UN GRAMO DE INDIA, DARJEELING
Nelo | December 23, 2017Si pudiera concentrarse toda la esencia de la India en un solo gramo, podría metérmelo en vena estando lejos de ella, pero de momento, hasta que alguien logre sintetizar esta fantástica droga, sólo me quedan mis recuerdos y la escritura. Y las fotos. Y unos ojos marrones que vieron lo mismo que yo pero de diferente manera. Porque India, al igual que pasa con Murcia o Albacete, hay tantas como ojos que la miran.
Así que hasta que pueda esnifarla de una sola vez y con sus restos hacer un cigarrillo, dejad que al menos cierre los ojos, me encienda un bidi mientras me preparo un té con leche y cardamomo antes de darle caña a este teclado.
Vayamos hoy hasta el norte, muy cerca de la frontera con Nepal.
Darjeeling es una ciudad de la India en las montañas. Está construida a una altitud media de más de 2000 metros, suficiente para poder escapar de los radicales calores de la llanura del Ganges, de los arrozales de Bengala Occidental y de Calcuta, un auténtico infierno sobre la tierra durante unos meses al año, climatológicamente hablando.
Que nadie piense en una ciudad en el fondo de un valle entre montañas, el Himalaya es tan joven y abrupto que los fondos de los valles suelen ser estrechos, encajonados y estar muy al fondo, allí donde no alcanza la vista, Darjeeling es una ciudad desparramada por las laderas de las sierras de los montes Shivalik, en lo que parece un milagroso equilibrio y un desorden total, las casas se pegan a laderas inclinadas logrando tener la planta baja en una calle y las azoteas en otra, mucho más arriba.
Sus colores destacan entre el intenso verde esmeralda de las montañas siempre cubiertas de vegetación y bosques.
Nosotros llegamos una bonita tarde de noviembre en moto desde Siliguri, una moto de las de verdad, puro hierro dócil y noble que se sacude bajo tu trasero, embellece la carretera, la montaña, alegra la vida, la existencia, emociona hasta caso otorgar al viaje un placer libidinoso, casi sexual, acelerarla es parecido a encadenar orgasmos continuados a una velocidad que permite ir oliendo la floresta en una casi olvidada ruta (los camiones van por otro lado) que sigue el trazado de vía estrecha de la Darjeeling Himlayan Railway entre bosques y precipicios, campos de té y pequeños pueblos.
Moto que alquilamos en India. Royal Enfield “made like a gun”
Uno sabe cuando está llegando a la ciudad porque el tráfico se enrrabieta, y se hace denso y pesado. El centro de Darjeeling nunca fue diseñado para soportar tal cantidad de automóviles. Imagínese una sola calle principal dedicada al tráfico rodado de una anchura ridícula en la que cientos de vehículos en cada sentido quieran acceder a su centro, tan estrecho como el resto de la calle, con el gravamen de que a los indios, por alguna razón que desconozco, les encanta cambiar de sentido en el peor momento y en el peor lugar, formando unos atascos tan considerables como estúpidos. Y en medio de este desmadre organizado sólo falta el tren, de vapor, para darle aún más sabor a la escena.
Pero eso pasa sólo en el centro, el resto de la ciudad, siempre arriba o abajo en este mundo vertical, es bastante más tranquilo. Si uno busca un poco encuentra hasta parques hermosos donde contemplar las vistas de una de las montañas más altas del mundo mientras sus calles se pueblan de escolares impolutamente vestidos, con corbata ellos y de largas trenzas de color azabache ellas.
De hecho esta ciudad creció gracias a, además de las plantaciones de su té hoy mundialmente famoso, a las buenas escuelas para británicos que empezaron a instalar misioneros escoceses. Hoy en día las escuelas de Darjeeling siguen trayendo gente de toda esta parte de la India.
Los habitantes de Darjeeling de habla nepalí se llaman gorkhas y son separatistas. Ellos no quieren independizarse de la India sino de Bengala Occidental, provincia a la que pertenecen y a la que consideran que les quita mucho más de lo que les da.
De vez en cuando se forman huelgas y revueltas que pueden durar varios meses. Si esto ocurre en verano, como en el último año, en una serie de disturbios que duraron de junio a septiembre provocando al menos 11 muertos, puede llegar a perderse la cosecha de su delicioso té, y Gran Bretaña entera se pone a temblar, no porque les importe lo que a los habitantes de Darjeeling les pueda ocurrir, sino porque se quedan sin uno de sus té más preciados. La ciudad se vacía de turistas, sus centenares de hoteles cierran y sus calles se llenan de coches y edificios gubernamentales en llamas.
“La madera a la hoguera”, parecen pensar de vez en cuando los de Darjeeling… aunque a mí me gusta más el “Menos porras y más porros”.
Si a los Sikhs se les conoce por ser excelentes conductores o pilotos, los Gorkha son reputados soldados de fama mundial. Forman y han formado parte de las tropas de élite británicas.
