MARRUECOS, JUDÍOS EN EL ANTIATLAS, IFRANE
Nelo | November 6, 2015En Marruecos hay dos Ifrane, uno en las alturas del Medio Atlas, alpino y montañero, de grandes bosques de cedros y robles centenarios, mansiones de invierno, donde la gente del país entra en contacto con la nieve, y practican deportes como en cualquier otra estación de ski.
Pero hay otro Ifrane, en el sur del Antiatlas, oasis de película en medio de lo árido, llamado oficialmente Ifrane Atlas-Saghir, mucho más desconocido, al margen de cualquier ruta principal moderna, palmeral milenario superviviente a mil sequías, oasis de ensueño y con secretos, y enigmas, y magias, y duendes, de éstos del desierto, que inspiran, traicionan o simplemente se divierten con las personas, cuando se adentran en esta naturaleza indomable.
Ifrane del Anti-atlas no es un lugar cualquiera, tampoco en lo que a su historia se refiere, llegándose a datar una tumba judía encontrada allí del s. V AC.
2500 años de historia, hecho de no poca importancia en estas regiones tan desconocidas en aquella época, y por el que algunos atribuyen el origen de Ifran al establecimiento allí de una de las doce tribus israelitas expulsadas tras la destrucción del templo de Jerusalem.
Pero su importancia histórica no se detiene en este antiguo origen sino que perdura a través de los tiempos en la pluma de casi cualquiera de los diferentes estudiosos y/o viajeros que escribieron sobre estas tierras en diferentes épocas.
Todos los grandes viajeros, que dejaron testimonio escrito, en su camino hacia el sur en los siglos pasados, pasaron por aquí, tanto los árabes medievales en sus grandes rihlas, como los europeos de los siglos posteriores en sus grandes y arriesgados periplos a través del Sahara.
Aquí mi preferido el Rabino Mardoqueo, el que me parece más interesante de todos, originario de Akka, después de una increible vida, se le conoció sobre todo por ser el guía de Charles de Foulcaud, el más famoso místico y explorador del desierto.
A ello dedicaré otro capítulo, reservándome éste para el Ifran más personal, el que de verdad me apetece recordar en esta fría tarde de invierno, tan lejana de aquellos parajes, mientras fumo y escribo deseando alejar lo más de mí la luz del flexo de una habitación envuelta en una ciudad hoy gris y húmeda, ya anochecida, de un naranja oscuro, con aroma a cierto desamparo flotando entre sus calles.
Si a mí pudiera llegar algo de la sensación que uno tiene al pasear por esas huertas ajardinadas del Ifran más frondoso después de pasar calor en lo más seco del desierto reinante en sus alrededores, en una tierra que acoge al hombre en su medida, sin grandilocuencias, con el placer sencillo que da caminar entre almendros en flor, entre la cebada verde y las altas palmeras, escuchando los sonidos -que no los ruidos- de las cosas que suceden en el oasis, mientras me acompaña durante unos minutos un anciano medio albino con turbante barba y bastón.
– El día que se fueron los judíos aquí lloramos todos, ellos y nosotros, eran nuestros vecinos, nuestros amigos– Me dice mientras camina encorvado y tranquilo a mi lado.
Aunque yo había estado en Ifran muchas otras veces, ahora venía para conocer e indagar sobre los judíos de aquí, al hallarlos tan presentes en recuerdos, historia oral, y toponimia de todas estas tierras, he querido saber más sobre ellos. Negar su historia en el sur de Marruecos, es tan ridículo como negar la historia de los bereberes, o de los negros de la zona. Aquí vivieron y este era su hogar, pocos oasis importantes hay que no cuenten con su propia y abandonada mellah, o barrio judío. Y yo necesitaba saber más.
Así que enseguida saco el tema al anciano albino que me acompaña. Habla de mediados de los sesenta cuando prácticamente todos los judíos de Marruecos partieron para Israel en la última diáspora.
Abandonaron unas tierras que habitaron la friolera de un mínimo de 25 siglos.
Algunos se llevaron la llave de su casa como hicieron siglos antes los andalusíes en la península ibérica. O como otros muchos judíos sefardíes, con la diferencia que esto pasó apenas antes de ayer.
Y aunque aquí ya no queda ningún judío, hoy en día, toda una nueva generación ha abandonado o ansía abandonar Ifran, y parten hacia ciudades del norte, o hacia Sidi Ifni, y las costas saharianas buscando también su tierra prometida.
El que está en Ifran sueña con irse, el que ya marchó lo añora.
Camino buscando la mellah -judería- y el cementerio judío.
En mi opinión de la mellah no queda nada si acaso sus cimientos. Cuarenta años de abandono, unas condiciones climáticas extremas, y los propios materiales de construcción de sus casas- adobe-, unido al aprovechamiento de las vigas de madera que los restantes habitantes reutilizan en las nuevas casas hace que el barrio judío ifraní sea pura ruina de muros tan derruidos que a la imaginación le cuesta hacerse una idea de como fue en tiempos pasados.
