de diciembre en sus ventanas lucen luces de navidad, y si no, al menos, tienen lámparas en los quicios de los marcos de los numerosos ventanales.
¿Por qué? ¿Decoración? ¿Poco miedo a la factura de electricidad?
El resultado me parece espectacular.
La carretera por la que circulamos en nuestro coche alquilado se llama Europavag 45.
La E45 atraviesa Europa entera como si fuera un eje que la divide en dos, desde el sur de Sicilia hasta el norte de Noruega, nosotros la seguimos porque regresamos de pasar unos días en una cabaña ya muy cerca del Círculo Polar Ártico, experiencia que puedes leer en este otro artículo.
Más allá de la naturaleza, donde el invierno sueco es bosque blanco de nieve y respiración entrecortada, la espectacularidad se centra en las casas, sobre todo en sus interiores:
-Suecia es Ikea pero con hielo- Suelta con total desparpajo mi chica, y sigue conduciendo tratando de mantener el coche sobre la nieve.
Y yo la entiendo.
La casa que hemos alquilado para esta noche es barata, muy grande y con mucho estilo. Una decoración exquisita y espacio por todas partes. Todo es claro como un suave amanecer, todo es armonioso. Si oliera a algo olería a nube.
Y por lo que parece, en el campo, casi todas las casas suecas son así: exquisitez, belleza y armonía. No me extraña que Suecia venda interiorismo al mundo entero.
Podría pensarse que son así por un clima exterior duro y frío, donde el sol brilla por su ausencia la mayor parte del año o al menos por su parquedad. Pero siguiendo esa regla de tres todas las casas del planeta que estén a la misma latitud o bajo las mismas condiciones meteorológicas serían así, y no lo son, es algo especifico de Suecia, o si se prefiere de Escandinavia.
Los suecos se vanaglorian de trabajar duro para conseguirlas. En cambio se habla de jornadas laborales de seis horas diarias, aunque nuestros anfitriones no son un ejemplo, salen a las 8 de la mañana de trabajar y vuelven a las 8 de la tarde. Yo, en España, cuando trabajo, salgo a las 7 de la mañana y llego a las 10 de la noche a casa, pero me tiro la mitad del tiempo almorzando, fumando, mirando el móvil o sacándome pelotillas de la nariz, y si se descuidan me pego hasta una siesta.
En cualquier caso a un español le pueden parecer pocas horas, pero no solo eso, sino que además reciben su premio en forma de un buen sueldo, aunque paguen muchos impuestos, impuestos que sirven a un estado que realmente es del bienestar. No como a nosotros que nos venden esa moto en un país corrupto por naturaleza, marrullero por pura idiosincrasia, que avanza de bronca en bronca y a duras penas.
Por otra parte existe toda una filosofía de vida en un concepto sueco llamado Lagom, totalmente en boga.
Lagom significa “ni mucho, ni poco, la medida justa”.
Este dicho en Suecia es aplicable a cualquier terreno vital, ya sea arquitectura, cocina, política, economía, sexo, etc. Lo que sea pero con equilibrio, equidad, moderación, sostenibilidad, el justo medio entre los extremos, sin pecar por exceso ni por defecto, buscando reducir nuestro impacto medioambiental y tratando de mejorar la armonía entre el trabajo y la vida privada.
Este arte de aportar concordia a todos los aspectos de la vida, al menos aplicado a la arquitectura y diseño, produce unos resultados muy visibles y más que agradables.
Por ejemplo si queremos seguir el concepto Lagom en nuestra casa seguiríamos estas pautas: elimina lo superfluo, aprovecha el espacio, usa plantas naturales y colores neutros, utiliza luces responsables, aprovecha la luz natural, el uso de materiales nobles o reciclados, pon atención al orden y sostenibilidad, sé minimalista y responsable, crea el suficiente espacio para reunirte con amigos y familia, y el suficiente espacio para tu propia diversión y lectura, y por supuesto reciclaje total de todos los desperdicios.
De hecho, respecto al reciclaje, Suecia hace muy bien los deberes, se supone que recicla el 99% de sus desechos, y que tiene una industria recicladora tan importante que importa toneladas de basura a países como Noruega.
