MOCHILEANDO EN PELOTAS, PLAYAS SOLITARIAS DE ESPAÑA
Nelo | September 23, 2015Quizá, los viajes nos hayan hecho querer conectar de una manera natural y profunda con el planeta, con la naturaleza, con nuestro entorno, deseando sentirlo por todos los poros de nuestra piel. O simplemente nos apetezca vivir durante unos días desnudos, tomando el sol, saltando olas, sintiendo el aire fresco sobre la piel ¿Os gustaría plantar vuestra tienda de campaña -o carpa- y pasar un tiempo sin tener que preocuparos por la ropa?
¿Vivir día y noche como nos trajeron al mundo? En este post no vamos a entrar en cuestiones morales sobre el naturismo sino contaros nuestra experiencia, en el paraíso mundial donde poder estar desnudo en la playa: España.
Yo particularmente desaconsejo practicarlo en cualquier parte del mundo donde no esté permitido, creo que todos sabemos como viajeros que tiene que prevalecer un respeto total hacia la cultura del país donde estemos.
Incluso en España, seamos serios, no es posible despelotarse en todas las playas, al menos no totalmente, ya que aunque la parte de arriba en el caso de las mujeres es posible quitársela, el desnudo integral tiene que ser donde se permita, o al menos, se tolere. Hay más países donde existen playas nudistas, pero no es lo mismo, en Holanda o Francia nos cagaremos de frío, en otras partes solo son guetos, reductos aislados.
Además, no sirve cualquier playa aunque sea nudista, ya que lo que buscamos NO es esto:
Sino esto:
¿Me equivoco?
En nuestro caso, no se trata de pasar la mañana en una playa desnudos, sino unos días. Lo curioso de todo esto es que lo que está prohibido en España es acampar, no desnudarse.
Así que para encontrar nuestra playa soñada debemos andar, en ocasiones a través de montañas, hasta las desiertas, buscando el rincón ideal apara acampar. Las condiciones de viento y sol de la costa hacen que los mejores lugares sean cuevas y oquedades, en ellas tendremos sombra y nos refugiaremos de los poderosos soplidos de Eolo.
Buscamos calas solitarias para tener cierta intimidad, además la de los ojos marrones (mi compañera de viaje para los no iniciados en este blog) es nueva en estas cosas, va a ser su primera vez, y ya que se va a despelotar, no quiere hacerlo en una playa con más gente que en la Gran Vía en hora punta. Pero las costas españolas están muy pobladas y urbanizadas, así que toca andar cargados con todo a través de barrancos y montañas hasta nuestro soñado paraíso, a donde llega colorada como un tomate por el calor, imagino, pero sin una queja, y eso que va en chanclas por unas montañas que son pura piedra y precipicio. Tendremos suerte en las playas elegidas, por el día las compartiremos con unas cuantas personas, pero al amanecer, al atardecer y por las noches, serán para nosotros solos.
Vivir unos días desnudo en una cueva junto al mar es sentirse Robinson Crusoe, es volver a los albores de los tiempos, transciende el plano físico, olvidándonos en poco tiempo de todo lo superfluo, soñando ser trogloditas, adaptándonos al ritmo del sol y de las olas. La languidez se apodera de muchos momentos del día, el “dolce far niente” alcanza aquí su máxima expresión, la sensación de libertad es máxima hagamos lo que hagamos, y todo por quitarnos ese pequeño trozo de tela.
En nuestro caso estas playas las encontramos gracias una amiga, pero también podemos usar Google Earth. Esta herramienta de “pornografía geográfica mundial” nos puede servir para encontrar playas recónditas donde pasar en ellas unos días, aunque también podemos recurrir a lo de toda la vida: preguntar a los lugareños, que no todo van a ser nuevas tecnologías, los humanos también saben comunicarse entre si hablando.
El primer día en la playa lo pasamos bien, la de los ojos marrones, al principio, algo pudorosa. Me parece que para una mujer es más difícil desnudarse delante de otras personas, aunque sean pocas y estén lejos. La educación sexista pesa mucho aunque no queramos, y mientras para el hombre es algo así como exponer sus atributos al mundo, para la mujer, en cambio, es mostrar sus intimidades. Por suerte esta sensación durará poco y se acostumbrará enseguida.
Como no queremos tener problemas con la ley, montamos y desmontamos la tienda (la carpa) al atardecer y amanecer permaneciendo plegada el resto del día. Además no hubiéramos sabido dónde meternos la multa.
La acampada libre, el montar la tienda donde uno quiera, está prohibido. Destrozar la costa a base de contaminación, hormigón y cemento, no lo está, eso está patrocinado y lo llaman progreso y crecimiento.