El cementerio judío en cambio sigue, aunque también mostrando signos de abandono, en su lugar.
Es posible encontrarlo algo apartado siguiendo barranco arriba después de doblar un recodo que forma parte de una montaña en cuya cima se encuentran las ruinas de una antigua fortaleza. Ocupan las tumbas una explanada situada entre una de las faldas de esta montaña y el río (seco por supuesto, un barranco pues).
Se nota que buscaron un lugar discreto donde enterrar a sus muertos, apartado del resto del entramado de oasis y alcázares que unidos hoy forman el conjunto Ifran del Antiatlas.
A un lado del cementerio está el barranco y al otro subiendo la falda de la montaña se pueden observar numerosos montículos de piedra, restos de antiguos bancales utilizados en tiempos mas fértiles.
En medio de éstos encuentro una gran piedra donde han acumulado gran cantidad de piedrecitas a modo de ofrenda, tal como se puede encontrar en otros puntos muy concretos de la zona- como en la cima del Taska, o en la “cueva santa” de Lalajalut en Tamanart-
Una numerosa colonia de ardillas- musmones del desierto como los denominó Foulcauld- ocupa hoy estos espacios.
Sobre los orígenes de Ifrane existen varias hipótesis que su toponimia no ayuda demasiado aclarar:
Ifrane es plural de ifri y significa cueva en tachelhit, el idioma aquí hablado, pero buscar un pasado troglodítico de Ifrane en forma de restos arqueológicos ha sido de momento en vano, ninguna cueva o agrupación de cuevas se halla por aquí, ni por los alrededores.
Otros estudiosos, como Abraham Laredo, sugieren otra teoría, que aunque muy atrevida, no deberíamos descartar sin pensar en ella, que fue una de las doce tribus judías que partieron tras la destrucción del templo de Jerusalem, más exactamente la tribu de Ephraïm, la que fundó o al menos puso nombre al asentamiento al ocuparlo.
No se debería desestimar esta hipótesis, decía, porque Ifran tiene la suficiente solera histórica para que así pudiera ser.
Aquí en este no demasiado grande cementerio que se chamusca ante mis ojos bajo el terrible mediodía antiatlero, se encontró una tumba inscrita datada en el siglo V a.c. lo cual no es moco de pavo, sobre todo en un contexto donde grandes regiones del interior de este hoy sur marroquí poseen cuasi insondables lagunas en cuanto a fuentes y datos históricos, y dónde resulta casi escandaloso la falta de información que hay sobre grandes periodos que abarcan incluso miles de años, prácticamente desde los tiempos de la prehistoria hasta las primeras rihlas o viajes que los eruditos y aventureros musulmanes realizaron ya en la cercana edad media.
Así pues el pasado remoto de judíos y bereberes de esta zona se mezcla de forma sospechosa, ¿sería una locura pensar que parte de los bereberes asumieran en épocas pretéritas el judaísmo y que otra parte siguiera con sus religiones dicen, que animistas?¿y que luego pasara lo mismo con el cristianismo?, por último llego el islam y con el paso del tiempo convenció a todos, si bien lo adaptaron a su forma y modo, pasando a ser este mundo hoy totalmente islámico pero berberizado, lleno de morabitos, ritos mágicos, esoterismo, creencias preislámicas etc.
Recorro el cementerio por el lateral que da al barranco, me ciño al cuaderno de notas.
En el gran cauce seco que bordea el cementerio si hay multitud de pequeñas cuevas, más bien agujeros en las paredes. Me he acercado a alguno y no hay nada que pueda indicar que los ha hecho el hombre. Son de tamaño reducido y no parecen lo suficientemente importantes para haber dado el nombre a la zona.
Decenas y decenas de ardillas, saltan entre las piedras conforme avanzo.
Un chaval viene y me muestra tres tumbas con inscripciones en alfabeto hebraico. Desde luego algunas tumbas guardan un gran parecido a las piedras encontradas el cañón Irgh cercano a Amtoudi. Pero no todas. Algunas están elevadas con tierra, si ésta desapareciera es cuando quedaría un parecido con las piedras de dicho cañón, las que tienen tierra son seguramente las más recientes.
Hay grandes y pequeñas, y muchas aparecen con agujeros de excavaciones y saqueos.
Sin duda han excavado, ¿quién y porqué? Se nota muy bien la parte más nueva, es la más lejana al túmulo y al palmeral.
El último judío se fue de aquí en 1967.
Y el primer judío que se sepa fue alguien que vivió aquí hace 25 siglos.
Ifrane no deja de ser una reliquia viviente comparable a nuestro Sagunto, a Mérida, etc.
Además ha estado siempre habitada.