Todas estas cosas entre otras muchas sitúan a Suecia entre los países con mayor índice de felicidad del mundo, y sí, de acuerdo, los suecos viven bien, es indiscutible, pero ¿son felices? Eso es otro tema. ¿Quién hará este tipo de estudios y cómo?¿Cómo se mide la felicidad?
La de los ojos marrones dice que sí que son felices, pero yo lo dudo.
Hoy nos alojamos, como ya he dicho, en una casa de ensueño. Una casa de campo típica sueca construida en 1880, los propietarios, una pareja de película, sonrisa profidén, joven, rubia, alta y guapa (ambos), viven en una casa similar aquí al lado, en la misma parcela de tierra. Son novios.
Nuestro coche de alquiler, el más barato que había, parece un garbanzo, apenas una cagarruta al lado de su Super-Audi modelo “Tengopastaymucha” y del Mini de ella, largo y edición “especial Tía Buena”.
El efecto entre nuestros coches es el mismo que si nosotros nos ponemos al lado de ellos. Nos sacan una cabeza, somos pues bastante más bajitos, más narizudos, y ni rubios, ni nada. Tan solo quizá, más expresivos, gritones y exagerados.
Pero, ¿son más felices por ser como son? Sigo dudando, porque creo que la felicidad es como el viento, a veces te golpea, a veces no.
Por ejemplo, voy a desayunar. Hacerlo en una inacabable cocina clara y luminosa, amplia y ordenada ayuda a empezar bien el día.
Pero he desayunado en cocinas mínimas, llenas de humo y gente, con hornos de barro y leña, con paredes de adobe. Y también he sido feliz. Mucho.
Es la cuestión eterna: ¿Cuál es el mínimo exigible? Ya sabéis lo que se dice siempre: sanidad, educación, paz, etc. Bla, bla, bla.
¿Estamos seguros? ¿Es más infeliz un etíope que un sueco? ¿Seguro?
Podríamos creer que tendría que seguir desayunando en cocinas de toda índole para conseguir respuestas.
Pero no soy un iluso, eso no pasará, ya he desayunado en suficientes cocinas para saber que eso no ocurrirá y que la ecuación está mal planteada: tendré que seguir desayunando en cocinas de todo tipo para seguir haciéndome preguntas.
Las respuestas no existen y si existen pueden estar equivocadas, con las preguntas aciertas siempre. Algo es algo.
Hagámonos preguntas pues:
-¿Los suecos deben gozar de su intimidad alegremente por sus casas maravillosas?
No creerías que iba a terminar el artículo sin tocar el tema.
Las luces siempre encendidas, las múltiples y enormes ventanas demuestran el tipo de vida que llevan. Dicen que las ventanas son tan grandes porque nunca nadie se asomará por ellas a cotillear lo que se cuece dentro, pero aún así sigo dudando. Desde fuera no me atrevo a decir que su vida sea del todo ideal, ni tan siquiera divertida.
Como no duermo me levanto muchas veces por la noche, yo sí que miro a ver si veo algo a través de esas ventanas, no me importaría ver ese pedazo de rubia desnuda en algún desliz, o incluso en situaciones bastantes más comprometidas. Entiendo perfectamente cómo se sentía Alfredo Landa en las películas de los años 70.
Pero nada empaña los cristales, ni música, ni gritos, ni risas, ni ropa desparramada por el pasillo siguiendo el rastro hacia el dormitorio, ni almohadas estrujadas y mordidas, ni nadie colgado de la lámpara antes de romperla para hacer el salto del tigre.
-¡Ven aquí y dame lo que merezco, Erik!
-Ya voy Ingrid mía, prepárate que voy a ponerte mirando a Gotemburgo…Mmmmm ¿Te gusta?
-¡Oh sí, estoy en el Valhalla…oh Odín, oh Odín!
-Pero…¿y el concepto Lagom?
-Olvídate del Lagom ahora y dale, carajooooo…
Pero nada, todo permanece tranquilo, ambientado, perfecto. Y aburrido.
Me vuelvo a la cama.
En ella, durmiendo con la boca abierta y como Dios la trajo al mundo, todo el calor, la esencia y la tersura y suavidad del Mediterráneo.
Le sientan muy bien los dormitorios suecos. Su blancura combina a la perfección con los colores neutros, sus proporciones son una muestra ideal del concepto Lagom.
No preguntaré, porque sé que no hace falta. Conozco la respuesta.