También del ejército indio e incluso del norteamericano, del ejército de Malasia, la policía de Singapur o en la seguridad privada de Hong Kong. Son famosos por su resistencia, autocontrol y coraje. No siempre han estado bien reconocidos por los países a los que han servido, veteranos y viudas son olvidados por la administración británica que les niega su entrada en el Reino Unido.
Es famoso el caso de un gorkha que tras la guerra de las Malvinas quiso curarse las secuelas provocadas por la metralla en la espalda, y no se le concedió ni el visado de entrada al país. ¡Menudos hijos de la Gran Bretaña!
Todo ello me lo contaba el dueño de uno de los pocos hostales baratos de la ciudad bajo el riesgo de un desayuno inglés, de ésos en que miras directamente a los ojos al colesterol.
Este hombre también presumía de haber ido más de cincuenta veces al campamento base del Everest llevando senderistas, pero para los que piensen que Darjeeling es un buen punto desde el cual divisarlo a lo lejos, tengo malas noticias. Es imposible de ver desde la ciudad, incluso desde una de sus cimas cercanas más altas llamada Tiger Hill, y creo que se tiene que hacer un trekking por Sandakphu, y tener mucha suerte para conseguirlo.
En cambio, fuera de los meses de verano –monzónico y brumoso- es posible ver el Kachenjunga, no tan conocido como el Everest pero igual de impresionante, de hecho es la tercera montaña más alta del mundo después del Everest y del K2, aunque poco conocida fuera de los ambientes más montañeros debido, yo creo, a su enrevesado nombre. Esta montaña, la más alta de la India alcanza los 8586 metros de altitud y, como todo el Himalaya, sigue subiendo.
Se puede ver desde diferentes partes de la ciudad incluido su centro, allí donde está la estación del Railway Himalaya, con sus humeantes locomotoras de vapor.
Esta impresionante mole ha sido coronada dos veces por nuestro vitoriano Juanito Oiarzabal entre otros, aunque no fue aquí donde perdió la totalidad de sus dedos si no en el k-2. Ríete tú de las penurias que contamos los viajeros en los blogs de viajes…
-“Me tocaron el culo en Delhi” “En mi habitación de Varanasi había una cucaracha” “Los indios me miran mucho” “Me cobraron de más en Pushkar” “Esta calle huele a pipí” “He tenido diarrea dos días y lo he pasado muy mal” “Quiero una hamburguesa”-Son de las quejas más comunes en India.
-“Lo normal sería que yo estuviera muerto”-Declara en cambio sobre sus viajes Juanito Oiarzabal, dejándonos a los demás en evidencia.
Y bastantes muertos sin aparecer es lo que esconde el Kanchenjunga, aunque no lo aparente en su blancura virginal y lejana.
A los turistas en Darjeeling, cada madrugada, una procesión de jeeps los suben hasta la Tiger Hill a ver amanecer desde allí. Turística y hormigonada cumbre, donde alguien tuvo la mala idea de construir unas gradas que además dejó a medio hacer.
En Tiger Hill:
-¿Cómo podríamos cagar la cima de una montaña?
-Plantemos un mamotreto de hormigón
-No es suficiente ¿cómo podríamos cagarla aún más?
-Dejémoslo a medio construir
Si alguien quiere no pegarse el madrugón ni pagar la excursión hasta la masificada colina tiene otros puntos, sin salir de la ciudad de Darjeeling, donde admirar el Kachenjunga, aunque en todo caso deberá levantarse algo temprano antes de que las brumas lo oculten.
Nuestro preferido es el Shrubbery Nightingale Park, es difícil describir la visión de las montañas desde este punto sin caer en tópicos, pero podemos asegurar sin temor a equivocarnos que las cumbres del Himalaya cuentan con una particularidad que a nosotros nos choca bastante, cuanto más te alejas de ellas más grandes parecen. Probad esta ilusión óptica en el mismo parque mientras jovencitas indias en chándal resoplan y hacen deporte matutino frente a estas excelentes vistas. Veréis que cuanto más os alejéis del mirador, el Kanchenjunga parece crecer.
Otro buen mirador del Kanchenjunga en la ciudad es el Observatory Hill, donde con un poco de suerte los bancos estarán ocupados por ancianos en venerable y agradable conversación en conjunción perfecta con la vista de la montaña dando una esperanzadora sensación de perdurabilidad y de tranquilidad.
Viejos y montañas, no todo está perdido y hasta es posible que el mundo no se haya vuelto loco.
Lejos queda el centro de la ciudad donde todo es histriónico y todo da vueltas, perturbado con pitidos estridentes y mugre en las paredes, y pollos pelados y cabezas de corderos, y vendedores gritones, y cuestas imposibles. Escenario de la supervivencia diaria que se vaciará a las 8 de la tarde de cada día. Porque Darjeeling se acuesta pronto, como una jovencita puritana y victoriana, al menos en apariencia.