SUR DE CHINA. TREN BALA DE CANTÓN A YANGSHUO.
Nelo | June 6, 2018En Cantón (Guangzhou) subo entusiasmado al tren bala que se dirige a Guilin. Llevo toda la energía de las marabuntas de la estación Sur, estos últimos años la de los ojos marrones me enseñó a reconciliarme y sentir la energía de las grandes ciudades y de los lugares llenos de gente, cuando antes eran cosas que repudiaba en pos de silencio de las montañas y desiertos.
-Cariño, no hay nada como un buen páramo pelado y barrido por el polvo y el viento.
-Pues a mí me gustan las calles llenas de personas y movimiento.
Los dos teníamos razón.
Estación de tren, Sur de Cantón. Ahora me gusta lo artificial también, me siento como dentro del futuro.
Aún así China rompe nuestros esquemas en multitudes urbanas y en dimensiones tanto en estaciones, autopistas o casi cualquier otro tipo de obra pública.
El paisaje de la salida de la ciudad es poco atractivo, gris ceniza y cielos de hormigón.
El color nacional de China, al menos en invierno, es sin duda el gris, cualquier tipo de gris acromático.
En esa manía de querer compararlo todo, a Cantón la apodan Los Angeles de China. Para mí un menosprecio para Cantón, con su historia milenaria incomparable con la de la ciudad norteamericana.
Cantón, ahora llamada Guangzhou.
Tiene unos 12 millones de habitantes en su área metropolitana y suele gozar de un clima templado en invierno. Hasta ahí veo sus semejanzas.
Pese a sus magnitudes y alta demografía movernos nos resulta fácil y todo nos sale a la primera: el preguntar las opciones para ir a Yangshuo, la compra de los billetes de metro y tren, el restaurante al que fuimos a comer –escribí en el teléfono la cantidad que quería gastar y acabamos hartos por menos de tres euros los dos-, la gente amable y colaborativa, los carteles todos también en inglés, centros de información en los sitios claves etc.
En China se come bien y barato, sobretodo si vienes de Hong Kong.
No lo esperábamos porque casi todo lo que habíamos leído nos había acojonado, que si China es difícil, que si no entiendes ni te entienden, que si son muy fríos. Para nada, ¿en qué China habrán estado? Pero me freno, no culpo a estos viajeros, de verdad pienso que los países tienen mil caras, un territorio extenso conlleva una complejidad intrínseca y natural, ya que no podría ser de otra manera, como un poliedro casi infinito. El lado que se nos mostrará dependerá de nuestra suerte y de nuestra actitud.
Si el inglés brillase por su ausencia, tampoco es demasiado complicado, en nuestro billete pone el número de tren, que coincidirá con alguno de los números de la izquierda. La hora del panel está claro que es cuando pasa por esa estación, y el resto a la derecha se trata de los andenes por los que acceder al tren.
No hace falta ni saber chino, ni que lo escriban en inglés.
Los de la fila de asientos de al lado pelan una naranja, se la comen y se ponen la piel en la nariz. Así se quedan durante las dos próximas horas. Llevan sus cosas en cubos de plástico en vez de en maletas o bolsas de viaje.
-Cari, ahí hay una señora con una piel de mandarina en la nariz.
-Igual tenemos que cambiar de desodorante…
Los de la fila de atrás juegan a las cartas. Cartas con caracteres chinos.
El paisaje es el de un atardecer casi incoloro, todo es gris, las vías, las estructuras ferroviarias, el cielo, las casas, las fábricas, parece como si la bruma hubiera chupado cualquier diferencia cromática.
Cruzamos por encima del Río Perla, el tercero más largo de China después del Yangsé y el Río Amarillo. Desemboca entre Macao y Hong Kong, y dicen que el tramo que hay entre Cantón y su delta es de los más contaminados del mundo.
Rascacielos y edificios a medio hacer, el dragón sigue creciendo. En algunos aspectos se ha situado como primera potencia económica mundial, y ya hay quien dice que tendremos que aprender a contar en yuanes, porque se convertirá en la nueva gran divisa internacional.
Apenas distingo las casas habitadas de las que están a medio hacer, no sé si todo es muy nuevo o muy viejo, o ambas cosas, a veces edificios que están en obras me demuestran lo contrario cuando dejan ver ropa colgada.
Escribo en mi cuaderno de notas la frase más sensata y verdadera desde que llegué: No tengo ni idea de China.
La ignorancia no es algo de lo que enorgullecerse, pero por alguna razón me siento bien en mi condición de idiota, es la mar de despreocupado, no existe la ventaja del conocimiento pero sí la alegría del ignorante, ese estado embriagador y casi etéreo que alcanza el bobo.
La ignorancia es emocionante porque todo te resulta más nuevo y sorprendente.
El tren-bala con destino final Lizhou, atraviesa estaciones de nombres como Shansuisan, Guangning, Hezhou, Zongshanxi o Gangcheng.
“Una falsa ilusión del viajero es que se encamina a lo desconocido. El mejor viaje es un salto en el vacío. Si al otro lado hubiera un destino familiar y agradable, ¿qué sentido tendría ir hasta allí?”
Paul Theroux. El safari de la estrella negra.
En la estación hemos podido comprar los billetes en menos de dos minutos, tan solo llevábamos el nombre de nuestro destino escrito en chino, decidimos escribirlo porque, a nuestra llegada de Hong Kong, un error de pronunciación en un mostrador de información de la estación Este casi nos envía a otro destino distante veintisiete horas, apenas por una pequeña diferencia sonora a la hora de pronunciar la “u”.
Enseñando el papel en ventanilla nos despacha los billetes en un par de minutos. Recuerdo las largas horas, casi días enteros, que tardábamos en comprarlos en cualquier estación de India, donde hubiese sido más fácil opositar a la plaza de fiscal del estado y aprobar que conseguir unos billetes de tren. En ocasiones todo ese esfuerzo no daba resultado alguno.
Lejos queda el sistema ferroviario indio, tan lejos como queda la China de los años 80 descrita por Paul Theroux en su excelente libro En el gallo de hierro, viajes en tren por China:
“Es la última fábrica del mundo que aún produce locomotoras de vapor. (…) Todo se hace a mano, sobre la base de martillear el hierro, desde las inmensas calderas hasta los pequeños silbatos de bronce. (…) La fábrica de Datong parecía una inmensa herrería, el tipo de fábrica ruidosa, sucia y peligrosa que existía en Estados Unidos en los años veinte. Es indestructible porque nada está automatizado: si hoy cayera una bomba, mañana volvería a estar en funcionamiento”
Las cosas han cambiado bastante desde entonces.
La estación de tren de Yangshuo está muy lejos de la ciudad, pero hay autobuses que te acercan a ella a la llegada de cada tren. Nos subimos a uno y nos engulle la oscura noche china.
En la China rural, alejada de las grandes ciudades, y debido principalmente a una falta general de alumbrado público, la noche china es tan negra como grises son sus días en este brumoso enero.