LO LLAMAN EL NORTE. LA RUTA DE LOS HUESOS EN AUTOSTOP – CAPITULO 1
Nelo | April 19, 2020Lo llaman el Norte, así sin más, nada de Siberia, Lejano Oriente Ruso, ni ningún otro topónimo inventando por los geógrafos.
El Norte, y a la carretera que lo atraviesa de oeste a este, -o viceversa, según se mire-, la llaman La Ruta, no la Carretera de los Huesos, o la Autopista de Kolymá, ni la P504 o M56, como otros la llaman.
La Ruta, y punto.
Los rusos pueden tener una sola palabra que signifique muchas según la emoción con que se exprese o el lugar donde se pronuncie, y a la vez por si sola no significar nada, y además son capaces, y de hecho es de lo más normal, de hablar sólo con los peores tacos malsonantes, valga la redundancia. Pero en otras cosas son muy simples, el Norte, la Ruta, el Continente…
Comienza en Yakukst y termina más de 2000 kilómetros después en la ciudad de Magadán, ya en el el Mar de Ojotsk, en el Océano Pacifíco, y aunque ni la región de Kolymá ni su capital Magadán son una isla, sus habitantes llaman así al resto de Rusia: El Continente. Nombre heredado del sentimiento arraigado de lejanía, y de cuando la región de Kolyma y Magadán solo recibían sumnistros vía marítima, al igual que los territorios enfrentados a sus costas como la Península de Kamchatka, Isla de Sajalín, o sus aún más norteños vecinos de la región de Chukotka, hoy también unida al “Continente” en invierno mediante zimniks, o carreteras de hielo que siguen o cruzan los cursos de los ríos congelados.
Entrando al Río Aldán, el otro zinmik que se cruzará será el Río Lena al salir de Yakutsk. Hay que tener en cuenta que en verano se cruzan en ferry, y que en primavera y otoño hay temporadas en los que no se pueden cruzar de ninguna manera.
Por algunas puede circular un coche normal –no sin pala, sin ruedas de invierno, y sin el equipo necesario- y desembocan o parten, como verdaderos afluentes, en La Ruta, la Autopista de Kolymá, la conocida entre los viajeros occidentales más extremos y soñadores como Ruta de los Huesos.
La Ruta es el ombligo umbilical terrestre que les mantiene unidos al resto del mundo, con sus ramales forma como un inmenso sistema respiratorio en la que ella es la tráquea, la vía principal.
La hemos hecho entera en autostop. De cabo a rabo. La temperatura mínima fue 43ºC y la máxima 8ºC. Bajo cero, obvio. En el Norte no se dice bajo cero, se le supone, se da la cifra igual que nosotros damos los grados en positivo sin decir que son “sobre cero”.
-Hoy hace treinta y cinco grados- Dirá alguien. Y uno ya sabe que son negativos. Y si no lo sabes pronto te enterarás, en cuanto asomes la nariz al exterior y alzes el pulgar en la niebla helada en pos de un errático destino.
Los territorios que atraviesa siguen siendo salvajes, unos lo llamarían la Nada y para otros será el Todo.
Pero no quiero ponerme filosófico de momento, no es cómodo a estas temperaturas tan extremas, uno de los efectos de permanecer demasiado tiempo en el exterior a estas cifras es que se deja de pensar con profundidad, la mente se concentra en los pensamientos más básicos, así que iré a lo práctico.
Hablo de territorios más vastos que el Amazonas por los que se extiende la taiga y la tundra, y respecto a la Ruta, de tiradas de más de 500 kilómetros de lo más salvaje, sin pueblos, ni más gente que la que circula por la propia carretera. Poca, solamente la Siberia del Ártico Oriental es algo más grande que toda la Unión Europea y no llega a los 1,4 millones de habitantes.