León en Africano ya hablaba de ella. Más tarde aparece en el tratado de Tagaost de 1499, una relación de reinos o señoríos que rinden vasallaje nada menos que a los Reyes Católicos.
Lugar clave que también aparece en las principales rutas caravaneras que salvaban el Sahara por estas latitudes hacia o desde Marrakech, y oasis visitado y mencionado por los principales viajeros occidentales que durante el s.XIX, especialmente en su segunda mitad, se lanzaron, casi uno tras otro, a recorrer estos lares.
Y si tiramos de la tradición oral, tan importante en estas regiones, y en todo el continente africano, podemos encontrar multitud de historias, algunas tan interesantes como la matanza de cincuenta mártires judíos traicionados por un señor feudal (ver otra vez Abraham Laredo) y que están enterrados precisamente en este cementerio, en un lugar llamado el túmulo de los cincuenta mártires.
Tengo espectadores durante las casi dos horas que llevo por aquí. Toda una familia se halla sentada a la puerta de su casa mirándome sin perder detalle y eso que se encuentran bastante alejados. Hago ademán de llevarme los prismáticos a los ojos y de manera automática como impulsadas por un resorte las mujeres salen corriendo hacia dentro de la casa. Caray que buena vista tienen.
Ahora si coincido con la foto que sale en el libro refiriéndose al túmulo de los cincuenta mártires.
Se me acerca un tío y ¡me enseña un carnet de talb!.
Esto me choca bastante , en mi ignorancia no sabía que un talb- un estudioso del Libro- pudiera tener su propio carné identificativo. Lleva taslabit blanco y limpio, es de mediana edad y luce un fino bigote recortado con esmero.
Y me ha contado cosas muy interesantes. Que donde el libro dice que está el túmulo de los cincuenta mártires enterrados hay uno o dos cuartos. No me sabe decir nada más de ellos excepto que ahí adentro hay ropa. Que el morabito –presidiendo el camposanto hay un morabito, la típica estructura en forma de pequeña caseta blanca con cúpula que yo en nada la distingo de las musulmanas- es un santón judío que estaba enterrado en otro lugar y ahora está aquí. Que aún queda alguna casa en la mellah cerrada y con su mantenimiento pagado a alguien para que no caiga en derrumbe por algún judío que vive en Casablanca o Israel. Que muchos lloraron cuando se fueron los judíos en 1967. Que los que hicieron el castillo de arriba fueron beertkeiss (portugueses en tachelhit).
Acabo de subir al castillo por una ancha pista hoy en gran parte derruida que se inicia al lado del cementerio. No me cabe duda, este dominio de la piedra, estos exagerados muros están hechos por los mismos que hicieron la Dar el Sultan, o Tigmoulite de Tarjijt. Ocupa toda la cima de la montaña, es bastante grande. El fuerte tiene una piedra de moler enorme, de un metro y medio de diámetro.
Creo que molería la cebada de los antiguos bancales hoy en desuso y casi diluidos por la erosión, entre otros.
Aquí dejo de tomar notas y camino siguiendo el cauce seco por su interior.
Hay pozas de agua ya vieja, de color verde, el sol aún está alto, huertas exquisitas me acompañan a lo largo de los laterales.
Tres niños juntos me gritan algo que no entiendo, intento comprender pero están lejos, y me temo que se están pitorreando de mí.
Llego después de una caminata a la parte más nueva de Ifrane, donde se celebra el zoco los domingos, caminando entre oleadas de estudiantes de bata blanca sobre ropas hiphop y ancianos de gran turbante y solera.
Meriendo algo mientras espero algún automóvil con un asiento libre, se lo he dicho al dueño del cafetín, o sea que como tranquilo, ya que él no dejará que se me escape la ocasión.
Justo aparece un Peugeot 505 cuando termino de comer, lo paran en la puerta, me llevará hasta Timuley. El taxista es un hombre de piel muy curtida aparenta unos 50 años, aunque puede que tenga cuarenta o incluso menos, lleva a Fátima Tabaamarant en el radiocasete a todo meter, el resto de los pasajeros es amigable y en el interior del Peugeot reina el buen rollito.
La cosa se anima cuando reconozco a la Tabaamarant y se dan cuenta que sé que es originaria de Ifran.
– Y … ¿qué le ha parecido Ifran?- Me pregunta uno de los pasajeros del taxi enlatado y compartido.
– Un lugar fantástico, maravilloso…-respondo, y una vez más se lo que me van a decir, muchas frases son previsibles cuando ya se ha viajado algo por aquí.
– Si, para venir de visita, si lo es.
– O de vacaciones. -Contesto, y todos quedamos contentos y satisfechos.
Ya en casa, cenando le pregunto al abuelo:
– ¿ Qué tal os llevabais con los judíos de Ifran?
Y agarrándose las dos manos, enlaza un dedo de una con un dedo de la otra y estira haciendo fuerza.
Este gesto quiere decir: