UNOS DIAS EN UNA CABAÑA EN EL SALVAJE NORTE
Nelo | December 13, 2018Västerbotten, Laponia sueca, en algún lugar cerca de Storuman, a menos de 100 kms. del Círculo Polar Ártico, principios de diciembre 2018.
Queríamos pasar unos días en una cabaña de pescadores en pleno invierno por el Circulo Polar Ártico, lo intentamos en el norte de Rusia, en la península de Kola, en la poco conocida Laponia rusa, pero nadie se atrevió a alquilárnosla alegando falta de seguridad mientras miraban a la de los ojos marrones y nos hablaban de la inclinación hacia la más burda y ruda ebriedad de algunos pescadores. Así que esta vez, pusimos rumbo al norte de Suecia, un país más tranquilo y donde no faltan cabañas junto a lagos congelados.
La elegida.
Seguimos, sin pretender profundizar por falta de tiempo y no de voluntad, el mito de la vida natural en lo profundo de los bosques tan nombrado por el famoso Thoreau, y más recientemente por tipos como Silvain Tesson. Ambos se sumergieron en cabañas como a la que vamos pero durante largo tiempo.
Para los no iniciados, sus dos libros sobre la materia: Walden de Thoreau, una narración sobre los dos años, dos meses y dos días que vivió en una cabaña construida por él mismo y La vida simple de Tesson, seis meses a una cabaña junto al lago Baikal en Siberia.
Nosotros apenas estaremos unos días. Conscientes de tener poco tiempo nos conformamos con apenas rozar la sensación, apenas sentir lo que debe ser pasar una larga temporada aquí, influido también por programas de televisión muy de moda en los últimos tiempos que hablan sobre familias solitarias aisladas en territorios de Alaska, y a los que estoy completamente enganchado.
Suecia y toda Escandinavia, con culturas de marcado individualismo, tienen una ley, la Allemansratten, que garantiza el derecho de paso y de acampada en cualquier terreno, incluso en los privados. Va adjunta a un código ético sobre uso de la naturaleza que todo el mundo respeta.
Pero sobre todo perseguimos, como tantas otras veces, un sueño pueril. La fantasía de la cabaña.
Una buena infancia contó con una cabaña propia aunque fuese en el descampado de la esquina o de la imaginación. Territorio prohibido a los adultos. Mientras los niños norteamericanos se hacían fantásticas cabañas en los árboles de sus jardines, nosotros usábamos los deshechos de las obras, tales como plásticos y palets, que junto a unos cuantos bloques de hormigón tomados prestados, conseguían aislarnos en universos propios.
Estaba el mundo, y la cabaña.
”Diríase que poseo mi propio sol, mi luna y mis estrellas; un pequeño mundo para mí solo”
Thoreau
Y quién de mayor, no ha fantaseado en solitario o con su pareja, o con su no pareja, en un fuego, una cabaña de madera y tres metros de nieve que corten el único camino.
Llegamos el fin de semana que se congelaban los lagos. Los vimos helarse, poco a poco, frente a nuestros ojos.
Ahora junto a la de los ojos marrones, busco algo diferente, algo fuerte, que corte la respiración, que deje un poso memorable.
Aunque sólo lo sean en invierno, los desiertos blancos del norte no tienen nada que envidiar a otros desiertos del planeta. Son tan intensos como cualquier otro, tan extremos que te colocan en tu sitio, tan impactantes que son capaces de alterar el pulso con solo estar ahí, lo suficientemente desoladores como para hacerte sentir vivo, y tan trascendentes que reconfortan.
“El efecto de la nieve es admirable, sobre todo durante los días sin sol, cuando el azul del cielo está enteramente velado por las nubes y hasta adquiere un tono obscuro por su contraste con la superficie de la tierra, cubierta de resplandeciente blancura”
Elisée Reclus.
El lago.
La cabaña, la quietud del invierno, el silencio sordo y absoluto, las esperanzadoras, en contraste con las oscuras noches, mañanas blancas; solo el arrullo de unos pájaros allá a lo lejos, en alguna isla de árboles en medio del vasto lago congelado. Son negros y siempre los veo volar en la misma dirección.
Al principio, uno pisa encima del lago helado con cierto miedo, el cerebro no acepta que el hielo pueda sostener nuestro peso y las consecuencias de caer al agua son aterradoras, pero de vez en cuando tiramos por delante una piedra bien gorda contra la superficie lisa y brillante. Rebota como si fuera de goma. No hay manera de romperlo y ya nos relajamos y caminamos siempre por encima de él.
A veces el hielo no está cubierto de nieve y es transparente. A través se ve el fondo del lago de aguas prístinas. Resulta casi irreal poder verlo de pie, ahí plantado, la sensación es casi de ingravidez, obrándose el milagro de caminar sobre las aguas.
“Un lago es uno de los rasgos más bellos y expresivos de un paisaje. Es el ojo de la tierra; y mirándose en él descubre el observador la profundidad de su verdadera naturaleza”
Thoreau.
A lo lejos se ve la cabaña. Es nuestro oasis de supervivencia en esta planicie blanca salpicada de árboles negros, carente de color.
Lo primero que uno hace al llegar es descalzarse y encender las velas. La acompañan dos pequeñas construcciones más. La sauna, que merece por si sola un capítulo aparte, y la letrina, más limpia, cómoda e inodora de lo que cabría suponer. Un asiento hecho de una especie de corcho, un milagro siempre caliente al tacto incluso a muchos grados bajo cero que hace que sentarse no suponga un incómodo y gélido sufrimiento, y es aséptica gracias al serrín y a las frigoríficas temperaturas.
La sauna da directa al lago, en él había un agujero hecho en el hielo para sumergirse en el agua helada. También se había congelado, intentamos romper el hielo pero no pudimos, menos mal.
¿Os imagináis lo que debe ser saltar de la sauna al lago una noche de aurora boreal?
Interior de la sauna y vistas.
Pero el elemento principal de la cabaña no son sus intestinos, sino su corazón, la estufa de leña. Si no late, no hay vida. Por las noches veo su resplandor rojo desde la litera y me recuerda al corazón de E.T el extraterrestre.
La estufa no es sólo la diferencia entre la vida y la muerte, sino que sirve también de cocina, y siempre tiene un cacharro de metal con agua caliente. Con ella nos lavamos, tomamos té y café y cocinamos cosas como pasta o sopas de sobre. También se pude poner una sartén encima.
Tenemos dos bidones llenos de agua, siempre dentro porque fueran se congelarían. Una pila donde fregar los cacharros, alrededor de ella utensilios de cocina. Una mesa, cuatro sillas y cuatro literas. Algunas ramas retorcidas en las paredes hacen de perchas perfectas.
¡Sencillez, sencillez, sencillez! Digo, que vuestros asuntos sean dos o tres en vez de un centenar o un millar; en lugar de un millón contad hasta media docena, básteos la uña del pulgar para llevar las cuentas.
Thoreau
No queda mucho más que contar de un día en una cabaña en la nieve, excepto intimidades capaces de derretirla, paseos sobre el hielo, el transcurrir del corto día y la sauna y las largas conversaciones en las largas noches.
Esta cabaña está más que preparada para las eternas noches de invierno, porque a pesar de la temperatura exterior, bajo cero siempre, es posible estar en pelotas o con un salto de cama inverosímil por lo escuálido para estas latitudes tan septentrionales, mientras se ve caer la nieve.
-Pero nena, ¿cómo se te ocurre?
-Hace calor aquí.
-Desde luego que lo hace, sobre todo ahora…
La estufa de leña no solo te asegura la supervivencia sino que te despelota.
-Ponte ahí y que parezca natural…
-¿Así?
-¿…?- ¡Glup!- No, bueno…sí.
-No se te ocurrirá ponerla en el blog.
-Claro que no, cari.
El carácter de los suecos te garantiza una total privacidad. No importa que las casas suecas estén repletas de ventanas, que no haya cortinas y que estén bien iluminadas, los suecos jamás mirarán dentro, y no es solamente que se trate de la única cabaña del lago, buscada a conciencia completamente aislada, es que mientras en otras latitudes todos estarían pendientes de lo que hacemos, aquí nadie te dirá esta boca es mía si no es bajo demanda específica.
Vistas desde la ventana del camino de entrada, bajo cero no hay curiosos.
De hecho la dueña de esta cabaña nos dijo antes de marcharse rápidamente y señalando el hielo mientras nevaba, que podíamos ir desnudos por ahí. Creía que bromeaba. La de los ojos marrones se lo tomó en serio y al pie de la letra. También lo de que se puede gritar todo lo que se quiera. No te oirá nadie.
Cambiemos de tema. por la noche, la luz del candil es la única luz artificial en todo el gran lago. Eso es algo más romántico, voy bien pues, es que si no, se me va el dedo a la tecla, y me escoro, y me escoro y no puede ser, pero sí, son ideales para escapadas amatorias.
Qué encuadre más perfecto para un cuerpo desnudo que la naturaleza, me da lo mismo playa, lago, montaña o hamada. Nada más excitante que un horizonte congelado, sobre todo desde un refugio caliente y panorámico.
Este tipo de cabañas también se alquilan para largas estancias. Vivir más allá de lo que lo hemos hecho nosotros, tan solo unos pocos días, en una cabaña sin luz ni agua corriente, no deja de ser un corte de mangas al sistema.
A menos que construyas o hagas construir tu propia cabaña, como hice hace años en el sur de Marruecos, historia que puedes leer pinchando aquí, sigues pagando por un alquiler y tienes que seguir comprando en un lejano pueblo, no vas a empezar a matar o pescar todo lo que se mueva, pero ya simplificaste y te quitaste algunos yugos de encima, algo es algo, que la cosa está muy mala y muy complicada. Aquí no llega el sonido del despertador, tienes que conservar la batería del móvil para una emergencia, y la televisión, ausente, no es nutritiva.
Por eso la experiencia puede que no sea para todo el mundo. Muchas horas de oscuridad, la introspección a veces no es agradable porque a veces duele, a veces aburre, a veces asquea.
Cómo te puede sentar por dentro una larga experiencia de este tipo es algo que no se sabe hasta que no lo haces, pero si te interesan los aspectos más prácticos sobre cómo hacerlo de una manera fácil puedes pinchar en este otro artículo.
En todo caso, y apto para todos los públicos, seas quien seas, un simple paseo en este mundo puro, natural y monocromático ya hace que valga la pena el venir hasta aquí.
A este mundo hecho por un daltónico.