Y permítame el lector caer en el tópico porque esta vez coincide con la pura realidad: la escasa cantidad de gente es compensada por su calidad, la hospitalidad de la gente del Norte es de las mayores que encontré nunca, similar o superior a la encontrada en países como Irán, por ejemplo. Además hablo de una ayuda real y precisa, no de una sonrisa servil, o anonada, o simplemente curiosa frente a forastero, sino de un buen hacer efectivo, discreto y ofrecido con la máxima naturalidad.
Hoy en día, si se sigue la variante de Ust Nera, se puede llegar a Magadán con un coche normal, incluso en pleno invierno. También se llega hasta Chukokta con un vehículo que no sea todoterreno. La carretera principal está bien mantenida, y el hielo y la nieve compactada suavizan casi a la perfección los baches. Pero no hay que confundir esto con que no sea peligrosa. Frío extremo, lluvias, nieve, deslizamientos de tierra, avalanchas, animales salvajes, condicionan el vivir o no; mientras el coche no desfallezca y nos caliente con la calefacción del motor todo irá bien.
Tan pronto como el motor desfallezca, más vale apretar los esfínteres, actuar y/o rezar.
Los motores de los vehículos no se detienen en todo el invierno, ni de día, ni de noche, a menos que sea en un garaje calefactado, pero ello no evita que en el exterior y plena helada con viento, falle en cuestión de minutos.
Coches que no se detendrán hasta el verano en Ust Nera. Temperatura foto 43º C bajo cero.
Para evitar eso, las tripas de acero, gasolina y aceite, se abrigan como lo hacían nuestras abuelas cuando nos íbamos al colegio en invierno, envolviéndolas y protegiéndolas del exterior. Si aún así se tiene una avería que nos deje parados, nuestra única oportunidad será que nos ayuden, pero para eso tiene que pasar alguien a tiempo. Y las horas están contadas. No existen demasiadas oportunidades de hacer un fuego, yo no lo veo nada fácil.
Atención a la salida del escape, se forman conos o montañitas de hielo tan sólo con los gases de vapor de agua que tira el tubo.
A menos 60, temperatura de los más habitual en pleno invierno en algunos puntos de la Ruta, no hay nada que sea sencillo. Ni tan siquiera miccionar.
Y hablo de pasearla por el exterior el tiempo suficiente para aliviarte, y sin plantear el inmoral dilema de que puedas hacerlo sobre los restos de alguien. Lo que no sería tan difícil; si los optimistas datan de dos millones de personas muertas en su construcción y mide poco más de dos mil kilómetros, las matemáticas nos dan un muerto por cada metro.
Los conductores y habitantes a lo largo de la Carretera – y esto vale para todo el Norte- son muy conscientes de todos los peligros. Hay una regla de oro: nunca sigas conduciendo si ves un coche parado, hay que detenerse y preguntar si se necesita ayuda.
Nadie se toma a broma ningún aspecto relacionado con la autopista de Kolymá. No importa sea su primer viaje o el número mil. Van preparados y son responsables. Tratan al camino con absoluto respeto.
Jacek Hugo-Bader, en su magnífico libro Diarios de Kolimá, lo explica de manera sencilla y rotunda:
“Son gentes del lugar, de los pueblos (…), muy a menudo hijos o nietos de antiguos zeks -los prisioneros de los gulags- que echaron raíces aquí hace décadas. Gente de antiguos principios. O simplemente de principios. Para ellos, una persona en la carretera es sagrada. Sencillamente no pueden no parar”.
Esto es una gran ventaja para el autostop en invierno. Tan solo hay que esperar que pase alguien, y hay que poder resistir hasta que esto ocurra. Algún coche te va a subir, el problema es que pase algún coche.
La Ruta atraviesa la región más fría del planeta, el llamado Polo Frío situado en el distrito de Oimiakón, donde se registró la temperatura más baja jamás medida en tierra habitada, y en el hemisferio norte, en enero de 1926 se llegó a alcanzar los -71,2 ºC.