Llaman crecimiento a la destrucción del planeta. Estando en manos de semejantes sinvergüenzas, ¿cómo no vamos a huir a playas desiertas?
La mayoría de las playas aisladas no disponen de agua dulce de ningún tipo y el consumo para alguien que permanece día y noche en la costa es alto, por el calor, por el sol, por la deshidratación, por muchos litros que llevemos se acabarán pronto.
Esto es algo que nos ocurre ya al final del primer día
Y por eso, cada atardecer, la de los ojos marrones planea como una gaviota sobre la playa buscando gente que vuelve hacia sus casas. A la mayoría de ellos les va a sobrar agua y ninguno va a querer regresar cargado. La de los ojos marrones se planta delante de ellos con su mejor sonrisa y sus encantos naturales, y explica que queremos dormir allí ese día, pidiendo el agua que les sobra.
Nunca nadie nos negó el agua, yo tampoco hubiera sabido decirle que no. Así es posible sobrevivir los días que queramos.
No por ello dejamos de tener otros problemas. Mirad, da igual lo moreno o morena que estés, hay partes de tu cuerpo que no están acostumbradas al sol y se van a quemar en un par de días. Esto es seguro, y es algo extremadamente delicado, puedes pasarte una semana sin poder sentarte, entre algunas cosas más que no puedo citar directamente pero tienen que ver con dolorosos roces cuando te vuelves a poner la ropa…os aseguro que es un penosa experiencia…y es que yo no soy muy de cremas.
Las ofrendas, solidaridad entre viajeros.
Una mañana no teníamos agua para ese día, en una de las cuevas de la playa encontramos una botella de agua llena y unos botes con comida, el agua nos vino muy bien, sabíamos que estaba abandonado, o más bien, dejado allí para el próximo que fuera.
En otra ocasión estoy en otra cueva y en la pared veo algo extraño incrustado, era librito de papel y un chivato de plástico con una chinita para fumar dentro. Alguien lo dejó allí para el siguiente que viniera, y nosotros hicimos lo mismo, nos lo fumamos a su salud y dejamos a su vez un poquito de lo mío para el siguiente que viniera, y tal vez el que lo puso allí también lo encontró de la misma manera, e hizo lo mismo.
Me gusta imaginarme una cadena de mochileros, desconocidos entre sí, que van dejando este detalle de los unos para los otros. Como una pipa de la paz. Me parece bonito, me da buen rollo, buena onda, buena vibra. Me resulta incluso enternecedor.
El karma.
¿Qué se nos pide a cambio de tanta felicidad, de disfrutar de este paraíso, de hacer la playa nuestro hogar?
No demasiado, se nos pide que dejemos el lugar más limpio que cuando lo encontramos, que no pisemos en cualquier parte, los cordones de dunas son un ecosistema muy delicado, por lo que hay que pisar siempre sobre los senderos o caminos.
Se nos pide también que no encendamos fuego, bajo ninguna circunstancia. En España está totalmente prohibido y nos puede caer encima penas muy severas.
En resumidas cuentas se nos pide respeto, no mucho más.
¿Qué se nos ofrece a cambio?
Poder explorar acantilados y fondos marinos, pasear por playas de ensueño, nadar en aguas cristalinas, bucear entre peces de mil colores, comer lo que llevemos, beber lo que podamos, fumar lo que queramos, y tomar el sol, y todo lo que se nos ocurra hacer, una y otra vez, y en bolas, que es mucho mejor.
Dormir cuando apetezca, hablar durante horas sin prisas, mecerse en el mar, dejar que el viento te seque la piel.
Comulgar con el planeta en pelota picada es casi un sacramento.
Por no hablar de lo inconfesable, si se tiene la suerte de ir en pareja, ahí ya entramos en otra dimensión, otro mundo. Cuando a última hora de la tarde la playa queda desierta, y faltan muchas horas hasta que vuelvan otros bañistas al día siguiente. Y atardece, y el viento se calma, y hasta las olas parecen tranquilizarse, y gotas de agua se escapan de un pelo rebelde, cayendo por la espalda, escurriéndose por una rabadilla gloriosa, iluminada por la luz, expuesta sin pudor. Piel de gallina. Y sabes que tienes todo el tiempo del mundo, arriba el cielo se vuelve naranja, debajo de ti arena cálida, alrededor montañas y mar. Unos ojos marrones me incitan impacientes. Alargo mi mano en busca de la gotita de agua oculta. Trago saliva.
No es imposible salir de allí afónica.