En este viaje en marzo no llegamos a traspasar nunca los 43ºC bajo cero, pero temperaturas de menos 50 pueden ser la media de estos lugares en enero o febrero. Cuando se alcanzan estas cifras para mí ya deja de ser una temperatura, y menos 60 ya no es un dato, o un número, se convierte en un lugar, no en un agregado, ni en una circunstancia. Es mucho más que eso. Da lo mismo dónde, el hecho es lo importante. Menos sesenta es verbo, sujeto y predicado, y todo lo demás complementos directos o indirectos, pero menos 60 es lo principal. Ni país, ni cultura, ni elementos que no sean sino meros satélites de este frío. Hasta la vida misma lo es, algo casual, algo arrancado a base de ingenio, lucha y supervivencia, sino de manera individual, qué también, al menos como especie.
En este caso, y una vez más, a cambio de una infraestructura conseguida a cambio de millones de vidas humanas, la gran mayoría en contra de su voluntad.
Si en el presente la Carretera busca la resistencia de las personas, haciendo de cada trayecto una prueba, no puedo ni imaginar cómo sería en el pasado, en los crudos inviernos de hambre, maltrato y gulag.
La Carretera o Ruta de los Huesos es llamada fuera de ella así –entre sus habitantes sólo uno me dijo que la llamaban La Carretera de la Muerte, para los demás seguía siendo tan solo La Ruta- porque su construcción, acaecida originalmente en tiempos de gulag, ocasionó muchas muertes, y estos cuerpos reposan hoy en la Carretera –la escribiré siempre con mayúscula porque se lo merece-.
No entro si debajo de ella, ya que debido al perenne permaforst o suelo congelado es muy difícil cavar un hoyo lo suficientemente profundo como para enterrar a una persona, sepultándolas así debajo de la obra de la carretera, o como también dicen, metiéndolas machacadas en el mortero del material con el que se construyó la misma carretera.
Con estas pocas referencias y ligeros de equipaje como siempre –mi mochila es siempre la misma en dimensiones y en peso, vaya donde vaya- volamos un día de primeros de marzo hasta Yakutsk, vía Frankfurt y Moscú, con unos billetes baratos para lo mucho que se recorre, que para más inri nos serán reembolsados por culpa del coronavirus, ya que nos será cancelada a vuelta pero abonados los billetes enteros.
Pero eso es algo que aún no sabemos, de momento tenemos otras dudas, ¿será transitable la carretera entera?, ¿dependerá de la meteorología? ¿nos querrán llevar? ¿seremos capaces de aguantar el frío? ¿cuánto apretaremos el culo cuando circulemos por la superficie congelada de poderosos ríos caudalosos y profundos? ¿Apareceremos al borde de la carretera con el pulgar estirado, congelados y azules, como una estatua de Lenin que siempre señala hacia un hipotético destino que nunca llegó?
Me alegro de que continúes con el blog. Siempre un placer leerte aquí y en instagram.
Ey, el placer es mío Eva. Lo tengo un poco abandonado, pero estoy escribiendo mucho para un par de libros.
Super interesante Nelo, seguiré tu aventura detalladamente!
Había leído que hacer esta carretera en autoestop literalmente significa jugarse la vida (quedarse tirado en la carretera y morir de hambre), ¿es cierto ese rumor o son exageraciones?
Un abrazo, ya tienes un lector más!
Por cierto, ¿sabes si es posible hacerlo en el mes de Julio?
Muchas Gracias Ignacio. Tiene sus riesgos, pero no muchos más que cualquier otra carretera rusa. Desde luego quedarse tirado en la carretera y morir de hambre no lo son. Vamos, que eso no puede pasar. Puedes ser devorado por los mosquitos en verano, o congelado en invierno. Esos son los únicos riesgos además de los automovilísticos. Si vas en Julio protégete de los mosquitos y espera luchar con el polvo o barro, y haz autostop cerca de las poblaciones, no andando por la carretera (osos) y no mucho más. En realidad era muy fácil porque la gente de allí es maravillosa. Un abrazo
Muchísimas gracias por tu respuesta Nelo! Esperamos con ansias nuevos post, tu blog me inspira mucho